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Capítulo 11: Y.

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Una honda y cansada exhalación abandonan los labios del pelinegro en el sillón de dos plazas frente a mi. Dirijo automáticamente la mirada a él, todavía molesto por su atrevimiento.

El que esté enamorado de Aioros no es mi problema. Es suyo. Su corazón le eligió de entre muchos, y que no le corresponda es lamentable. 

Según tengo entendido, no se le declara, aún. Teme perder en definitiva su amistad, y le comprendo. A la perfección.

No aligera la tensión el que aquel castaño de ojos azules me profese amor, uno casi enfermizo. Llegar a tal punto de besarme de repente, para después irse sin más, no dando siquiera una explicación razonable o una disculpa ante su falta. Traspasando la línea al intentar tomarme en mi propia oficina. El que sea un hombre, y no una mujer, siendo de total ayuda. Igualando su fuerza, e impidiéndole lograr su cometido. Siendo dos años menor a él, no teniendo nada que ver.

El puñetazo que le encesté en la cara debió dolerle lo suficiente, y devolverle a la realidad. Esa donde se había perdido al aceptar sucumbir a sus deseos y bajos instintos. Su mirada desesperada y aterrada no disminuyendo mi furia a él.

Que mi mejor amigo se haya atrevido a besarme siendo para mi una total estupefacción de la que tardé en salir. Gracias al cielo logré aventarle lejos, golpeándose la cabeza contra la mesita de centro. Menos mal que únicamente recibió un leve golpe, de ser lo contrario, estaría yendo tras una ambulancia que le llevaría al hospital de urgencia.

—Lo siento, Camus. No medí las consecuencias, me merezco tu trato, y lo acepto —reconoció, manteniendo sus ojos cubiertos con su flequillo.

Niego con expresión compadecida.— No fue del todo tu culpa. Reconozco que el alcohol tuvo mucho que ver pero, tengo la seguridad que muy a pesar de ello, no te hubieses atrevido en ir mas allá —señalo sereno, consciente de su bochornoso estado a lo hecho.

—Eres... la persona en la que siempre he confiado, a quien puedo acudir cuando algo me aflige, o me rompen el corazón —sonríe afligido, levantando la vista, y fijándola con tristeza en mi—. Prometo no volver a siquiera intentar algo tan ruin, ni contigo, ni con alguien más. —Asiento con una sonrisa ladina—. Ahora, cuéntame como vas con Milo. Digo, últimamente te he notado más sonriente de lo acostumbrado. Supongo, ya te le declaraste. —Mi felicidad se esfuma de repente, y Shura parece notarlo— ¿Ahora qué hiciste? —cuestionó con una mueca de confusión. 

«Me conoce a la perfección»

—Ayer le estuve ignorando, pero como siempre me hizo salir de mi zona de confort y acabé por alejarle. Supongo que se dio cuenta. Al final, se rindió, y dejó de intentar hacerme conversar con él. Se fue sin despedirse. Y yo... —desvíe la mirada—, no pude evitar culparme. Mi actitud fría le alejó.

—Camus, se que el rencor que le guardas a quien te rompió el corazón aun sigue latente. El odio que dices profesarle por su traición hace tantos años te está consumiendo. Temes confiar en demasía en las personas, y caer desde lo alto de un instante a otro. Pero, no es sano lo que tú mismo te haces. Acabarás por alejar a todo el mundo; y aún que sé que eso no te importa, el que Milo lo haga te herirá de igual forma. Dime ¿Que harás tras el pasar del tiempo, sea corto o largo el lapso, y le encuentres rebosante junto a otro? —inquirió con las cejas fruncidas en concentración, y reprendiéndole por ser como es.

La opresión que se instaló en mi pecho me dio la respuesta. Por mas que me empeñé en tirarle lejos, con tal de no salir herido si las cosas no salen bien, de igual manera lo haré. El no tenerle y saber que pude ser feliz a su lado, vivir lo poco que resta de adultos, y la cansada vejez siendo amena, y no solitaria si me quedo solo.

Parpadeo repetidas veces, la humedad en mis orbes siendo un ultimátum que debo tomar con seriedad, y como el hombre de veintiocho años que soy.

—Voy a lamentarlo, para toda la vida —respondo con un pesado nudo en la garganta.

—Exactamente, amigo. Es bueno que lo tengas en claro. Ahora ¿Que harás?

—Rogar su perdón. Incluso si tengo que revelarle mis temores y darle una imagen frágil. Por qué no soy ese ser egocéntrico y sin corazón que el piensa. También soy humano, y me equivoco en grande a lo largo de la vida —manifiesto.

—Entonces, anda. Y demuestrale tu arrepentimiento sincero. No dejes pasar mas tiempo, y corre poner tu amor —sugirió, con una sonrisa gigantesca.

—Sí —murmuro, secando las lágrimas que se han escapado, mojando mi rostro.

Levantándome de un salto, corro hacia la puerta, decidido a cumplir con mis palabras.




































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—Gracias a ti, chico, voy a saber lo que se siente tener un cuñado, y para mi alivio, guapo —chillo de emoción. Al fin mi tonto hermano tendrá a la persona que tanto anhela, su estúpido plan dando sus frutos.

Camus le ama, el escucharle por sorpresa expresar sus sentimientos hacia mi hermano me regocija. Es un buen hombre, que aún que me duela decirlo, mejor que mi Degui.

—Kardia. Quita esa sonrisa macabra de tu cara. Me da miedo lo que puedas estar tramado —soltó mi esposo.

La carcajada que abandona mis labios dejando incertidumbre en Deguel y Shura.

Corriendo a la salida con malicia, sin que puedan detenerme.










































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||19022020||

🍃🌷Camie🌷🍃

El Chico de Cabellos Escarlata © CɑʍմŚ×MíӀօDonde viven las historias. Descúbrelo ahora