Capítulo 6

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Estaba rara. Yoongi y Jimin lo notaron. Yo lo sabía. Y la verdad es que no sabía qué era lo que ocurría conmigo, para intentar cambiarlo o algo.

Aquel mismo día, durante la hora de almuerzo, descubrí que no me estaba comportando como normalmente lo haría. No sonreía ni hablaba, tampoco escuchaba lo que decían los chicos. Había algo que me molestaba, pero cada vez que buscaba por lo extraños pasajes de mi mente, no llegaba a ver nada.

Nuestra mesa, como siempre, estaba llena de risas y comentarios en voz alta, llenando el comedor de ruido y felicidad.

Pero yo no me reía. Yo estaba moviendo mi comida sin levantar la vista, dispuesta a encontrar qué era lo que me hacía estar rara. No me gustaba estar así. Yo no era así, y nunca me gustaría serlo.

Si hubiese estado tomando atención, me hubiese dado cuenta de que los chicos no hablaban más, pero nada de lo que pasaba a mí alrededor entraba en mi pequeña burbuja. Pero entonces alguien tocó mi hombro suavemente, sacándome de mi palacio mental. Miré por sobre mi hombro a la persona que me estaba llamando con su toque y me encontré con unos suaves ojos castaños y una muy leve sonrisa dibujada en unos labios pornográficos.

—Al fin te encuentro —suspiro Jung... El señor oscuro—. Necesito saber cuándo puedes venir a el árbol para...

No pudo terminar de hablar porque la mesa se llenó de exclamaciones y murmullos contemplativos. 

—El viernes puedo... —le contesté, recordando mi agenda.

Mentira. El viernes no podía. Pero no quería ir a una fiesta después de la última que tuve, que había sido la semana anterior y que terminé con un dolor de cabeza que me duró el resto de la semana. No más fiestas para mí si quería terminar la universidad.

—Tenemos que llenar la hoja con lo que vamos a necesitar para pintar el muro —agregó después de unos segundos.

—Claro —sonreí.

El señor oscuro hizo un movimiento dubitativo hacia adelante, inclinándose unos dos centímetros en mi dirección, pero luego se rectificó y sacudió su mano en el aire mientras se despedía de mí. Volví mi cuerpo para quedar derecha frente a la mesa y continúe moviendo mi comida, con una extraña sonrisa en mis labios.

Ya no me sentía tan extraña como antes.

Mi compañera de cuarto era una tipa rubia, con enormes pechos y un trasero un poco triste, que hablaba tan chillón que después de que dejaba de hacerlo, tú oías un pitido. Era hueca, pero no era mala persona.

La universidad es totalmente distinta a la escuela. No está la típica chica que es la reina del baile con sus réplicas casi exactas. Tampoco está el chico hermoso, ese que camina por los pasillos derritiendo a un montón de chicas y que se había acostado con la mitad de ellas. Tampoco estaban esos nerds con enormes lentes ni rostros llenos de espinillas. No hay nada de aquello, porque todo aquello es un prototipo de persona. Puede que te encuentres con alguna chica hermosa y sus semi réplicas, con un chico guapo, o con un chico que use lentes gruesos, pero eso no quiere decir que aquellas chicas sean tontas y vacías, que aquel chico sea un don Juan o que el chico con lentes sea un verdadero adicto a los vídeo juegos.

Voy a hacer dos cosas con esto.

La primera: mi compañera de cuarto. Ella, a pesar de hablar diez tonos más chillones, de vestir ropa rosada y tener las uñas tan largas que debe ser hasta placentero rascarse el trasero, era profunda. Bueno, era comprensible. Estaba estudiando psicología, pero la verdad es que, desde el primer día, la chica me analizó, me dio consejos y profundos análisis de la vida y el comportamiento humano.

𝐀𝐂𝐔𝐀𝐑𝐄𝐋𝐀 𝐍𝐄𝐆𝐑𝐀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora