Capítulo XI

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Cuando ya estuvieron en la habitación de Perséfone, ella puso las flores en una maceta y las tocó para que crecieran ahí, mientras tanto Hades miró todo el lugar, era espacioso y había flores por todas partes, estaba pintado de color amarillo y la luz del sol aún iluminaba parte de la habitación. El lugar era cálido, no era nada parecido a inframundo, él miró hacia la ventana y sonrió ya casi era hora de la lluvia de estrellas. Había un pequeño balcón ahí mismo había un sofá. De un momento a otro Perséfone desapareció de la vista de Hades.

—¿Perséfone? —preguntó Hades.

—Estoy acá—contesto una voz y Hades la siguió.

Vio a Perséfone frente a un espejo se estaba desenredando el cabello con un cepillo, tenía tantas cosas en la mesa frente al espejo.

—¿Qué haces? —preguntó él.

—Te lo dije luzco como un desastre.

—Te ves perfecta—el acerco su mano a uno de los contenedores con crema y lo olió para después tocarlo—¿qué Dioses es esto?

—Es para mis rizos, si no humecto mi cabello con este clima se vería horrible.

—He visto tu cabello después de mojado y no se ve tan horrible.

—¿Por qué siempre tienes que hablar de cuando nos conocimos?

—Porque ese fue el mejor día de mi vida. Y tengo una vida muy larga.

—¿Qué edad tienes?

—No lo sé deje de contar cuando papá nos tragó.

—¿Eso fue duro para ti? —Perséfone recordaba que a veces su madre tenía pesadillas.

Ella continuó aplicando producto en el cabello.

—Al principio lo fue, actualmente no pienso en ello—mintió.

Hades aún tenía pesadillas y no podía pasar tanto tiempo en lugares cálidos y húmedos, sentía claustrofobia cada vez que estaba encerrado y temía a los titanes porque podían comérselo. Claro no le diría eso a Perséfone, quería verse rudo, aunque era bastante frágil a veces.

—Termine—su cabello se miraba humectado y los rizos tenían forma.

—Perfecto, ven quiero mostrarte algo

Hades tomo la mano de Perséfone y la llevó al balcón, estaba listo para que empezara la sorpresa. Se quedaron en silencio mirando el cielo estrellado. Esa noche en particular tenía cierta magia.

—Ya salió sirios—dijo ella emocionada—allá esta Casiopea—señaló.

—Así que sabes de constelaciones.

—Claro que lo sé, tuve mucho tiempo para aprender de ello, cuando estuve en el laberinto era lo único que podía ver, y la luna.

—El laberinto, ¿estaba en el invernadero que me contaste?

—Algo así, quiero decir era una doble prisión—ella no sabía cómo explicar las cosas, su mente había bloqueado esa época—, cuando entre al laberinto me di cuenta que estaba dentro de un invernadero de cristal, no había forma de salir, aunque lo deseara. No funcionaban los portales. Mamá sabe cómo poner campos de protección

—La próxima vez que estés en una situación de peligro, haz un círculo en la tierra y con tu pie golpea tres veces—él la abrazó—. Yo te sacaré de cualquier problema—le susurró.

—Gracias Hades...

—No digas nada solo pide un deseo, yo haré lo mismo.

Cayo la primera estrella ante la mirada de Perséfone, después de eso comenzaron a llover estrellas tenían diferentes colores, parecía que el cielo estaba de fiesta.

Amor Divino: Hades Y PerséfoneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora