CATORCE

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Investigué lo que sabía y busqué comprobarlo lo mejor posible. Intenté verificar la mayoría de mis hipótesis. No todas las logré comprobar y verificar. Aún necesitaba mucha información que no llegaría por sí sola, ni lograría desde casa o simplemente recorriendo Jefferson Park cada noche en busca de respuestas desde mi lógica propia.

Hasta que, decidí que, tenía que ir a una serie de lugares y ver con mis propios ojos las respuestas que tanto buscaba, y aceptar que dentro de mi lógica nunca lograría nada.

Hice planes. Hice una lista. Y no podía dejar pasar más tiempo, tenía que salir ya mismo, esa misma noche.

Y justo cuándo ya tenía alistado mi bolso con las pocas cosas que tenía en mi cuarto, y algunas que seguían dentro de él desde mi último escape. Sólo me faltaba una cosa...

Y eran las llaves de mi auto.

Las llaves del auto negro que estaba aparcado afuera que, desde que cumplí 16, es mío.

Revolví mi cuarto en busca de las llaves, no encontré nada. En el bolso, no estaban. En la sala, tampoco. Y a los minutos de haber comenzado a buscar recordé...

Desde hace un tiempo que, todas las noches, mamá guarda mis llaves en su caja fuerte, y las devuelve a su lugar en la mañana para poder ir a la preparatoria. Supongo que ya bien sabe que escapo de noche.

Pero eso no importaba. El punto es que no las tenía, y aunque pudiese averiguar su combinación, ella tenía guardia montada en su habitación, con esa pequeña mascota que me desprecia tanto y que puedo asegurar que ladraría como loca apenas al olfatearme desde el pasillo que conecta a ese cuarto.

Así que... no tenía llaves. No tenía auto.

Pero... ¿Qué tan necesario era el auto?

Sí es necesario.

Abrí mi ventana y me dispuse a observardirecto al final de la calle, las casas un tanto alejadas. Y luego reduje mi vista y observé las casas más cercanas.

¿Dónde consigo un auto?

Margo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora