Un adios muy triste

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Es la primera vez que vengo a este lugar y siento un enorme peso liberarse de mi pecho. Es como si pudiera respirar por primera vez y el llorar es permitido en este momento. No había llorado antes por ella, porque me hizo prometer que no estaría triste. La promesa más estúpida que pude hacer en ése momento, pero que tuvo mucho valor sentimental para ella. También fue mi salvavidas en el mar cuando estuve a la deriva sin su mano guiando mi camino.

Aún recuerdo cuando Camila estaba a mi lado. Se sentía calido y tan reconfortante, aunque sus manos siempre estaban frías. Sus sonrisas eran brillantes y llenas de vida, aunque sus labios usualmente eran azules. Y sus historias eran hermosas y placenteras de oír, aunque no siempre terminaban con finales felices.

Camila fue mi primer amor, la primera persona que me gustó realmente y quien me enseñó lo que se sentía amar a alguien. Todo en ella me atrapó y caí tan lentamente que no me di cuenta hasta que era tarde. No me di cuenta de nada hasta que ya estaba perdidamente enamorada. Dinah dice que debería haberlo sabido, que era muy obvio, pero para mí nunca había sido real. No creía que fuera más que amor hacia una amiga, pero sí era algo más. Y no lo supe hasta que me planteé por horas las diferencias en los tipos de amor y afecto.

Sonará cliché y muy gastada mi frase, pero ella era diferente. Era única, brillante, el arte en su forma más pura y magnífica. Su cabello chocolate, su piel latina, su frágil cuerpo... absolutamente todo era muy hermosamente y cautivador. A pesar de que ella no me creía ni llegaba a aceptarlo, era hermosa en otra escala. No podría describirte su belleza, porque no la entenderías a menos que la vieras con tus propios ojos.

Su caminar lento y tardío era llamativo, porque era imposible no mirarla. Camila solía creer que la miraban tanto porque era diferente a los demás, pero nunca me creyó cuando le dije que era por su belleza. Solía decir que nadie miraría con ojos embelesados a alguien como ella. Pero ahí estaba yo para mirarla y no lo notó hasta que se lo dije.

Aún recuerdo vivamente el día, un 9 de agosto, cuando le dije lo hermosa que era. Pero no se lo dije a la ligera ni con un tono de compasión como los y las anteriores a mí, sino con un toque de amor. Un pequeño toquesito de algo más que ni yo misma sabía que estaba experimentando. Una pizca de vida y una llama en la oscuridad que ella necesitaba ver para ser más feliz.

Camila era alguien feliz, sin importar sus problemas. Ella siempre estaba feliz, sin importar que sonrriera o no. Usualmente, si sonreía mucho, era porque no estaba del todo contenta. Tendrías que observarla y conocerla para saber diferencias sus facetas. Oh, Jesús, amaba sus cambios esporádicos de humor con sólo mi presencia. Ella pasaba de una chispa a una bomba de alegría, se notaba desde lejos que había hablado conmigo o pasado el rato a mi lado.

Mis padres la amaban, puesto que la llevé varias veces a casa a comer o pasar el rato. A ella solía gustarle hacer esos viajes en mi motocicleta, aunque sólo tuviera tiempo para saludar a mis padres y tuviera que volver a casa. También le gustaba escaparse del hospital apenas le daban la autorización para irse del chequeo habitual. Y eso generó problemas con sus padres al principio, pero luego nos daban el espacio que necesitábamos.

Yo era su droga favorita y ella era mi mayor adicción. El pintar su rostro en un lienzo o dibujar su cuerpo en una hoja... no, aún no encuentro palabras para describir esos momentos. Camila era exquisita desde su cabello largo y chocolate, pasando por su maldita enfermedad, hasta sus pequeños y hermosos pies. Solía gustarle que le de masajes en ellos, puesto que siempre estaban fríos y cansados. Mis manos calentaban sus pies, sus manos, su rostro... su corazón.

Varios Oneshot de Lolo y CamzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora