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Hermione Granger.

El día más feliz de mi vida fue cuando Albus Dumbledore irrumpió en mi casa y se instaló en mi sofá. Jamás olvidaré aquel momento cuando me percaté que él era un hombre especial y que venía a darme una noticia que cambiaría mi vida para siempre.

Ese hombre era un mago y dijo que yo era como él «diferente». Ambos éramos especiales a los ojos de las personas comunes. Mis padres jamás habían visto a ese personaje de barba larga y vestiduras sacadas del siglo pasado. Por lo que creyeron que estaba loco o que era un charlatán que quería robarles su dinero.

Él dijo que podía hacer magia y que yo también podría, para eso debía de ir a la escuela mágica que existía en Inglaterra, Hogwarts.

— La magia es cosa de los cuentos infantiles. — fue lo primero que le dije, mientras observaba con precaución sus ojos que eran antecedidos por unas gafas en forma de medialuna. — ¿Cómo podemos saber que no está mintiendo?

Albus sacó un objeto de madera de su saco, mencionó unas palabras y de repente la chimenea que yacía apagada en nuestra sala se encendió sola. O como debo decir exactamente «por arte de magia»

Mis padres no entendían cómo yo podría de estar relacionada a todo eso, estaban incrédulos ya que no comprendían cómo nuestra familia podría estar involucrada a unos poderes como aquellos. El profesor Dumbledore les explicó que lo más probable era que en algún lado de nuestro árbol genealógico, tuviéramos algún pariente lejano que haya sido mago o bruja y que yo tuviera la descendencia.

El mago me entregó una carta, ahí se podía leer mi nombre completo, mi dirección y que había sido aceptada en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería de Inglaterra y que debía de enviar mi lechuza para confirmar mi asistencia cuanto antes. Eso no fue necesario, ya que antes de que el hombre se fuera yo comencé a insistir a mis padres del asunto y Dumbledore siempre fue lo suficientemente convincente para que nadie fuera capaz de decirle que no.

¡No podía con la felicidad cuando mis padres dijeron que sí! ¡Yo era una bruja! ¡Así cómo en las historias de Europa! Eso me emocionaba de sobremanera, por lo que mi ansiedad a que llegara el primero de septiembre –que era el momento en que tendría que irme a la escuela – era enorme. Debía de llevar materiales apropiados y unos libros muy extraños, por lo que él enviaría a alguien del mundo mágico para que nos acompañara a mí y a mi familia a comprar todo lo necesario a un extraño lugar llamado Callejón Diagon.

Obviamente esa fue una experiencia de otro nivel, un hombre del departamento de seguridad del ministerio de magia, resguardando el secreto mágico, nos acompañó y enseñó todo lo que debíamos saber, a mis padres les recomendó que dijeran que iría a un internado, además de no podían mencionar mi nueva desconocida faceta.

Era algo que no todos podían saber.

También me recalcó que no podía hacer magia fuera de Hogwarts o mientras estuviese en mi hogar, por lo que la espera se hizo eterna.

El día que tuve que irme a mi nueva escuela, tampoco lo olvidaré. En mi vida hubiese pensado que viviría todo eso. Atravesar la barrera de la plataforma, ir en tren al colegio, conocer a más niños que tenían las mismas habilidades que yo. Lo que más extrañaría sería sin duda a mis padres, ellos eran las mejores personas en mi vida, las mejores personas del mundo.

Estaba segura de que no había nadie como ellos.

Lamentablemente ellos no podían ser parte de esas viviencias, no poseían magia, eran lo que se llamaba muggles, osea personas sin magia.

Al menos me sentía afortunada de poder ver con mis propios ojos el mundo al cual sólo podría haber accedido en mis sueños de no ser porque era parte de él.

«Oscuros Secretos» [Una historia de Harry Potter]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora