🌹~ El

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Capítulo 01: El.

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Levantó mi cansada mirada del portátil negro que descansa sobre mis morenas piernas; bufando ante la tensadez que se apodera de mis hombros, y cuello. Guiándola en dirección a aquel artefacto circular empotrado en la pared de un gris cenizo frente a mi. Dándole un aspecto sombrío y triste a la pequeña casa que habito.

En estos casos, odio a Kardia, mi revoltoso y bromista hermano mayor. Solo yo fui tan idiota como para dejarle encargarse de la decoración y amueblado del que sería, mi espacio personal, por si fuera poco, solo.

Mi cuñado me lo advirtió constantemente, teniendo la experiencia suficiente como para intentar hacerme desistir.

No lo logró.

«Y cuanto me arrepiento»

En ese entonces, la amplia pila de trabajos y proyectos por entregar me tenían con la cabeza hecha un lío. Lo único que se me ocurrió estando a nada de graduarme como Ingeniero en sistemas fue la peor decisión que he tomado. Mi estado emocional por los suelos tras haber roto con mi novio. Dejándome un vacío casi imposible de llenar.

Hasta la fecha, aún lo recuerdo. Sus largas hebras azulinas que tanto amaba tocar con la yema de mis dedos, y sus ojos esmeraldas que tanto me enloquecieron, con un peculiar brillo que muchos me decían, dejaba al descubierto su lado pícaro e infiel. Me negué a tragarme tal cuento.

Pero fue él mismo quien acabó por matar nuestra relación de tres largos años. Algunas veces, siento que fue lo mejor. Mas, sin embargo, al rememorar el día en que desesperado toqué a su puerta, temblando ante la emociones lastimeras en mi sistema; con toda intención de echarme a sus brazos y esconderme en su cuello. Mi lugar favorito. Ese en el que la protección que me trasmitía, no le permitía a mi cuerpo separarme de él.

¿Y que encontré?

Niego débilmente, sintiendo la humedad acumularse en mis orbes de un momento a otro.

Parpadeó un par de veces, alejando las lágrimas de mis cuencas. No volverán más, me lo prometí aquel día.

Llorar me hace miserable ante los ojos de cual quiera. Y por ello, un blanco al que apuntar para destrozar a su jodido antojo.

Las manecillas del reloj de plata, un regalo de mi atento cuñado, Deguel, apuntando las seis y cuarenta y cinco de la tarde.

Sacándome los lentes con parsimoniosa calma, y depositándolos con suavidad en la mesita marrón en el medio del living.

Dejo caer mi cabeza contra el respaldo del sillón de tres plazas en el que me encuentro. Cerrando los ojos por un corto período, mi vista, ardiendo y rogando por un merecido descanso. Que estoy dispuesto a darle.

No es sano pasar tantas horas frente a un aparato electrónico. Tarde o temprano, las consecuencias de su uso excesivo llegarán.

—Necesito dormir —murmuro débilmente, enderezándome, y apagando la laptop.

Mi intención era devolverla a su lugar correspondiente (el escritorio en mi recámara), y digo era, por que una peculiar silueta pasando frente a mi casa me hizo detenerme por unos segundos.

Abriendo mis ojos con desbordante pánico, y arrojando el aparato entre mis manos como si quemara, al sitio en que me encontraba con anterioridad.

Trago pesado, recreando un ruidito con la boca que me hace lloriquear internamente. La preocupación expandiéndose por todo mi rostro.

A sabiendas de lo que viene corro a esconderme bajo el respaldo del sofá. Muerdo mis uñas, cortas producto de mis inquisidores nervios.

El timbre resuena en mis oídos, provocando que dé un gran salto.

Decido permanecer estático. Tal vez si no me escuchan terminen por irse.

—Señor Thalassios. Sabemos que está adentro. Salga por favor, nos urge hablar con usted —informó el hombre castaño que acostumbra a venir cada semana.

Y al que conozco de sobra. Quizás, en compañía de su compañero, Shura, un hombre gruñón y detestable que no escucha razones.

Bruscos toques en la puerta de metal me hacen dar un chillido asustadizo. La brusquedad en cada toque alertándome.

«Algo está mal»

—¡¡Salga de la maldita casa, Thalassios!! O me veré en la penosa necesidad de tumbarle la jodida puerta de una patada. —La agresividad con la que aquel “desconocido” con voz grave en un griego algo gracioso, causa una leve risa en mi.

Lo logré.

Por fin.

Mi arduo esfuerzo valió la pena.

Camus Lacroze está ahí. En persona. El prestamista al que recurrí hace tres meses por mero capricho, en mi casa, y a la espera a que el dinero que le presté, le sea devuelto.

Mi plan ha dado sus frutos.








































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||02022020||

🍃🌷Camie🌷🍃

El Chico de Cabellos Escarlata © CɑʍմŚ×MíӀօDonde viven las historias. Descúbrelo ahora