El Chico de Cabellos Escarlata © CɑʍմŚ×MíӀօ

🌹~ amor;

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Capítulo 10: Amor.

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Atenas, Grecia
Año 2012.

—Amor ¿Te he dicho lo mucho que te amo? —pregunto cariñosamente, recostado sobre su regazo en la comodidad de su cama

Arrastro las yemas de mis dedos por toda la extensión de sus cabellos azul añil, percibiendo su suavidad bajo mi tacto. Incorporándome con delicadeza, entierro mi nariz en el hueco de su cuello, inhalando una larga y exhaustiva calada de su embriagante y adictivo olor.

—Sí, Milo. Lo has dicho montones de veces —soltó divertido, acariciando mis desnudas piernas a causa del short corto.

—¿Ah si? —pregunto con gracia, besándole el cuello, y sintiendo su rigidez por la acción.

—Sí —gruñó en respuesta, apresando mis extremidades superiores con su agarre.

Muerdo mis labios, ansioso por tenerle entre mis piernas. Ser testigo del gran amor que me profesa, demostrándomelo con su cuerpo, sus besos y caricias.

Mi mente se nubla al rememorar los momentos juntos, en sus brazos, gozoso.

—¿Qué estás pensando? —Me exigió saber, relamiéndose, y acercando su rostro al mío con parsimonia.

Muevo la cabeza de lado a lado juguetón, al denotar la curiosidad en sus facciones.

—Nada en particular —revelo con una sonrisa pícara, que él conoce de sobra.

Sus esmeraldas nubladas me hacen tragar grueso, una risa nerviosa brota del fondo de mi garganta. Acaricio sus mejillas, nervioso.

—Te conozco, cariño —lo hace muy bien—. Así que, dímelo, y tal vez, te premie —susurró en mi oído con voz ronca, corrientes eléctricas me atacan.

—Bueno —accedo, tirando de mi labio inferior y yendo en busca de los suyos, rozándolos. Incitándolo a romper la distancia.

—Milo —advirtió, con la mandíbula apretada. Misma que muerdo travieso, jadea pesado.

—Joder, Kanon —grito, al sentir sus manos impulsándome hacia arriba, quedando a horcajadas sobre si.

—¿Eso quieres? —preguntó coqueto.

—¿Qué? —Me hago el ingenuo.

Kanon río con malicia, ahuecando mis nalgas, provocando un gemido en mí. Me restrego como gato en celo, deseoso.

—Joder —masculló, besándome y nublando mi cordura— ¿Entonces?

«Oh. Maldita sea»

Muerde mis pezones con saña, erectos aun debajo de la ropa.

—Kanon.

—¿Sí, bebé?

—Jodeme, por favor. —Ruego, sosteniéndome de sus anchos hombros con presión.

—Será un placer. —Me respondió con malicia.

La ropa se deslizada por el borde del colchón, cayendo al piso con gracia. Desnudo ante sus hambrientos orbes.