4- Te lo ruego

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No era como si fuera a dudar de la palabra de Jingyi pero igualmente se llevó una gran sorpresa el día que fueron al otro lado de la montaña con una gran canasta de frutas y vegetales frescos y una horda de conejos salieron de distintos puntos. Wei Sizhui observaba fascinado a los animalitos que rodeaban a Jingyi. Los más insistentes incluso mordisqueaban los bordes de su túnica, para mortificación de éste.

—¡Ey, ey! ¡No arruinen mi uniforme! No hay bocadillos para los conejos malos.

Sizhui rió tan discretamente como pudo mientras veía a Jingyi hacer una especie de danza rara en el intento de avanzar sin pisar a ningún conejo. Lo cierto es que estos animales eran muy listos y rápidos, por muy domesticados que estuvieran. Si Lan Jingyi caminara con normalidad ellos se apartarían de su paso pero Sizhui no quiso comentarlo de momento.

En cuanto Jingyi encontró un buen lugar comenzó a arrojar los vegetales y frutas recién cortados y los conejos se dispersaron en su prisa por buscar la comida. Ahora que no tenía que preocuparse por una horda de conejos a su alrededor Jingyi se relajó y se acercó a su amigo con la canasta. Aún quedaba algo de comida.

—¿Por qué no intentas alimentando algunos directamente? Te tomarán cariño más rápido si lo haces —ofreció.

Wei Sizhui dudó. No estaba acostumbrado a lidiar con animales domésticos, como mucho trataba con aquellos que mantenían en los Túmulos Funerarios. Los conejos eran totalmente desconocidos para él pero le daba la impresión de que eran demasiado delicados. Temía asustarlos o algo similar.

Jingyi le restó importancia a su preocupación y dejó la canasta en sus manos antes de que pudiera negarse. Wei Sizhui tomó una hoja de lechuga y se inclinó. La extendió en el aire y sacudió su mano en un intento por llamar la atención de algún conejo. Como había bastante comida en el suelo al comienzo fue completamente ignorado, Lan Jingyi hasta tuvo que ahogar una risa porque debía verse muy tonto. Eventualmente un conejito pequeño y blanco como la nieve terminó el trozo de manzana que había estado masticando y notó la hoja de apetitosa lechuga que tan amablemente se le estaba ofreciendo. Como no conocía a Wei Sizhui fue precavido y se acercó despacio pero al final el estómago fue más fuerte y comenzó a comer directo de la mano de Sizhui.

—¡Oh, oh! Es tan lindo —Wei Sizhui estaba encantado. Así de cerca podía apreciar lo esponjoso que era y lo adorable que era su naricita ¡Se movía constantemente! Hasta la forma en que masticaba era linda. Sizhui no podía dejar de sonreír.

—Sí, muy lindo.

Wei Sizhui levantó la cabeza pero para cuando lo hizo su amigo le estaba dando la espalda, inclinado y seguramente mirando a los conejos. Pensó entonces que el Lan realmente parecía un conejito más gracias a su ropa blanca. No le sorprendía que estos animales estuvieran tan encariñados con él.

—¿Hace mucho tiempo que los cuidan? —quiso saber.

—Mm, no estoy seguro, han estado aquí desde que tengo memoria. Antes no eran tantos, claro... Pero ya ves cómo son —Jingyi volvió a mirar en su dirección. Esta vez tenía a un conejo gris en sus brazos y lo estaba acariciando mientras el animalito terminaba de masticar un bastón de zanahoria—. Normalmente nos turnamos alimentándolos pero a los otros discípulos no les interesa tanto y lo hacen a cualquier hora ya que no es una actividad oficial de la secta ¡De todas formas no puedo dejar que pasen hambre cuando Hanguang-jun no está!

Wei Sizhui asintió. La amabilidad de Jingyi una vez más brillaba.

—Me pregunto ... —murmuró.

—¿El qué?

—No es nada. Sólo... Mi padre me contó que una vez le obsequió a Hanguang-jun un par de conejos —confesó. Era una memoria lejana, más que contarle escuchó la anécdota cuando Wei Wuxian se lo mencionaba a Lan Wangji— ¿Me pregunto si estos son sus descendientes?

❝Quiero vestir de rojo contigo❞ || Zhuiyi (MDZS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora