XXIII. Esta hueá es sin llorar (total, todos los caminos llevan a Roma)

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Notas: Por favor chiquilles , escuchen esta canción preciosa de Zahara llamada "Con las ganas", para que se hagan una idea de los sentimientos de Ángelo durante este capítulo y creen una atmósfera bacán <333

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Han pasado dos semanas desde el llamado de la Rufina. Catorce días, hueón, no sé a dónde ni cómo se fue el tiempo tan rápido. Casi ni me di cuenta cuando me tuve que subir al avión, cuando me mandaron el pasaje, cuando me llamó el nuevo entrenador, cuando mi representante me dijo que contestara el celular porque estaban alegando de que no me podían ubicar... Había sido como estar viviendo en una nebulosa, hueón, como en una burbuja. Una hueá muy extraña, muy ajena. A la Begoña la había devuelto a la semana, porque no me había sentido capaz de cuidarla de verdad. La cabeza la tuve en otro lado desde que la Rufina me llamó. ¿Cómo darle la comida? ¿Cómo enseñarle cosas? ¿Cómo jugar con ella? ¿Cómo salir al parque? Llamada culiá, me mandó a la mierda... Y no tuve cómo explicárselo a la Pame.

Porque obvio que ella no sabía y obvio que ella de verdad se creyó que a la Rufina le cayó mal a la guata el completo que se había comido a la once y nunca sospechó ni una hueá y cuando le dije que me iba a tener que ir antes por lo del entrenador nuevo que teníamos y que por eso le dejaba a la Begoña una semana antes de lo presupuestado no me hizo atado y me creyó todo y yo, hueón, devolviendo a mi cabra chica con todas sus cositas a ese departamento, como si fuera cualquier cosa, me despedí apenas, con el corazón roto cuando sentí los pasitos de la Rufina por el pasillo, cuando escuché su voz gritando ¡Papá! Antes de que me fuera. Me arrodillé pa abrazarla y ahí nos quedamos, juntitos en la entrada del departamento, ¿por cuánto? ¿Segundos, minutos? La Pame mirando callada, con la Begoña en sus brazos.

"Papito perdóname por favor" Me acuerdo de que me dijo al oído.

Pero ya no estaba llorando. No estaba llorando mi niñita, como si hubiera llorado ya demasiado o como si no quisiera que la Pame se diera cuenta.

Yo le sonreí. Le respondí que sí con la cabeza, porque no me salieron las palabras.

En el avión me fui pensando si en realidad la había perdonado o no.

Y la verdad es que todavía no soy capaz de confesarme a mí mismo ni de darme una respuesta a esa hueá, no soy capaz de responderme con sinceridad y puta, capaz que eso es porque la respuesta no me va a gustar y por eso dilato decírmela y me quedo callado, cavilando pa mí mismo, intentando irme con rodeos porque no tengo los huevos pa aceptar que no, que no he perdonado a la Rufina y que capaz que nunca la voy a perdonar por lo que me hizo.

Por lo que nos hizo a los dos.

Estaba enojado. Estoy enojado, no sé cuánto más voy a seguir enojado. No sé cuándo se me va a pasar esta rabia o este miedo o esta hueá terrible que me corre por las venas o que me aprieta el corazón y que no sé qué es lo que es, pero que me duele... No sé. No tengo idea. Estoy más enojado que la cresta y tengo pena y tengo rabia y como que no se pasa, no importa el tiempo. Se acrecienta no más, cada vez que hablo con la Pame, cada vez que pienso en lo que pasó, cada vez que evito los mensajes y las llamadas del Paulo, cada vez que el Bruno insiste con vernos, tal vez, cuando vuelva a Chile...

Todo me da vueltas y todo me lo cuestiono y no entiendo, hueón, no entiendo cómo chucha esta hueá, que estaba tan bien, que iba tan bien, que parecía tan segura, que después de tanto, tanto sufrimiento y tantos problemas al fin habíamos podido mantener estable, mantener feliz, se había deshecho tan de la nada y por algo tan... tan penca. No perdoné a la Rufina y capaz que nunca la vaya a perdonar y supongo que está bien, por ahí va a pasar con el tiempo o por ahí no pase nunca o puta, no sé.

A Primera Vista | Paulo Dybala & Ángelo SagalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora