XVI. Un hasta luego así puta que vale la pena

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El Paulo me llamó hace media hora para preguntarme si me tincaba comer sushi y yo le dije que sí, pero la verdad es que el sushi no me gusta tanto y no se me ocurrió nada más para sugerirle en ese momento; él tampoco me dio más opciones igual. Dijo que se demoraba poco, que estaba cerca y que compraba y se venía altiro y pa mí, puta, bácán po, hueón. Puse la mesa pa distraerme, pero en realidad yo no tenía el sushi en la cabeza, como que tampoco tengo muchas ganas de almorzar en verdad. La conversa con la Pame me dejo raro.

No sé en realidad por qué me afectó tanto, o sea, yo me imagino que debe ser porque hace varias semanas que no escuchaba su voz y como no terminamos precisamente bien igual es impactante volver a tener una conversación. De todas maneras, fue más civilizada de lo que yo me imaginé en un momento que iba a ser y, puta, si la Pame quería gritarme y sacarme la madre y tratarme a chuchás en verdad que yo lo entendería, si al final no es pa menos. Es obvio que siga enojada y es obvio que no quiera verme, esas hueás son fijas pa mí. Si yo fui el que la cagué acá. Igual, yo cacho que por eso me sorprendió así que la conversación que tuvimos haya sido tan piola, tan tranquila, tan como antes...

Bueno, en verdad, es lo que tenía que ser. No por nosotros, sino por las niñas, porque ya, no estaremos juntos y sí, yo me pegué el tremendo cagazo, pero eso no significa que como por arte de magia deje de ser papá o deje de querer a mis hijas y deje de tener responsabilidades con ellas o deje de querer estar con ellas. La Pame entiende esa hueá, si por eso me llamó al fin y al cabo. Yo igual tenía la esperanza chica cuando vi la llamada entrando de que me quisiera hablar de las niñas y de verdad que me siento super como aliviado de que sí se haya dado, pero igual eso no deja de ser menos potente y todavía siento como esa cuestión extraña en la garganta, como que todavía siento ajena la conversación con la Pame, no sé.

Filo, la buena noticia es que la Pame quiere conversar. Quiere hacer las cosas bien, como me dijo. Sí, yo soy el saco de huéas, pero las niñas no merecen por eso pasar por lo que están pasando. Cuando me dijo esa hueá, hueón, yo me sentí pa la cagá, o sea, qué cosas estaban pasando mis hijas pa que la Pame al final se decidiera a llamarme por teléfono. Ella me contó que las niñitas preguntaban a cada rato por mí, que pasaban queriendo verme, que siempre estaban preguntando por qué ahora se estaban quedando en casa de la Nona y no en su casa. Que cuándo iban a volver. La Pame me dijo que ella no quería hacerles daño a las niñas y que entendía que tenían que verme, que querían hacerlo, que les iba a hacer bien y que ella tampoco quería ser de esas típicas minas que como venganza no le dejan al ex ver los hijos. Yo sé que ella no es esa mujer, igual.

Nos pusimos de acuerdo en vernos acá en las próximas semanas. Yo le dije que no podía salir de México ahora porque voy a empezar la temporada y ella no puso problemas, me pidió no más que la esperara unos días pa ver bien cuándo puede encontrar pasaje y para organizarse con su mamá para que viera a las niñas. Porque obvio, las niñitas no iban a estar presentes mientras nos poníamos de acuerdo con el tema de las visitas, del divorcio, y puta, sí, yo me muero de ganas de verlas, pero tal vez así es mejor. No quiero que se encuentren a un papá cagao' cuando nos volvamos a ver, quiero que se encuentren al papá que las ha amado toda su vida.

Y yo puedo esperar un poco más pa verlas, para estar bien y para sentirme bien cuando esté con ellas de nuevo. Pa tratar de ponerle un poquito de orden a mi vida y organizar esta cagá que tengo siempre en la cabeza. Haber hablado con la Pame es un paso; y ella ni siquiera tenía esa voz llena de rabia como tenía cuando le conté la verdad en Turín. Puta, la Pame es una mina bacán, hueón y es capaz de tragarse la pena y la rabia que debe tener todavía porque juro que entiendo si la sigue teniendo, es lo más normal del mundo, pero ella hace a un lado esa hueá y pone primero el bienestar de nuestras hijas y, hueón, no todo el mundo hace esa hueá.

A Primera Vista | Paulo Dybala & Ángelo SagalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora