03.

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Luna Lovegood

Cuando  mamá murió, mi mundo se desmoronó.

Literal.

Me ha hecho una falta tremenda en todos los sentidos de la palabra.

¿Qué se espera que haga una niña de nueve años sin su madre?

Pues yo tuve que fingir que nada pasaba, ya que si papá se daba cuenta de que yo estaba triste, ahí iba a consolarme y yo detestaba que lo hiciera. Me hacía sentir más miserable, más sola, más huérfana, más rota.

Min madre era una mujer extraordinaria, una esposa muy dedicada a su matrimonio, una madre cariñosa y además era una bruja muy sabia y poderosa, más su poder jamás lo usó para hacerle mal o daño a los demás, siempre fue para ayudar, sanar o complacer. Ella no debería haber muerto, le hace una falta tremenda al mundo, estoy segura de que sería mucho más útil su presencia aquí en vez de en el lugar donde se supone que está.

No estoy segura de que creo en el cielo. Por eso no digo que se halla allí, más si existiera estoy segura de que mamá fue hasta lo más alto del firmamento. Bueno pero eso no cambiará el hecho de que estoy sin ella.

Fue pasando el tiempo y siempre me sentí ajena, creo que jamás superé del todo su partida. A la larga  fui siendo cada vez más introvertida y empecé a sentir que no podía estar cerca de nadie. Desde niña las personas me fueron creando una fobia tremenda, detestaba tener que ir a las visitas de cortesía o las visitas que venían a casa. Mi padre continuó con mi educación inicial en casa, vivíamos en Devon, un lugar alejado de todo, a una colina de los Weasley y ni siquiera con ellos era cercana.

No entendía por qué papá estaba inmerso en que yo socializara más con otros niños, si yo quería estar sola. Todo empeoró cuando comenzaron a venir desde el ministerio para regular de que yo estuviera en excelentes condiciones, mi padre trataba de evadir siempre las visitas de los trabajadores sociales mágicos que intervenían en los casos de niños que se quedaban sin alguno de sus padres. Tampoco hablaba con ellos sobre muchas cosas, siempre fingí estar bien para no extender esas visitas, a mi padre le desagradaban esas visitas.

Y después llegó el tiempo de ir a Hogwarts. La felicidad para todos los niños a los once, un fastidio para mí. No quería estar cerca de nadie, sólo quería irme a un lugar lejano, que tuviera criaturas mágicas, donde las personas no pudieran acercarse a mí. Sin mi madre ya no estaba segura en ningún momento. El año en que yo llegué fue un caos, lo único favorable es que quedé en la misma casa a la que mi madre había quedado seleccionada, Ravenclaw. Pero las cosas eran un disparate en esa escuela. Todas esas tonterías de la cámara de los secretos y de que una de los Weasley había sido raptada al menos me habían hecho invisible, nadie se fijaba demasiado en mí.

Pero los años comenzaron a pasar y –claramente por obligación – tuve que relacionarme cada vez más con mis compañeros, cosa que me desagradaba, ellos decían que yo estaba loca, que era una lunática, que era rara, y que no querían estar cerca de mí. Suerte para ambos, yo tampoco quería estar cerca de ellos, de ninguno, ninguno era la excepción, todos los estudiantes modelos tenían una pifia, una falla, una que intentaban ocultar y que yo en mi estado relegado de la sociedad podía observar. Más a mí no me interesaba, ni eso ni la popularidad.

Un día en la clase de criaturas mágicas, tuve que hacer un informe de los unicornios. Hagrid alegremente nos dejó formar parejas cómo quisiéramos.

— Profesor. — levanté la mano. — ¿Puedo hacerlo sola?

— ¡Anda Luna! — me animó. — No seas así, eres inteligente. Cualquier persona quiere hacer pareja contigo. — indicó. — Bulstrode, haz pareja con Lovegood, ambas están solas así que se tienen la una a la otra.

«Oscuros Secretos» [Una historia de Harry Potter]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora