XX. Hueón, qué brutal

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— Eu, tengo que ir al Club a buscar unos papeles que me pidió Gustavo ahora que no está en el país. ¿Venís conmigo? Quiero mostrarte el departamento que estoy viendo también. Puedo llamar a la chica para agendar una visita, almorzamos y vamos, si querés.

Apagué la máquina de afeitar, para puro escuchar bien lo que me estaba diciendo. El Paulo estaba vistiéndose sentado en la cama, así que yo giré la cabeza a la izquierda y lo alcancé a mirar. Se había puesto un short blanco y una polera burdeo de manga corta, todo eso mientras estaba esperando una respuesta mía.

— ¿Al Club? —repetí, pero en verdad fue una manera de hacer tiempo para encontrar qué decir—

— Sí. No nos demoramos mucho, son unos papeles de la extensión del contrato. Los busco y vamos a mirar el depa.

Prendí de nuevo la máquina y me incliné pa mirarme al espejo. No había estado seguro de afeitarme, básicamente porque me había empezado a cuidar la barba y a perfilármela desde que comencé a vivir solo allá en México, así que afeitarme al cero en realidad yo no lo había considero nunca, pero bueno, si quería pasar más piola aquí me convenía hacerme un look diferente.

Y puta, probablemente lo que no me convenía era acompañar al Paulo a un lugar así, donde todos le iban a preguntar quién era yo porque nunca me habían visto antes. No me atreví a decírselo en voz alta, igual.

— ¿Estai seguro de que es una buena idea? —así que lo hice de una forma más piola, menos directa.

El Paulo, que se estaba poniendo las zapatillas, frunció el ceño como si no entendiera lo que yo le estaba diciendo. Supongo que por eso nos quedamos callados un ratito, mirándonos fijamente hasta que fui yo el que quiso romper ese contacto. Me pasé la máquina por el mentón y el ruido que hizo fue lo suficientemente fuerte como para tener que decirle ¿mmmm? al Paulo cuando lo escuché empezar a hablar.

— Que por qué sería una mala idea. Fui con varios amigos ya, no es nada nuevo. —se había terminado de amarrar las zapatillas, estaba bajándose la polera, que le cubría un poquito más abajo del poto.

— No sé, porque alguien podría cachar.

— ¿Que vos sos de Chile?

De la Selección Chilena, me refiero.

— Decimos que somos amigos, que nos conocimos en la Copa. Tampoco nos vamos a dar un beso en frente de ellos, ¿o sí? —el Paulo, hueón, con su sonrisita picaresca cree que lo arregla todo. En una de esas yo me hago muchos atados no más, quizá soy muy rolliento. Quizá el Paulo tiene razón y nadie nos va a cachar, nadie va a preguntar, nadie va a sospechar. Además, están todos de vacaciones, no deberíamos toparnos con ningún hueón...

— ¿No nos vamos a topar con nadie? —como que se lo solté no más. Chuta, me queda pelo aquí todavía...

— ¿Compañeros vos decís?

— Mmmm.

El Paulo caminó cerca, lo sentí apoyarse en el umbral de la puerta.

— No, no creo. Salimos todos de vacaciones.

— ¿Te imaginai encontrarnos al Cristiano ahí? —no me pude quedar callado. Todavía medio mal afeitado lo quedé mirando; quiere reírse mi gatito, está en que se atreve o no.

— ¿Qué harías si estuviera ahí?

¿Mearle el territorio como dijo el Arturo una vez?

— No sé, ¿sacarme una foto supongo?

Broma.

Mi broma lo hizo reír, en todo caso.

No, ni cagando. ¿Te imaginai? O sea, antes sí. Antes sí, todo el rato, capaz que me hubiera puesto hasta nervioso. Me hubiera sacado una foto con ese hueón y me hubiera creado hasta un Instagram pa subirla. Cristiano era mi delantero favorito, yo lo admiraba caleta, trataba de hacer las mismas cosas que él, hasta que supe lo que le había hecho al Paulo. Igual, esa hueá me hizo darme cuenta de que un ídolo tiene que ser más que solo talentoso, ¿cachai? Tiene que ser una buena persona. Y por ahí el hueón en otro sentido lo es, quién sabe, pero con el Paulo no lo fue. Con el Paulo se portó super mal. De todas formas, si él no hubiese sido un saco de hueás con mi gatito, quizás él y yo nunca nos hubiéramos conocido y yo no estaría ahora en Turín, en un departamento escondido entre las montañas, afeitándome la barba que tanto me costó lucir.

A Primera Vista | Paulo Dybala & Ángelo SagalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora