Capítulo XXVIII

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El camino fue largo, o quizá Perséfone así lo quería creer, entre más tiempo pasara con Hades mejor, aunque ese momento en cual se alejaran un tiempo se estaba acercando. Hermes ocasionalmente volteaba a verla, no quería ser él quien separara dos amantes, pero era parte de su trabajo, pensó un poco en como hacía un año creyó que estaba enamorado de Perséfone para después darse cuenta que no, que solo era una atracción que para ser sinceros era entendible, cuando vio la luz al final del túnel supo que habían llegado a su destino.

—Hemos llegado—les anunció—escuchen, yo saldré primero, creo que lo mejor será que salgan de la mano para que Deméter olvide esa absurda idea del secuestro.

Perséfone le acomodó la Túnica a Hades y Hermes salió.

—¡Deméter! —gritó Hermes—¡Zeus!

—Si hay algo que odio más que a la gente impuntual es a la gente que llega antes—dijo Deméter

—Ese no es el punto, traje a Perséfone ¿Dónde esta Zeus? Necesito que jures ante él que no provocaras guerra.

—No puedo jurarlo hasta que vea a mi preciosa hija.

—Y yo no la sacaré de la cueva hasta que Zeus esté aquí.

Zeus hizo una entrada con un rayo, de esas que parecería que llevaba planeando toda su vida.

—Llegaron temprano—les dijo.

—Tu llegaste tarde como siempre—le dijo Deméter molesta.

—No existe el tiempo Demi—Zeus le dio unas palmaditas en la espalda a su hermana—solo es algo que los humanos construyeron para medir sus vánales.

—A lo que venimos, que necesito descansar, les recuerdo que me fui de misión más de un año—Hermes estaba enojado, no era posible que desde que llego no hubiera dormido casi nada y que siguiera haciendo encargos—Perséfone sal de ahí—dijo sin voltear haciendo constante contacto visual con Deméter.

La joven Diosa salió a la luz del día tomada de la mano de Hades, a ambos les cegó un poco la luz, pero siguieron con la mirada impasible. Ella contempló el semblante de su madre, en un principio se veía sorprendida, luego se mostró furiosa, posiblemente porque no esperaba ver a su hija con él tomados de la mano.

Hades la apretaba con fuerza, no quería soltarla. Pero debía de, seguía pensando que si ella se lo pedía él mismo provocaría una guerra entre Dioses.

—Hija—dijo Deméter con un hilo de voz.

—Madre—respondió la diosa sin hacer más gestos con un semblante tan serio

—¿Ahora si puedes jurar que no provocaras una guerra, que volverás a sembrar y habrá frutos en la tierra? —preguntó Hermes.

—Yo Deméter, juro solemnemente ante ti Zeus que no provocare problemas y volveré a sembrar siempre y cuando mi hija esté conmigo.

Perséfone soltó a Hades y caminó hacia su madre. Este abrazo a la joven Diosa fuertemente y Perséfone tuvo un Deja vu de cuando era una niña, ese abrazo se sentía real, cálido y cariñoso, aunque ella aún no estaba lista para darle a su madre la misma clase de afecto.

—Solo una cosa Deméter—dijo Hades—Perséfone y yo estamos casados.

—¡¿Que?!—le grito a su hija—dime que no comiste nada del inframundo.

—Lo hice—sonrió—seis semillas de Granada.

—¡Eso hará que tengas que permanecer en el inframundo! —le gritó.

—¡Alto! —gritó Zeus—Perséfone pasará la mitad del año con Hades y la otra con Deméter y asunto arreglado. Ahora si me disculpan soy un Dios ocupado.

Amor Divino: Hades Y PerséfoneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora