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"Márcate la vida,

juega con fuego,

apuesta a perder.

Cae, cae todo lo que puedas,

desciende al inframundo

y después regresa (o no).

Vuélvete un yonki de las emociones,

de las montañas rusas,

de la felicidad y la tristeza.

Esas que a veces van de la mano".

***

Los rostros cansados de los familiares y amigos de Chaeyoung delataban que la noche había sido larga. Velar a un ser querido nunca es fácil y a la tristeza por haberle perdido, se unía el cansancio de toda una noche sin dormir y de los días que habían pasado en el hospital desde que la adorable anciana empeoró. Chaeyoung había sido la mejor esposa, madre, hermana, abuela y amiga del mundo. Y eso quedó en evidencia cuando en el tanatorio no cabía ni un alfiler más. No se trataba solo de una visita de cortesía por ser un personaje conocido y muy popular; todo el que se acercó a darle el pésame a la familia lo sentía de verdad. Fue muy querida por todo aquel que tuvo la suerte de conocerle y sin duda le echarían de menos. Ella era de esas personas que dejan huella, de las que se habla bien en vida y no solo cuando nos quedamos para criar malvas.

La ciudad de Seúl lucía más bonita que nunca. Un espléndido sol acunado por una suave brisa que rebajaba la sensación térmica un par de grados respecto a lo que marcaba el termómetro, ponía el telón de fondo perfecto para darle el último adiós a Chaeyoung.

Yeri había envejecido en veinticuatro horas probablemente más que en los últimos cinco años. Se había ido su gran amor y su cuerpo había comenzado a dar las señales evidentes de querer irse con ella. Sus hijos, Sooyoung y Seungmin, vigilaban continuamente a su madre para que no le diera otro bajón de tensión que pudiera desencadenar en una caída o algo peor. A esta edad cualquier mínimo traspiés podía ser fatal.

El coche fúnebre, con una larga comitiva de vehículos tras él, llegó al Cementerio pasadas las seis y media de la tarde. Solo los familiares y amigos más cercanos acudieron a ese íntimo momento; el resto, se habían despedido anteriormente mostrándole sus más sinceras condolencias a la viuda y marchándose a casa con un nudo en el estómago por la pérdida de aquella gran persona.

Los empleados de la funeraria ayudaron a bajar el féretro del coche y acto seguido lo cargaron a sus hombros entre los hombres más allegados a la difunta: su hijo, su nieto, su hermano y su yerno. Un río de lágrimas corrió por las mejillas de todos los presentes cuando depositaron el ataúd en su tumba y los operarios del cementerio procedieron a cerrarlo. Era curioso cómo, a pesar de haberse considerado siempre un alma libre, en los días previos a su muerte la propia Chaeyoung pidió un entierro convencional. Siempre había pensado que querría que esparcieran sus cenizas entre Berlín y Seúl, las dos ciudades en las que fue feliz, pero finalmente eligió quedarse en Seúl. Aquí nació y aquí debía morir: fin del ciclo.

Cuando el macabro ritual terminó, los allí presentes comenzaron a despedirse de la viuda y los descendientes directos de la fallecida y empezaron a marcharse uno a uno. Sooyoung y Seungmin, junto con sus parejas, sostenían a una débil Yeri que no quería regresar a casa, sus piernas se negaban a aceptar que su esposa se quedaba allí, sola, sin ella.

Lo que nunca fue - MICHAENGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora