IX. Con todo si no pa qué (Primera parte)

1K 33 138
                                    

Notas: capítulo de larga duración chiquillas <3

-

Hoy es 24 de diciembre y desde principio de semana que se me ha ido el tiempo buscando los regalos que quieren las niñitas. Mi señora no pudo encontrar todos los que le pidieron al Viejito Pascuero, así que yo me tuve que hacer el tiempo después de entrenar para darme una vuelta por los malls de por acá a ver si pillaba los regalos que faltaban. Hace rato que hicimos el arbolito y también adornamos la casa; vamos a pasar Navidad los 5 no más porque no quisimos viajar a Talca a celebrar. Mi mujer se ha puesto a ver recetas para hacer una cena rica para la noche y la verdad es que todo parece estar tranquilo. No hemos tenido discusiones, no se anda dando vueltas en hueás que yo no entiendo y hemos vivido la fiesta en paz. Capaz que el hecho de tener a su hija acá igual le calme, no sé. La veo más relajada en verdad y puta, eso para mí es un alivio tremendo.

Cuando volví a México después de jugar el amistoso mi señora andaba como si nunca nos hubiésemos peleado en primer lugar. No sé si habrá influido el que yo igual lo hice bien en La Roja y que la gente igual empezó a ser menos mierda conmigo de lo que era cuando iba de titular como delantero, pero estábamos como en una tregua. Puta, la verdad es que ninguna de nuestras discusiones ha llevado a alguna cuestión en realidad. La Pame jamás me ha preguntado alguna hueá ni me ha interrogado ni me ha sacado en cara actitudes que yo tenga sin darme cuenta, aparte de decirme esa vez que andaba medio raro, pero hasta esa cuestión quedó ahí no más y nunca más la hablamos. No sé si estamos bien porque estamos bien en realidad o si acaso esta luna de miel que estamos viviendo es como una bomba de tiempo que nos va a explotar de una. Pero puta, es Navidad y yo de verdad no quiero pensar en esa cuestión ahora.

Ya veremos más adelante. Ya tendré tiempo de pensar y conversar con mi mujer, pero por ahora no quiero hacerme atados. Tampoco voy a ser tan maricón de cagarle la Navidad a mis hijas. Si tengo que seguir haciéndome el hueón para que las cosas estén tranquilas, bacán, lo voy a hacer aunque me cueste. Por el tiempo que pueda, al menos. ¿Qué pierdo al final? Si yo sé que esta hueá se nos fue de las manos a todos y desde hace rato ya.

Con el Paulo hemos seguido hablando igual como lo hemos estado haciendo desde hace casi dos meses. Todos los días, todo el rato. Me despierto con una notificación nueva de él por WhatsApp y me acuesto con sus buenas noches incluso cuando tenemos como 4 horas de diferencia. En realidad esas hueás nunca han sido impedimento para nosotros, para nada de lo que hacemos. Ni la distancia lo es. Le damos no más, con las cosas como estén, con el tiempo como venga. A veces me pongo a pensar y me digo, puta, para durar tanto con el Paulo, para ponernos tan brígidos, para que la intensidad de esta hueá haya cambiado tanto, para echarnos de menos así, para buscarnos así... tiene que haber algo más. No puede ser tan simple todo esto. No puede ser tan sencillo tampoco.

La conversa con el Arturo en Holanda y en Islandia me aclaró varias hueás, como que me hizo ver cuestiones que yo no había querido ver por miedo o porque puta que es más fácil ignorarlas. No sé si me abrió los ojos, pero como que me removió un poquito y me hizo sentir una cuestión distinta y es a esa hueá a la que yo me he aferrado todo este tiempo que el Paulo y yo no nos hemos visto; a la ilusión linda, pero más peligrosa que la cresta, de que lo nuestro es algo que va un poco más allá. A la idea de que lo nuestro puede ser una hueá real, una hueá bonita, aunque después nos haga mierda la vida.

Siempre tengo ese pensamiento en la cabeza cuando hablo con el Paulo, o cuando lo veo por videollamada, o escucho su voz por audio o miro sus fotos por Instagram o me veo alguno de sus partidos... Y yo sabía, desde el principio, desde que decidí culiármelo y cagar a mi señora, que lo que estábamos haciendo era una hueá peligrosa, pero puta, yo la taché así porque sabía que si alguien nos pillaba alguna vez cagábamos, pero nunca me imaginé (o capaz que nunca haya querido imaginarme) que mi relación con él iba a mutar hasta convertirse en esto y que después lo peligroso no iba a ser culiar en los camarines intentando que nadie nos viera, iba a ser el hecho de que nos importara un pico culiar y que prefiriéramos darnos un beso o hablar no más. Como si después de tanto jugar con fuego te olvidí de que te podí quemar, porque ya te quemaste y no te diste cuenta. O porque te quemaste y te gustó y quisiste quemarte de nuevo, porque se siente mejor quemarse que estar ardiendo para siempre.

A Primera Vista | Paulo Dybala & Ángelo SagalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora