Capítulo 8.

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Corría lo más rápido que sus piernas podían, las casas cada vez iban disminuyendo. Poco o nada le importó cruzar los perímetros de la aldea, se sentía demasiado furioso consigo mismo. Como todo ninja debería mantener la cabeza fría, analizar antes de hablar, pensar y luego actuar. Pero no pudo evitarlo.
En serio había creído en la posibilidad de ver a su padre, de verlo sentado entre la multitud gritando por él, mirándolo con orgullo. Pensar eso había sido una tonta ilusión, si durante doce años no tuvo ningún rastro de ese hombre, qué le hacía pensar que lo encontraría o que al menos vendría a él por voluntad propia.

Las lágrimas empezaron a nublar su vista, hasta que se le hizo imposible correr más. Envuelto el asfixiante llanto, Boruto se recargo contra un árbol. Suspirando fuertemente mientras parecía estar hiperventilado.

—¡Boruto!

El gritó de su papá le hizo llorar con todo, con quejidos fuertes y a moco tendido como decía su abuelo. Los brazos más grandes que los suyos, le envolvieron, sabía que había sido una elección tonta salir corriendo de todo. Pero quizás solo necesitaba eso, el consuelo de Naruto.

—Lo siento mucho, hijo. —murmuró el hombre. Aferrando al niño más a su cuerpo. Tan asustado por verlo llorar, la cabeza de Boruto acaricio el hombro del mayor, como si se tratara de un gatito.

—N-No fue tu, tu culpa. —habló entre hipidos. Solo una persona podía verlo en ese estado y jamás le avergonzaría. — Pe-Pero yo quería encontrar a papá. —admitió sorbiendo un par de mocos.

Naruto suspiró, acariciando los cabellos de su hijo. En ese momento, trató de alejarlo un poco, para poder hablarle y limpiarle las lágrimas de su rostro. Pero al hacerlo se quedó estático en su lugar, de rodillas, mirando a Boruto. El niño parpadeó confundido, limpiando uno de sus ojos con la manga de su sudadera.

—¿Papá? —intentó llamar.

—No puede ser. —fue lo único que pudo decir Naruto, luego de salir de su shock. Acerco con delicadeza sus manos, a las mejillas de su hijo, para limpiar con calma el rastro de lágrimas que había por su rostro. Y luego, detuvo sus manos a los costados de los ojos de Boruto. Ahí, simplemente, sin decir nada, mientras miraba fijamente a los ojos del niño.

Boruto miró con interrogación a su padre, a esos ojos azules casi similares a los de él mismo.

—¿Qué pasa, papá? —preguntó con su voz algo más calmada.

—Es hora de hablar de tu padre, hijo. —fue la única respuesta que pudo darle antes de abrazarlo más fuerte.

Las emociones que tenemos nos afectan de una u otra forma

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Las emociones que tenemos nos afectan de una u otra forma. El odio y el amor son diferentes pero también igual de intensos. Todo parte de un mismo núcleo.
A Boruto realmente le extraño llegar en los brazos de su papá a la aldea, donde de forma inmediata se fueron a casa.
Naruto mandó un clon de inmediato a la oficina, con el mensaje a Hinata, de que tenía un asunto importante que atender con su hijo.
El impulso del niño fue caminar hacia la cocina para lavarse la cara, pero sus pies se quedaron quietos, mientras miraba en dirección del espejo del pasillo. Camino de prisa, mirando aterrador como unas finas manchas algo desparramadas, de color rojo estaban en su rostro. Justo por el recorrido de sus ojos.

—¡Papá! —gritó con miedo. Temía padecer de alguna enfermedad que causará algún daño ocular.

Naruto se acercó a él.

—Limpiate el rostro, ¿Sí? Luego ven a sentarte conmigo. Tengo demasiado que contar.

Una ansiedad inmensa recorrió el cuerpo del niño, asintiendo de manera efusiva. Pensando en toda la clase de cosas que por fin sabría. Se lavo la cara como nunca antes y corrió hacía el salón donde estaba el sofá, y su papá ahí. Le sorprendió un poco ver cómo sostenía entre sus manos un libro algo viejo.

«El Sharingan es el ojo que copia,
refleja los sentimientos.
Se manifiesta al sufrir una emoción fuerte. El cual crea un choque del Chakra que afecta la retina ocular.
Ocasionado un rojo intenso en
los ojos junto a unas aspas.
Es el Kekkei Genkai del Clan
Uchiha».


Boruto parpadeo, él mismo quería respuestas. Pero cuando obtienes un poco, no sabes qué hacer realmente. Conocía el Sharingan, había oído hablar de él —pero el poder tener una imagen clara era algo nuevo—, antes su propio abuelo había sido llamado Kakashi el del Sharingan. El que tenía el ojo copiador, pero poder saber más de una historia que no entendía era complejo.

—¿Tengo el Sharingan? —preguntó más para si mismo, que para Naruto. Pero obtuvo la respuesta. Por instinto se llevó una de sus manos a un ojo. — ¿Mí padre es un Uchiha?

Naruto alzó una ceja. Algo nervioso por todo.

—Sí. Sasuke Uchiha, tú y él son los únicos del Clan Uchiha. —soltó todo de una. Toda la verdad inconclusa para el niño. La cara de Boruto parecía ser la expresión total del pánico, la voz de Kurama le regaño por la falta de tacto.

—¡Genial! —gritó de pronto el niño alzando sus brazos. — Mí papá es Sasuke, ¡Mí papá es Sasuke! —repitió de nuevo, alegre. — ¿Por qué no está aquí? —preguntó otra vez. Mirando a Naruto.

—Eso es algo complicado. Sabes, en el mundo siempre hay gente mala y, bueno, Sasuke solo quiere ayudar. —respondió con calma. — Es un buen tiempo. —sonó como a mentira, según el niño. — Pero no puede estar aquí, como te gustaría.


El niño extendió una pequeña sonrisa, abrazando a Naruto de pronto, acomodando su cara entre el pecho del adulto. Estaba feliz, sin importar qué. Al fin la duda que lo tenía sin sueño pudo ayudarlo a estar tranquilo. Tenía algo de pena, porque su plan era ver entre esas bancas de vista, a su padre en los exámenes Chūnin. Soltó una risita al recordar el nombre de su padre; Sasuke.

Tenía que decirle a sus amigos. Tenía que contarles que su padre se llamaba Sasuke Uchiha.

Sería lo más genial.

Mamma Mía.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora