Capítulo XXI

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Llegaron al palacio, Hades quería mostrarle el lugar, pero prefirió darle opciones.

—Bien aquí estamos—le dijo y abrió las puertas.

—¿Hace mucho frío o es un efecto colateral de haber estado muerta? —pregunto Perséfone agarrándose los brazos.

—Hace mucho frío, sígueme, te mostraré tu habitación—él le dio el brazo para que ella se apoyara en él.

Ambos subieron por las suntuosas escaleras.

—Este lugar es enorme, me perdería si viviera aquí.

—Siempre puedes usar los portales para aparecer en tu habitación. Este es un lugar libre.

—Respecto a eso, no soy muy buena en ese sentido.

—Es natural eres joven, aquí en el inframundo podrás practicar y hay antiguos escritos que quizá te sirvan.

—¿Crees que haya libros de Herbolaria? —pregunto emocionada.

—No creo que haya muchos libros de eso en particular, pero siempre puedes empezar a escribir unos cuantos

—¿Puedo? —su voz sonó emocionada.

—Puedes hacer lo que quieras mientras vivas aquí, este lugar es tan tuyo como mío y de Hécate—Hades pensó un poco en Ares—, solo no toques las armas de Ares, él las tiene organizadas por año orden alfabético y guerra o batalla. Es bastante perfeccionista—llegaron a la habitación—bien señorita, su habitación

Hades abrió la puerta y dejó ver una habitación enorme, en realidad era más grande de lo que Perséfone esperaba, tenía dos armarios, la cama evidentemente era como para 4 personas de tamaño promedio, tenía sábanas de seda y un baúl a los pies de esta, su habitación era tan grande que incluso tenía chimenea y muebles, era como una casa pequeña. Ambos entraron y Hades rebuscó en el armario, finalmente sacó un abrigo gris de pelo peinado.

—¿Para mí? —preguntó ella.

—Por supuesto, no esperaras congelarte—Hades le sonrió—. Escucha te daré algo de privacidad, supongo que quieres bañarte y quitarte ese vestido manchado de sangre. Avísame si necesitas algo, mis sirvientes están en el Olimpo, pero yo puedo ayudarte.

—Hades espera, no quiero quedarme aquí sola, ¿podrías quedarte aquí? —preguntó tímidamente—Quiero decir en lo que yo me bañó.

—No te ocurrirá nada, confía en mí.

—Es solo que tengo mucho que procesar aún...

—Descuida, estaré aquí—le dio un beso en la frente—el agua en la regadera sale caliente, buscaré un camisón abrigador para ti, mi cielo.

Perséfone le miró al ojo cuando él dijo eso.

—¿Mi cielo? —se sonrojó y tuvo una risa nerviosa.

—¿Prefieres que te llame de otra forma?

—Esta perfecto—ella señaló una puerta—¿ese es el baño?

—Si claro, te esperaré aquí.

Hades se sentó en el baúl a esperar a su amada, vi sus ropas y se dio cuenta que él también tenía rastros de sangre por todo el cuerpo, quizá debía bañarse también o mínimo ponerse ropa limpia. Pero ya le había dicho que se quedaría ahí. De pronto Hades sintió un vacío en el pecho, fue como una premonición, como si le hubieran arrancado una parte de su ser.

—Ares—dijo tocándose el pecho.

—¿Estas bien? —preguntó Perséfone desde dentro.

—Sí —gritó para que lo escuchara en el baño—eso creo, solo es un presentimiento.

Amor Divino: Hades Y PerséfoneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora