Cap.7

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11 años antes.

Aquella fría mañana de invierno demostraba el pequeño corazón de un niño, quien se sentía así, frío, triste y vacío.

No paraba de llorar hace una semana y su madre junto a su familiares no sabían que hacer para sacarlo, nada podía hacerlo sentir bien.

No durmió en toda esa semana tampoco, buscaba consuelo en algún peluche o cantaba para sentirse mejor, pero al recordar que él ya no estaba se sentía peor.

A donde quiera que mirara lo veía, no entendía porque sucedió, no entendía porque de todas las personas tenía que ser él, prefería haber muerto con tal de haberlo salvado.

Veías las posibilidades, si la ambulancia hubiera llegado más rápido o si el fuego no se hubiera expandido todo hubiera estado bien.

Pero no fue así, recordaba la escena de su amigo pidiendo ayuda, ambos estaban solos esa noche, en su habitación jugando, el mayor llamaba constantemente al Azabache para que bajaran a comer.

Luego de eso todo se fue a negro, recordando como último la casa en llamas, solo podía ver como todo se incendiaba y no poder hacer nada para salvarlo, lo buscó dentro de aquel infierno viviente, las súplicas se escuchaban a distancia.

Lo único que recordó fué como le rogaba que lo dejara morir, Ray era más pequeño que él en estatura no podía sacarlo y ambos morirían, pero este se negó a abandonarlo sin importar que todo el carbono que inhalaba lo estaba afectando.

En un intento forzado por sacarlo de allí la casa comenzó a caer, el mayor quien todavía conservaba algo de fuerza tomó a Ray para lanzarlo fuera de la casa y salvarlo.

Pero en su lugar no alcanzó a salir.

El llanto incontrolable de Ray era el sonido habitual de cada noche desde que ocurrió la tragedia, nadie podía decir porque fue causado, dijieron que el gas de la cocina quedó encendido provocando una explosión.

Los lamentos por parte del pequeño le desgarraban el alma a Isabella quien no podía entrar a esa habitación, se le había prohibido ingresar a menos que Ray se recuperara.

Los médicos y psicólogos que lo acompañaron desde el incidente estaban preocupados por su salud mental y no dudaron en comentarles a Isabella.

El trauma causado por el incendio podía traerle secuelas a Ray y así fue, con el paso del tiempo comenzó a sentir apego al fuego, lo cuál fue muy irónico en todo caso, cada vez que se encontraba ansioso y deprimido tenía la manía de quemar sus juguetes de forma lenta, apreciando las llamas que salían de este.

Al poco tiempo le diagnosticaron Piromanía.

Le obligaban a tomar pastillas e inyectarse, pero eso lo empeoró, Isabella decidió irse de Inglaterra para no empeorar la salud de su único hijo.

Con el pasó del tiempo se comenzó a recuperar, estaba más feliz, aunque su personalidad cambio bastante.

Parecía no tener emoción alguna, ya no hablaba con nadie, no sonreía, no era el.

Todo estaba perdido para Isabella, creía que si Ray seguía en esa soledad se Estado empeoraría, hasta que llegó Emma, su primera amiga desde que se mudaron, a ella le contaba todo lo que le sucedía, era su confidente en todo, tenía la libertad de hablar sobre cualquier tema con ella, su personalidad alegre fue lo que ánimo más a Ray.

Pero sabía que no podía contarle sobre el incendio, así que no se preocupo, ese año estaba todo bien, menos cuando llegó el 6 de junio, su Estado volvió a ser el de antes y los llantos se escuchaban 24/7.

Emma preocupada le preguntó a Isabella, esta le contó solo parte de lo sucedido, le contó que un muy querido amigo de Ray había muerto por esas fechas, lo cuál puso a la niña triste sin saber que hacer para ayudarlo.

Para su suerte en una semana Ray volvió a la normalidad por decirlo así.

Se sentía aliviado al sentir que tenía apoyo por parte de Emma.

Un año pasó de lo sucedido, un año donde la amistad entre ambos se reforzó hasta el punto de quererse como hermanos, las clases estaba volviendo a su retorno y para ser honestos ninguno quería ir.

La maestra llegó del brazo con un niño de cabellos blancos y ojos azules robando la mirada de varias compañeritas.

Pero a quien más llamó la atención fué al azabache quien sentía sus mejillas sonrojarse, su corazón latía con fuerza y sus piernas no paraban de temblar.

Era la misma sensación que alguna vez tuvo, parecía que ese niño llegó para alegrar la vida del azabache.

Se enfocó primeramente en Ray quien no podía quitarle los ojos encima, ¿que significaba esto? Eran muy pequeños para entenderlo, pero sabían que su destino era juntos.

-me llamó Norman, un gusto.

p i r ó m a n oDonde viven las historias. Descúbrelo ahora