El señor oscuro sabía que le decía así, y no caí en cuenta de lo malo que era aquello hasta el día siguiente de la fiesta, cuando estaba con un terrible dolor de cabeza recostada en la cama de Yoongi, mientras él parloteaba de lo bien que se la había pasado en la fiesta, de cuantas chicas había besado, y de una que había sido la elegida y que, al parecer, se había equivocado un poco.
No recordaba claramente en aquellos momentos que era lo que había pasado como para que el señor oscuro supiera su apodo, ni tampoco sé cómo es que supo que le había dicho a Myungsoo, Myungsoo el Bulto, pero estaba segura de que había sido todo el alcohol que llevaba en la sangre lo que me había hecho estar de esa manera: sin saber que decía ni con quien.
De cualquier manera, nada más interesante había pasado durante el resto del mes (además, claro, de preguntarme y sentirme culpable por haberle dado un apodo a Jung... El señor oscuro).
En artes, la maestra nos hacía practicar la pintura y esas cosas, y en el resto de las clases, nada distinto ocurría. Todo era tan normal y monótono como siempre.
A finales de septiembre, a un mes de haber entrado a clases, la profesora Cárter estaba un poco histérica porque había notado que nadie había comenzado su proyecto de final de semestre. Yo ni siquiera estaba tomándole atención porque estaba pensando en algo que la verdad no recuerdo, pero podía sentir la presencia de el señor oscuro a mi lado mucho más que antes. Ya estaba acostumbrada a él, pero a veces tenía esa extraña sensación de que él estaba en el mismo lugar que yo, incluso cuando estaba en los privados confines del baño.
Estaba tan distraída, que ni siquiera me di cuenta de que la profesora había dejado de parlotear y había dado una orden. Solo lo hice hasta que el señor oscuro me movió suavemente en hombro y me susurro: —Hay que idear el mural.
Lo miré atentamente unos segundos, intentando averiguar qué diablos era lo que había dicho (así de ida estaba), pero alejé mi mirada de la suya cuando noté que alzaba una ceja y sonreía de lado. Mis mejillas ardieron un poco.
—Mueva las manos y haga algo —me gritó la señora Cárter, moviendo sus manos exageradamente.
Ahí fue cuando comprendí que tenía que hacer que era pintar, obviamente.
Sin embargo, yo estaba en blanco. Teníamos el lugar, pero no tenía muy claro qué era lo que Jung... El señor oscuro quería pintar. Y el muro junto al árbol también nos limitaba bastante. Así que comencé a pensar en que podíamos pintar allí.
Me encorve hacia adelante, mirando fijamente el lienzo frente a mí, intentando imaginar que era el muro. Nada. Al igual que aquel día junto a el árbol, no se me ocurría absolutamente nada. Enderecé mi espalda, nada. Mire por la ventana, nada. Mire al señor oscuro, mucho. Un montón de ideas.
Podía ver oscuridad en él, pero también felicidad. Una alegría que no se podía comparar con la mía porque la de él era mucho más grande y distinta. Quizás, pintar y dibujar lo llevaba a otro mundo, a un mundo donde todo es feliz, donde no hay problemas que te atormentan, donde no hay nada malo que te haga daño. El señor oscuro era feliz pintando. Y yo lo veía en su rostro concentrado y en el brillo en sus ojos.
Le di una hojeada a su lienzo y me di cuenta de que ya tenía un boceto dibujado y que en su mano tenía una tableta para mezclar los colores. Después de crear un color oscuro, más o menos como un azul marino, Jungkook untó su pincel con el acrílico y luego estiró su brazo hasta el lienzo. Comenzó a mover su mano con suavidad, y la desplazaba con movimientos rápidos y concisos. Mientras mezclaba colores y pintaba, comencé a visualizar lo que planeaba o al menos, un atisbo de ello.
Era un anochecer. Pero no uno en la playa, como algo típico que una pinta cuando es pequeña, sino que era uno desde un mirador, en alguna montaña a los alrededores de una ciudad. La luna se veía llena y brillante, e iluminaba parte de unos árboles que estaban cercanos a la baranda del mirador. No había comenzado a pintar los detalles de las luces de la ciudad o las estrellas, pero aun así se veía hermoso. Era una vista romántica para un lugar romántico.
Me pregunté si él alguna vez había ido a un lugar así de bonito, como para que lo pintara con tanta precisión, con tanta belleza. Podría haber ido él solo, en busca de algún momento tranquilo, como también podría haber ido con alguna chica.
—Jungkook —lo llamé, en un susurro. Él me respondió con un «Hum»— ¿De dónde has visto algo tan bonito?
El señor oscuro movió el pincel sobre el lienzo un poco, luego me miró atentamente, parpadeando un par de veces.
—De mi mente —contestó—. Y tú no has hecho nada...
Me sonrojé avergonzada al percatarme de dos cosas: No había hecho nada, como él lo decía, y lo había estado mirando a él y a su pintura todo el tiempo como una verdadera babosa.
—No se me ocurre nada, pero me gusta mucho el tuyo —repliqué, dubitativa—. Deberíamos hacer eso.
La sonrisa que dibujó en sus labios fue sincera, como de silencioso agradecimiento. Mi estómago me cosquilleo un poco al verla. Me sentí feliz de haberle dicho que me gustaba su pintura, porque lo hice sonreír de una manera que quizás nunca más volvería a ver, pero que, a pesar de todo, recordaría por el resto de mi vida.
—Me estás mirando, de nuevo —murmuró el señor oscuro volviendo a pintar.
—Lo siento, suelo hacerlo con la gente —contesté, sintiendo como mis mejillas ardían más.
El señor oscuro río cortamente entre dientes, mientras negaba con la cabeza.
Durante el resto de la clase, me dediqué a observar cómo pintaba y a simular que yo pintaba cuando la profesora me miraba. Ya no sacaba nada con hacer algo, sin embargo, porque me gustaba lo que el señor oscuro estaba haciendo, y yo no tenía ninguna otra idea.
Y si la tenía, la iba a hacer para mí, no para que una pareja de enamorados la vea. Solo para mí y mi compañera de dormitorio.