Capítulo 8

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Las manos me temblaban y me sudaban, como siempre al sentirme nerviosa.

Oh, qué largo era aquel maldito pasillo, por dios. Solo hay diez habitaciones por lado, pero esa vez se me hizo muy, muy, muy largo. Estaba a punto de echarme a llorar. Pero tenía que hacerlo, tenía que ir a la última habitación del lado derecho, tocar la maldita puerta, entrar, sentarme y dibujar al imbécil de Jungkook.

Si, ya no era el señor oscuro. Porque ya no había razón para decirle así; ya sabía su nombre, sabía que ningún rumor era real, sabía que él en verdad no es oscuro. Solo es Jeon Jungkook. Y nada más. Bueno, y algo más, pero eso queda para mucho más adelante.

Como decía, estaba muriendo de nerviosismo, y casi me da un ataque cardiaco cuando me detuve frente a la puerta y la golpeé dos veces. Diez segundos: nada. Volví a golpear:

—¿Quién es?

—Eider —mucho ruido, la puerta se abrió. Ataque cardiaco superado, luego el segundo ataque.

Jungkook estaba sin camiseta y con unos pantalones de esos que usas para pasearte en casa. Tatuajes, hermosos y sensuales tatuajes. Me picaron las manos por tocarlos, pero las hice puños solo para evitarlo. Soy muy osada, lo sé, pero vamos, no iba a hacerle pensar que quería sexo salvaje con él. Solo quería dibujarlo y punto. Bueno, y admirar su belleza masculina y ruda.

—Hey —le dije, mirando el brazo.

Él sacudió su cabello un poco con una mano, llamando mi atención a su rostro.

—Pasa —se hizo a un lado y yo entré. Inmediatamente, me encontré con algo totalmente distinto a lo me esperaba. Estaba relativamente ordenado. Había un par de calcetines y camisetas en el piso, pero eso lo puedes encontrar hasta en mi habitación. Su cama estaba deshecha. Lo sé porque en la otra había un chico con audífonos grandes puestos mientras tecleaba como loco en el portátil sobre su regazo. Había una enorme ventana que permitía ver el patio junto al edificio. Estaba nublado, pero aun así entraba un montón de luz en la habitación.

Jungkook se acercó al chico de la otra cama y le golpeó los pies, intentando llamar su atención. El chico levantó sus audífonos y su rostro, mirándolo un poco molesto.

—¿Qué? —exigió.

—Taehyung, esta es Eider... —me presentó.

—Oh, la chica que siempre sonríe. Si la conozco... —Yo también. Habíamos tenido un encuentro el año anterior. Taehyung estaba molesto por algo y yo lo perseguí por casi todo el campus con tal de hacerlo reír. Y digo perseguir de perseguir corriendo. Dejé de hacerlo cuando comenzó a reírse de mí porque casi me caí. Fue bueno para el ejercicio.

—Necesitamos que te vayas —agregó Jungkook. Una sonrisa lenta se dibujó en los labios de su compañero.

—Claro que si necesitas que me vaya —dijo con malicia. Cerró su portátil, bajó sus audífonos hasta su cuello, se inclinó para tomar unos botines y luego se acercó a la puerta, abriéndola—. La foto está en tu cama —luego se fue.

Miré a Jungkook y lo vi palidecer, luego tornarse un poco rojo, y por fin, parecer la nariz de Rodolfo el Reno. De un salto, estuvo sobre su cama, revolviendo frazadas y sábanas como loco, murmurando maldiciones y «¿dónde mierda está?» desesperados. En uno de esos movimientos de frazadas, un pequeño papel fotográfico salió volando, pero Jungkook estaba demasiado metido en buscar algo en su cama, que ni siquiera se dio cuenta.

—¿Buscas esto? —le pregunté, inclinándome para tomar el papel del piso.

Una mano salió de la nada y me quitó el papel. Jungkook dejó salir un suspiro de alivio y con mucho cuidado guardó el papel fotográfico en su mesita de noche.

—Una foto familiar —dijo con una sonrisa ladeada.

Asentí, sin darle importancia. Eso había sido extraño, sobre todo viniendo de alguien tan tranquilo como Jungkook, pero como yo podía tener mis ataques de tranquilidad, él también podía tener sus ataques de hiperactividad.

