Miraculous: Quiero estar contigo.

11

Había pasado un mes desde que Nathalie huyó de la mansión Agreste para jamás volver; día a día la búsqueda fue sesando, cada quien retomó su actividad, a excepción de los dueños de la casa; durante el día Gabriel y Adrien la buscaban con desesperación, y en las noches, Hawkmoth y Chat Noir tomaban la posta por separado, buscándola, pero como cada noche desde que comenzaron no obtenían ninguna señal de parte suya, el distrito de Paris emitió una alerta en todo su territorio, cualquiera que supiera del paradero de Nathalie Sancoeur debía comunicárselo a las autoridades de inmediatos, incluso Gabriel había puesto una recompenza por ello, pero nadie hasta la fecha había dado información valiosa, lamentablemente esto solo se remitía a París, por lo tanto el resto de Francia no tenía idea de lo que sucedía, ni siquiera la ciudad de Boulogne del distrito paso de calais, en donde nuestra fugitiva tenía asilo.

Las cosas para Nathalie se volvieron tranquilas los últimos días, comenzó a trabajar con Sarah en su restaurante y llevaba una vida calmada; cada tanto recordaba lo que vivió en París y sus ojos se cristalizaban, pero nada más, desde el día que volvió prometió no llorar, y hasta el día de hoy cumplía su promesa.

De fondo en el lugar sonaba "la de la mala suerte" una canción bastante popular en los últimos días, la ejecutiva escuchaba las estrofas con un gran dolor punzante en su pecho, las frases expresadas y la melodía hacían que ella recuerde su vida junto a Gabriel, al cual nunca dejó de amar, casi al borde de las lágrimas se acercó al mostrador y cambio de emisora para que aquella tortuosa canción saliera de los parlantes y así evitar romper la promesa que juro mantener.

─Hey, esa era mi canción favorita─ bufo su amiga saliendo de la cocina con una bandeja llena con platos

─Lo siento─ se disculpó ─Me hace mal─ acotó melancólica

─Como digas─ camina y va hacia una mesa, deja los pedidos y vuelve con su amiga, la cual estaba a cargo de la caja registradora ─Ya paso un mes Nathi, ¿vas a volver?

─Sari ya hablamos de esto─ se quejó tomando una planilla y una lapicera, tenía que anotar los balances del día ─Deje atrás a París─ hace una leve pausa ─Y aún estoy pensando en como aparecer en la vida de mi hija─ la mira

─Ese es un gran paso─ sonríe ─Si esa niña es como tú te amará desde el momento en el que cruces la puerta del orfanato

─Si es como yo me dará una mirada fría mientras me grita a la cara─ ríe ─Pero si tarde o temprano me perdonará

─¿Que hay del sexy de Gabriel Agreste?─ pregunto pícara ─¿No irás tras tu príncipe?

─No es mi príncipe─ suspira y cierra sus ojos ─Me odia, no sabes cómo me habló ese día─ se queda callada y esconde su mirada en el suelo ─Nunca me amo, fui solo una compañía

─Hombres─ bufo ─Pero no somos nada sin ellos. . .

─No digas eso, no necesitamos a los hombres─ rodea sus ojos

─Es cierto pero a la vez no─ guiña un ojo

─Como digas. . .

─Sabes que tengo razón─ desvía su mirada ─Hablando de hombres, ¿que hay de cierto pelirrojo que viene todas las tardes y se sienta en esa mesa para verte?

─No me mira, la mesa está frente a la caja, y es imposible no ver para este lado─ se excuso

─Claro, ¿y cuál será tu excusa para cuándo viene y está vacío?, siempre se sienta ahí.

─Tu usas la misma marca de lapicera porque dices que las demás escriben feo, a él le gusta sentarse en esa mesa y no veo lo raro─ se quejó

─Vamos Nathalie, en vez de estar aquí haciendo un gran esfuerzo para no llorar cada vez que la radio pone una canción que te pega, deberías caminar hacia esa mesa y hablar con el─ sugirió con insistencia