Capítulo V

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Hades llevo a Perséfone a una zona donde estaba una reserva de vinos privada de Zeus, Hades busco uno en especial que le había regalado hacía años, venía desde el norte y era bastante dulce, sabía que a Perséfone le gustaría, tomo dos copas y sirvió un poco en cada una.

—Espero que te guste—le dijo.

Ella tomo la copa y lo probó, en casa siempre bebía vino con su madre cuando comían carnes, este vino era dulce y a ella le gustaba eso.

—Esta delicioso

—¿Cómo lograste que tu madre te dejara venir?

—No fue fácil, ella odia que salga, una vez...

Ella paro lo que iba a decir, no quería hablar mal de su madre, pero, tenía recuerdos malos mezclados con los buenos.

—¿Qué ocurre? —Hades no quería ser un entrometido, pero le intrigaba la relación de Perséfone con Deméter.

—Mi madre una vez me encerró en casa, creó una especie de invernadero gigante del cual no podía salir, fue una pesadilla hasta que...

—Si no quieres contarme no lo hagas, sé que apenas y nos conocemos, tienes toda la eternidad para contarme tu vida

Ella admiraba la capacidad de Hades de no preguntar de más.

—No, está bien, no hablo de esto con nadie, es bueno saber que no le dirás nada a Deméter.

—Confía en mí—Hades lo decía en verdad, él era muchas cosas, pero era alguien de fiar, no rompía promesas y era bueno para guardar secretos.

—¿Qué hay de ti? ¿Eres el Dios del inframundo, pero como fue que terminaste allá?

—Cuando Zeus nos rescató decidió dividir las cosas, por derecho de nacimiento me tocaba a mí el Olimpo, pero Zeus decidió que él era el nuevo dueño de todo, le dio a tu madre la tierra, a Poseidón los océanos y a mí el inframundo

—¿Hubieras preferido el océano o el Olimpo? —le intrigaba Hades

—En realidad no, el Olimpo es una cárcel y el océano es solo agua y en ninguno conoces gente interesante.

—A mí me conociste en la Tierra.

—Exacto, al menos en la Tierra y en el inframundo conoces de otras cosas más allá de tus narices—Hades toco con su dedo índice la pequeña y redonda nariz de Perséfone.

—Me encantaría ir al Inframundo.

—Te encantará, le pediré a Poseidón que envíe un barco y así podrás hablar con marineros y piratas

—¿Que son ellos? —no estaba familiarizada con los términos.

—Son mortales que viven en el mar, creo yo los seres más interesantes, tienen todo tipo de aventuras.

—Para mí tu suenas muy interesante Hades.

—En realidad no lo soy, siempre estoy en lo mío.

—¿Qué pasa con los mortales allá abajo? —Preguntó Perséfone para romper la tensión

—No mucho, vagan por los ríos toda la eternidad.

Sonaba bastante mal decirlo, Hades se dio cuenta

—¿Y qué hay de los mortales que fueron genuinamente bondadosos?

—Todos tienen el mismo destino en el inframundo, aunque hay una zona...—Hades había ido al tártaro solo una vez y le había bastado para no querer volver nunca— es un lugar horrible, ahí envió a todo aquel que daña a los niños. Los mortales pueden matarse entre ellos si desean, pero no deberían matar, violar o violentar a un niño.

—¿Hay almas de niños en el inframundo?

—No, aunque aún no descifro a donde van esas almas. Creo que vuelven a la tierra en otro cuerpo.

Perséfone miro a Hades, ella quería besarlo, pero no era el momento, aunque si lo pensaba no sabía cuándo sería el momento indicado, ella vio como de los ojos de Hades resplandeció un brillo.

Hades vio un brillo en la mirada de Perséfone y supo que debía besarla, tomo el rostro de ella entre sus grandes manos y le dio un beso tierno en los labios fue muy pausado, no quería dejar de hacerlo quería quedarse ahí en ese preciso y divino momento.