En unos minutos, Jungkook ya tenía arreglado todo el desorden que había hecho por buscar la fotografía. Luego, con una palmada suave en su cama, me invito a que me acomoda. Otra vez los nervios me atacaron, pero hice lo posible para que no se me notara y me senté frente a él.

—Bueno, si quieres que te dibuje bien, tienes que ponerte al otro lado. La luz te da en la espalda —le dije, mirando todos los ángulos y tomando en cuenta los buenos.

Ambos nos volvimos a mover, Jungkook quedando al final de la cama. Era medio día, lo que significaba que la luz era potente.

Punto suspensivo para mi mente en aquel segundo en que me fijé en sus ojos. Durante esos dos años, había creído que el color de sus ojos era un simple color castaño, pero con la luz a su favor, se veían de un color miel un poco verdoso. Un color de lo más extraño y hermoso. Y yo, como la loca impulsiva que soy, lo tome por ambas mejillas y me acerque a su rostro, mirándolo fijamente a los ojos.

—¿Eider? —oí preguntar— ¿Qué estás haciendo?

Pestañee un par de veces y luego note la posición. Fui consciente también del calor que emanaba su rostro y del tono rojizo que se había tornado, y de un empujón suave, me alejé de él. sacudo mi camiseta sacando el aire de mis pulmones. Eso había sido muy raro en mí.

Carraspee antes de decir:

—Lo siento. Un trance loco que a veces tengo —luego tomé mi block de dibujo de mi bolso, mis lápices y me senté cruzando mis piernas, intentando parecer totalmente desentendida de lo que había ocurrido unos segundos antes—. Entonces, ¿cómo quieres que te dibujé? —Jungkook, aún en estado de tomate, se acomodó en la cama, y me sonrió de lado.

—Como quieras, voy a hacer como que no estás aquí.

—Es lo mejor —le sonreí, sabiendo por experiencia propia que es muy incómodo que te estén mirando con ojo crítico.

Con el pasar de los minutos, el rostro de Jungkook iba tomando forma en el papel. Cada vez me sentía más y más orgullosa de mis aptitudes para el dibujo, y me sentí aún mejor cuando finalicé el dibujo y solo me quedaba dedicarme a los ojos. Estuve cerca de una hora intentando capturar los colores que podía distinguir de ellos sin tener que estar a menos de dos centímetros de su rostro, y la verdad es que al final de todo, cuando me dejé caer sobre el respaldo de la cama, y levantar un poco mi dibujo y colocarlo junto al real, sonreí sintiéndome Van Gogh. Con las dos orejas, claro.

Me sentí un poco triste al pensar en que tenía que entregarlo y no quedarme lo para mi solita y ponerlo en un santuario como Helga lo hizo con Arnold.

Al miércoles siguiente, la profesora Carter estaba pidiendo los dibujos. Cuando nombró a Jungkook, me di cuenta de que no había visto su trabajo con mi rostro. ¿Y si me había dibujado toda fea y llena de bellos en el rostro?, ¿Quizás también con una verruga y un diente afuera? Entre en pánico, pero intente contenerme. Era totalmente injusto, también, porque Jungkook había visto mi dibujo de él, pero él no me permitió ver el suyo.

Me volví a sentir molesta con él y con todos. Ni siquiera sabía por qué, pero incluso no hablé con los chicos en todo el día. Bueno, hasta que Yoongi casi tiro mi puerta y atrapo a mi compañera de piso colocándose su pijama y me pregunto qué diablos era lo que me pasaba como para que estuviera tan molesta. Yo le dije que Jungkook me había dibujado, pero no me había mostrado ni un poco de lo que había hecho, mientras yo lo había mostrado listo.

—Eso es muy estúpido, Eider —dijo Yoongi, riéndose de mí, y mirando de reojo a mi bien dotada compañera de vez en cuando. Luego me deseó las buenas noches, todo protector dándome un beso en la frente y saliendo de la habitación.

Ya, era estúpido. Pero quería a Jungkook, y yo estaba intentando encontrar alguna señal para ver si él también lo hacía. Y, claramente, el que no me haya mostrado su dibujo para mí era un enorme letrero en su frente diciendo «Yo no quiero a Eider Voigt».

𝐀𝐂𝐔𝐀𝐑𝐄𝐋𝐀 𝐍𝐄𝐆𝐑𝐀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora