Cuando Naruto quedó embarazado, jamás habló sobre el padre del bebé. Aún cuando muchos se lo preguntaron, era imposible creer que alguien había tenido los huevos para huir del rubio y escapar de la responsabilidad.
Se mantuvo callado, con la clara idea de sacar adelante a su hijo y convertirse en Hokage.
Iruka en serio no se sentía para nada contento, no era algo que esperaba, pero con Naruto nunca se sabía que esperar. Así que como buen hombre, que hizo el papel importante de cuidar al niño como su hijo, lo apoyo. En todo, en las partes en que lloraba porque una flor se había secado o en las que se sentía tontamente inútil, cuando en las calles le miraban con admiración. Estuvo ahí, como otros tantos que le escucharon.Kakashi había sido en esos tiempos un Hokage, en la mayoría del tiempo, buscando comidas exóticas en otros lados, dejando la lectura por momentos. Era tener un niño otra vez. Luego Sakura, esa Sakura curiosa y dispuesta a ayudar a Naruto. Esa que había sabido de una u otra forma, esos secretos amorosos que guardaba con recelo. Cómo decían, uno se sentía más cómodo, contando esos secretos a alguien de su misma edad.
Y la familia caótica de Naruto, se centro durante mucho tiempo, a verlo crecer con una vida dentro y luego verlo criar esa vida, día tras día. Konohamaru sabía bien de eso, porque luchar por la atención de su hermano mayor, paso de pronto a ser un buen ejemplo para el hermano menor.
Pero con todo eso, Iruka, sabía que había cosas que al niño no se le podían ocultar. De hecho, le sorprendía demasiado, que no atacará a diestra y siniestra a todos con preguntas. Siempre había hecho un silencio, y había siempre respetado el que Naruto había formado.
—¿No crees que Boruto anda raro últimamente? —preguntó Iruka, cruzándose de brazos. Kakashi tenía su total atención puesta en uno de sus tantos libros. — Oye, te estoy hablando.
—¿Ah? Digo, si, si. Por supuesto. Debe ser la edad. —respondió sin desviar sus ojos de la lectura.
—No puedo creer que esté casado contigo.
—Cariño, eso ni siquiera yo lo puedo asimilar y han pasado diez años. —sus ojos reflejaron la sonrisa, que con tanta constancia se había encargado de ocultar del mundo. Excepto, del castaño, aquel que la había visto un par de veces, cuando solo eran algo sin nombre. Y demasiado inocente, y dulce como para dejar ir eso. Que estaba y no estaba.
Pero de acuerdo a lo que Iruka, había dicho, realmente Boruto estaba raro. Quizás más distraído. Quisieron pensar que se debía al cansancio y el comienzo de los exámenes, que cada vez parecían más prontos.
De pronto unos gritos, alteraron a ambos, hombres. Donde por la puerta entro un agitado castaño, siendo seguido por un perro.
—¡Tía Sakura, ha vuelto junto con Tsunade! ¡Han vuelto! —exclamó dando saltos. Se suponía que esa misión, de ambas mujeres debía ser una cosa discreta. Pero el castaño que chillaba emocionado, parecía haber olvidado el punto clave de un buen ninja. Hasta que él solo se dio cuenta. — Perdón...—dijo apenado.
Las cosas en Konoha y en todas las demás aldeas, andaban mal. La paz estaba que sería cortada de pronto, porque los rumores sobre armas que se transportaban de un lado a otro, eran cada vez mayores. Por eso, Sakura y Tsunade habían sido infiltradas en una base.
Para ese niño, de mirada brillante, cada vez que le preguntaban si era hijo único, respondía que no, eso era imposible. Porque él tenía un hermano mayor, el hermano mayor más genial del mundo. Uno que fue criado con la dulzura y la paciencia de la entrega total y con la alocada y firme manera de crecer. De cualquier forma ese niño, decía que toda su familia era genial.
Las puertas de la oficina del Hokage, no tardaron en ser abiertas, al instante. Hinata respiraba agitadamente, levantando una mano. Para que Naruto esperase a qué se recuperará y pudiera hablar. El rubio se alarmó un poco, por pensar que algo muy extremo debía estar ocurriendo.
—Ambas regresaron. —dijo por fin, dando un suspiro más. Hinata se había convertido en la consejera del Hokage. Había parecido inesperado al principio, pero mientras más se avanzaba en ese plazo, mejores resultados se iban acomplando. Sin embargo, los malos, eran muchos más.
Sakura y Tsunade se presentaron entraron, justo cuando la mujer de ojos perlas, le informó a Naruto su llegada. Amabas lucían caras de agotamiento, Sakura había amarrado su cabello en una corta coleta alta, mientras que Tsunade se notaba igual que siempre.
—Hola. —dijo Naruto, corriendo. Aunque parecía ser muy informal, a darles un abrazo a cada una. Pero es que eran sus conocidas. — Ha pasado un largo tiempo.
—Cinco años no son nada, Naruto. —comentó Sakura, palmeando la espalda del hombre. — Pero las cosas realmente no van muy bien. Hay un gran aumento, de tráfico de armas, de alto calibre tecnólogico.
—Lamento decir esto, pero alguien está preparado una guerra. —completó.
La expresión de Naruto, palideció. Mientras Kurama en su interior, trataba de buscar alguna respuesta, un porqué, un para qué, cuándo y dónde.
Hinata también palideció. No servía de nada arrestar a un grupo de personas, si la cabeza mayor andaba suelta por ahí, reclutando a más gente.
Un gemidito de frustración salió del interior de Naruto, tenía tanto, pero tanto que proteger. Que no deseaba por ningún medio ver todo eso perdido. ¿Arriesgaría su vida de ser necesario? La pregunta caló en lo profundo de él, sabía que soltaría un sí. Porque su hijo estaría en buenas manos, en las mejores, refiriéndose a la Kakashi e Iruka, y tendría las mejores enseñanzas. Solo esperaba, que si algo así pasaba, el niño lo perdonará.Naruto no entendía, que para Boruto, él era la persona más admirable del planeta. Sin importar su puesto, solo lo era. Por ser él. Naruto Uzumaki, quien le dio la vida y lo acuno en sus brazos.
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Mamma Mía.
Fiksi PenggemarBoruto solo quiere conocer a su otro padre. Y solo tiene tres nombres, al verlos cree que podrá saber quién es. Sin embargo, es solo el inicio de un problema.