Capítulo XXVII

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Hades estaba en los Campos Elíseos junto a Hécate y a Ares, claro que aún faltaba Poseidón, Artemisa y los Diablillos.

—¿Y si no viene? —preguntó Hades a Ares, esa ansiedad le venía cada que hacía algo importante.

—Vendrá—dijo Ares—, no estuve un año encerrado para que ustedes no estén juntos—bromeó.

—Ahí está—dijo Hécate sorprendida por lo que veía.

Perséfone usaba un vestido color rosa con detalles dorados su tiara también era dorada y el velo que cubría su rostro era de una fina tela rosa, Perséfone parecía llevar tatuajes en los brazos pero en realidad eran brazaletes, iba descalza pero aun así lucia impecable y hermosa, Hades estaba sorprendido y esperaba no olvidar lo que le tenía que decir a ella durante el acto "Mientras vivas aquí..." pensó y recitó lo que le quería decir en la mente. Justo detrás de ella apareció Poseidón y Artemisa, para la sorpresa de todos también estaba ahí Zeus. Hades no lo podía creer.

Poseidón caminó hacia Hades para acompañarlo a lado de Ares. Poseidón era un Dios con mucho estilo, era sin duda el que se veía más rudo, como un viejo marinero que había surcado los siete mares siete veces, tenía un diente de oro y el cabello largo.

—¿Tu lo invitaste? —le preguntó Hades a Poseidón.

—Si, te recuerdo que Perséfone es su hija, alguien tiene que entregarla a ti.

—Gracias.

—Lo que sea por mi hermano favorito—Poseidón abrazo a Hades.

Perséfone camino junto a Zeus hasta llegar a Hades al estar ahí el Dios de los rayos le dijo a Hades:

—Supe que la querías desde que te saco de este lugar para ir a mi fiesta y supe que la amabas cuando te ponía nervioso el planear una cita con ella, sé que ella te ama, porque desafía a todos por ti, Hades no tengo que pedirte que la cuides porque ella sabe cuidarse quiero pedirles a ambos que no sean como los otros Dioses, lo suyo si es Real.

Hades tomo la mano de Perséfone y la ceremonia comenzó, Hécate dio algunas palabras para comenzar y apresurar las cosas.

—¿Traen su ofrenda? —preguntó Hécate, ambos asintieron y Ares le dio una granada a Hades—el esposo debe comenzar a decir unas palabras mientras abre la granada.

—Cuando estés aquí, reinarás sobre todos cuantos viven y se mueven y alcanzarás entre los inmortales los mayores honores—el tomo la granada y comenzó a quitarle la cáscara sin dejar de hacer contacto visual con ella— Habrá siempre un castigo para los que te injurien—tomo unos cuantos granos—los que no traten de propiciarse tu ánimo con sacrificios, celebrando los ritos piadosamente y ofreciéndote los dones que te son propios.

Ella estiró las manos y él depositó seis granos de granada en ellas.

—Mientras los comes tienes que recitar tu respuesta—Hécate se veía seria, pero por dentro se regocijaba.

—Hades, acepto reinar contigo—comió un grano—, mientras viva no habrá día en el que no sientas que eres lo mejor que me ha pasado, incluso si nuestra historia no es contada sabre que es real—dos granos más entro en su boca—eres quien me mostró lo que realmente soy y me diste un reino al que nunca aspire pero que prometo cuidar a tu lado hasta la eternidad—por último trago los tres granos que faltaban y tomo las frías manos de Hades.

—Sin nada más que agregar, Hades puedes recurrir al anakalupteria.

Era un término antiguo para descubrir el rostro de la novia, Hades procedió a hacerlo y miro detrás el rostro más perfecto del que estaba enamorado perdidamente, ella se lanzó para darle un apasionado beso que resultó una sorpresa para Hades.

Amor Divino: Hades Y PerséfoneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora