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Capítulo 03: De.

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Dando media vuelta sobre los talones, con los puños apretados, renegándole la oportunidad a la sangre de fluir por mis venas con normalidad. Tornando las palmas blanquecinas, casi verdes por la falta de tan vital líquido espeso correr.

Mis cortas uñas, recién cortadas esta mañana, punzando con saña en la carne, emito un gruñido feroz en respuesta. Sonando mas agresivo de lo normal, y de lo que hubiese querido.

Ésta situación tan humillante en la que me encuentro no es algo que deba tomarse con ligereza.

Mucho menos, con burla.

Temblando ante las sensaciones vibrantes en el pecho y encaminándome a grades zancadas al Nissan rojo estacionado en la orilla de la carretera. Agradezco a mi Dios el no haber llamado lo suficiente la atención, de lo contrario, me hubiese ganado algo más que solo una simple multa.

—Maldito hijo de puta —mascullo con voz ronca.

El calor acumulándose en mi rostro, sintiéndolo casi quemarme. La molestia, dominándome entero.

La presencia de aquel par de empleados bajo mi mando presintiéndola tan lejana que, me detengo con brusquedad.

No necesito voltear para saber que, aquellos a quienes considero algo mas que solo personal, se encuentran lo suficientemente abochornados como para darme cara.

Lo compruebo al observarles con el ceño y labios fruncidos por el rabillo del ojo; sus cabezas a bajo, en señal de impotencia al no haber sido capaces de cumplir con su trabajo como corresponde.

Bien saben lo colérico que me pongo cuando ocurren situaciones similares a ésta.

«Soy prácticamente un ogro que no oye razones», digo para mis adentros.

Centrando la mirada al frente, y con la mano derecha enganchada en la manija de la puerta suelto:

—Lamento que la situación haya avanzado hasta este punto. —Inicio, dejado ir una exhalación apesadumbrada.

—No es necesario que hagas esto, Camus. —La gruesa voz de Shura llega hasta mis oídos, con su peculiar acento español que tan orgulloso le ponen al restregarles en la cara a quiénes se atreven a burlarse de él.

Asumiéndole como un ser vulgar y sin modales.

«Gente patética. Dedicándose a molestar al no tener algo en que entretenerse. Más que juzgar y apuntar sin antes pensar»

—Él tiene razón, jefe. Es nuestro deber el que un cliente cubra en su totalidad el préstamo solicitado, siguiendo al pie de la letra las reglas y pautas acordadas mediante el contrato. —Asiento con amargura ante las palabras del castaño de ojos azules, que sin notarlo, me ha dado alcance de un momento a otro.

El Chico de Cabellos Escarlata © CɑʍմŚ×MíӀօDonde viven las historias. Descúbrelo ahora