Ella sintió como la mano de Hades bajaba hacia su cintura así que ella rodeo el cuello de Hades con sus brazos, lo cual era difícil Hades era enorme aun para ella que era bastante más alta que el promedio. Le gustaba, Perséfone estaba sintiendo por Hades sentimientos que nunca antes había sentido por nadie, Hermes había intentado por años hacer que ella se enamorara de él, pero no funcionaron sus múltiples regalos ni sus promesas, él nunca fue del gusto de Perséfone.

Al despegar los labios ella lo miró, sus ojos reflejaban un brillo así ella le dio otro beso esta vez fue más pasional, Hades puso su mano en el muslo de Perséfone y apretó su nalga derecha, ella era virgen pero no era tonta, sabía a dónde él quería llegar, aunque ella no quería llegar ahí aún.

—No...—dijo Perséfone.

—De acuerdo—él se separó delicadamente de ella y se sirvió más vino.

—¿De acuerdo? —preguntó ella un tanto perpleja.

—No haremos nada que tu no quieras, puedo esperar hasta que estés lista.

—¿Y si nunca lo estoy?

—Bueno "Nunca" es mucho tiempo, supongo que en esa eternidad al menos habré ganado una amiga—Hades no quería arruinar las cosas con Perséfone, ella le gustaba tanto que quería tenerla a su lado siempre, Hades miro hacia arriba y vio a Eros. Sabía que era momento para regresar a la fiesta—, supongo que ya regreso Hermes.

—Me olvidé de él por completo—golpeó su frente con la mano.

—¿Por qué viniste con él?

—Fue la única forma para que mi madre me diese permiso de venir.

—Sabes podría presentarte con Atenea o Artemisa, supongo que no tienes amigas Diosas ¿cierto?

—Mi madre odia todo esto, hace un tiempo Afrodita se acercó a mí, pero mamá cree que ella es una mala influencia.

—Lo es, pero créeme siempre es bueno tenerla, es graciosa y una amiga leal.

—¿Tuviste algo que ver con ella? —Perséfone quería saber todo sobre Hades.

—Jamás... quiero decir es muy guapa y todo eso, pero ella es demasiado para mí. Afrodita viene con problemas incluidos.

—Suena a que sabes algo de ella

—Sé muchas cosas de muchas personas, pero esto si es un secreto, lo siento, le prometí a alguien no mencionarlo nunca.

—Entiendo—Perséfone tenía una cualidad, era curiosa pero no invasiva, respetaba los secretos ajenos—¿Puedo darte un abrazo? —Hades olía como a lavanda y ella amaba ese olor.

—Hay cosas que ni siquiera deberías pedir—él abrió sus brazos y ella se acurruco en su pecho, Perséfone olía a flores, ese aroma le recordaba a su infancia con Rea su madre, en parte quería olvidar todos esos recuerdos, pero al mismo tiempo siempre estaban ahí.

—Creo que ya tengo un lugar favorito—dijo Perséfone.

—¿El Olimpo?

—No, tú.

Estuvieron así mucho tiempo, hasta que recordaron la fiesta, de regreso Hades la llevo por otro camino distinto para que no los vieran llegar.

—Si preguntan me llevaste al jardín—dijo ella.

Hades sabía que debían ser discretos, si quería seguir viéndola debían guardar el secreto, ¿qué pensaría Deméter? Tal vez lo peor y la encerraría en la casa.

—Diré que me enseñaste como sembrar plantas, pero en el inframundo es imposible.

—No lo sé, no hay nada imposible para mí.

Ella se adelantó un poco y al verla en ese mundo Hades lo supo, ella era una Reina en toda la extensión de la palabra, merecía un trono y un lugar donde reinar, aunque no pertenecía al Olimpo, ella pertenecía más bien a su lado en el inframundo.

Amor Divino: Hades Y PerséfoneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora