Capítulo 9.

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Boruto estaba más alegre de lo normal. Ceno junto a su papá, charlaron algunas cosas y le respondió algunas preguntas.
Incluso pudo dormir acurrucadito en los brazos de Naruto. Aunque por la mañana ambos despertaron con las tapas por el suelo y uno aplastando al otro con sus pies.

Cosas de familia.

Por la mañana Boruto se alistó y ayudo a preparar el desayuno, mientras lo servían con calma. Esa felicidad puso tenso a Naruto de algún modo.

Boruto se abalanzó al instante al los brazos de su mejor amigo, apretándolo con fuerza. Chou Chou se rió del entusiasmo del niño, viendo cómo la cara de Mitsuki parecía ponerse más pálida que antes. O era que estaba ganando color, la niña se confundió por un momento.

—¿Qué pasa, Boruto? —preguntó Mitsuki,  una vez su amigo lo dejo libre. Se acomodo su ropa con calma. — ¿A qué se debe tu felicidad?

—¡Encontré a mí papá! —exclamó, los otros dos niños se miraron sorprendidos entre si. — Bueno, no lo encontré pero al menos sé cómo se llama. Además, tengo un Kekkei Genkai. ¡Genética de mí padre!

Mitsuki parpadeo, meneando la cabeza hacía un lado, mientras Boruto se señalaba ambos ojos. Chou Chou se acercó a su amigo rubio con las manos en la cadera, mirando con suma paciencia los ojos del niño.

—¿Cómo? —quiso saber.

—Se llama Sharingan. Investigué un poco junto a mí papá y...

De pronto las explicaciones de Boruto quedaron en el aire para Mitsuki, ante la mención del Ojo copiador. Sus ojos amarillos vieron con suma atención a su joven adoración.

—Sasuke Uchiha. —pronunció la morena. Frunciendo el ceño, como si aquel nombre se le hiciera conocido de alguna forma.

Boruto relato las últimas cosas bajando su voz de a poco, viendo cómo Mitsuki miraba hacia otra parte y Chou Chou alzaba una ceja confundida.

—¿Qué pasa? —preguntó el rubio. Estaba algo inquieto por la repentina actitud de sus amigos.

—Solo creí haber escuchado ese nombre antes, en alguna conversación de mí papá. —admitió la morena. — Pero estoy muy feliz por ti, de que por fin sepas algo de tu padre. ¡De seguro es tan increíble como el Hokage!

El rubio concordó con las últimas palabras de su amiga. Pero le seguía pareciendo raro el silencio, casi perturbador de Mitsuki. Su mirada inquieta como si quisiera decir algo, pero en lugar, optando por callar. No tardo mucho para que Inojin llegará, también algo contento, preguntando si se había perdido de algo interesante. Después de que el pequeño Yamanaka supiera que Boruto ya sabía de su padre, no podría con la alegría. Los días parecían estar llendo bien. Justo cuando los exámenes Chūnin comenzarían, dos días más y podrían probar de qué estaban hechos.
Un hombre de cabello castaño miraba en todas las direcciones mientras se escondía a poco en entre unos arbustos. Para Konohamaru había sido un gran logro convertirse en un instructor de jóvenes promesas en el mundo ninja. Cómo también un gran punto a su favor si quería convertirse en el Octavo Hokage. Una sonrisa se formó en su rostro al pensar en eso, tal como lo había hecho su gran admiración, Naruto Uzumaki. Qué tiempos.

Un sonido de rama quebrandóse, lo distrajo de su pequeño sueño despierto. Konohamaru miró hacia atrás esperando poder visualizar a sus estudiantes.

—¡Te tengo! —exclamó una voz. Estaba pensando en sonreír, porque como regla principal de ninja, es no revelar tu posición.

Konohamaru iba a levantarse de su lugar en cunclillas, cuando unas manos sostuvieron con firmeza sus tobillos. El hombre miró casi sin poder creerlo, como era sostenido con fuerza lleva hacía la tierra.

—¡Estás atrapado, Konohamaru- Sensei! —exclmaron unos cuatro Boruto a la vez.
El joven maestro casi no pudo evitar esquivar los kunais que Chou Chou lanzó hacía él sonriendo. Konohamaru suspiró, sus jóvenes estudiantes estaban listos para el duelo final.

Incluso Boruto había logrado aprender el Rasengan, quizás no era igual que el de Naruto, pero el continuo entrenamiento con su padre y maestro dio frutos.

—¡Están tan listos para los exámenes! Me llenan de una emoción increíble. Recuerden, su gran maestro Konohamaru, el Octavo Hokage les enseño todo lo que saben. —acordó con las manos en la cintura.

Los niños le miraron alzando una ceja.
Estaban listos, debían tomarse un descanso ante la ansiedad que podrían tener cuando los torneos empezarán. El castaño miró al rubio un momento.

—Creo que iré a tú casa está tarde. ¡Para cenar junto a Naruto!

Boruto entre cerro los ojos, pensando por una milésima de segundos en una absurda idea que le hizo sentir escalofríos.

—Esta bien, to le diré a mí papá.

Se alejo corriendo con calma, prestando atención a las casas. Tenía ganas de ir donde Kakashi y pasar un tiempo jugando con Hōki. Comenzó a dar saltitos por la aldea, pensando si debía comprar algo especial para presentarse sin avisar a la casa del Hatake. Cuando su vista se posó en Mitsuki, hablando algo cabizbajo con su padre. Orochimaru era un tipo extraño, todos lo creían y no es que tratará de ofenderlo. Pero si era raro, había rumores del pasado que le tenían muy intrigado, rumores que a veces también tenían al nombre de Konohamaru entre medio.

Boruto se acercó lentamente, con la sutilidad de un ninja. No debería estar escuchando conversaciones ajenas. Pero estaba pensando que el estado emocional de su amigo estaba en juego.

—¿Por qué no me dijiste qué eran familiares? Están haciendo cosas mal papá. Si él tiene el Sharingan también le vas a hacer daño. Dime, ¿Le harías daño a Boruto por ser un Uchiha? Por la deuda con ese Sasuke Uchiha.

Boruto abrió los ojos.

—Ya no soy ese tipo de hombre hijo. Yo no hago esas cosas.

—Mientes. Toda mí vida es una mentira, el padre de Boruto es un traidor. Le hizo daño a muchos. Le podría hacer daño a su hijo. —concluyó Mitsuki en voz alta, mirando los ojos de su progenitor. — No puedo dejar que nadie le haga daño.

Boruto exclamó bajo. Sin poder entender del todo lo que los adultos decían. Un nuevo sentimiento de horrible intriga nació en él. Quién era Sasuke Uchiha. Qué hizo, qué haría. Cuál era toda su historia.

La felicidad había sido momentánea y las respuestas quizás no serían lo que esperaba de alguien que cuidaba la aldea desde lejos.

Mamma Mía.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora