Capítulo 15

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Cecile

La pelea aún no terminaba.

Una enorme horda de seres se veía llegar, el gran Capitolio era invadido a cada momento, cuando acababas con diez de los seres llegaban otros cien, parecía como el pelear con una hidra, cortabas una cabeza y salían otras tres, bueno, pero viéndolo de otra manera era con seres horribles e inhumanos; solo pude dejar caer mi arma y pegar mi espalda contra la pared rendida, sentía el pesar de mi cuerpo, todo el cansancio invadirme así como la paz inerte que emanaban esos individuos.

-Venga...Levántate-Susurró la rubia semi castaña golpeando mi hombro.

Ambas estábamos agotadas, no encontraba un fin a este martirio, solo quería encontrarme entre los brazos de algunos de los armados, sintiendo como la calma me inundaba haciendo que el miedo por la muerte se fuera como mi vida entre sus dedos amorfos; pero no, no podía eso; me levanté tomando la mano de mi amiga y compañera viendo al cielo oscuro, inundado de sufrimiento y llantos, de sangre y cuerpos cayendo, alas en fuego apagadas, cuerpos amorfos o protuberancias llamadas brazos cayendo sin rumbo alguno.

Desde hace una hora habíamos ayudado a la evacuación de la ciudad, si era una invasión, debíamos salvar a toda la gente posible, los civiles, las familias, niños y niñas que se encontraban en las escuelas o mercados, los padres enseñando con sus poderes un espectáculo; todo ello empezó a caer justo en la invasión, solo pudimos detener algunas pocas invasiones dentro de este sitio para así salvarlos de la masacre.

Me levanté negando, apreté la espada con fuerza contra la palma de mi mano encendiendo en mis dedos las llamas antinaturales para mucha gente, observé todo mi entorno apresurada sintiendo como me invadía un pequeño ápice de fuerza.

Elevé mis alas entre el humo, corrí por el suelo para luego salir volando con un salto; observé el cielo invadido de esos seres, jalé la espada soltando la mano de la chica con cierto pesar; bajo mi mente recordaba los labios de la castaña, calmando mi ataque de ansiedad y mi falta de aire por miedo; mantuve esos pensamientos en mi cabeza.

Clavé la espada en el brazo de uno de ellos, sentí el filo cortar con fuerza su extremidad, le vi caer; la máscara de aquel ser se abrió con cierta oscuridad en ella, regresé la vista con preocupación hacia el arma de mis manos, encendí de nuevo mis dedos creando entre las llamas un gran hacha de guerra, giré el arma en mi mano y la clavé contra su cuello dando un corte tan rápido y limpio que el cuerpo cayó del cielo y la cabeza se quedó inerte en el hacha de guerra, la encendí con gran volumen haciendo que esta se consumiera.

Me cubrí con las alas cuando dos de estos seres me atacó, di vueltas haciendo que las mismas se abrieran alejando a los atacantes para luego hacer que atacara a uno arrojándome con fiereza; moví la espada dando otro corte hacia los dedos y el arma de la persona, me alejé volando de nuevo, imitando el vuelo de un águila en mera caza, di vueltas varias veces entre ellos, les arrojé pequeños fuegos desde mis dedos así como cortes con mi espada; pensé que ya los había tirado, que les había hecho daño hasta quemarlos.

Pero un golpe me sacó de ese sueño, observé a los dos individuos con las llamas rondando por sus cuerpos, no se notaban si quiera heridos, tragué en seco negando ante la falta de heridas, me sostuve con el arma y les ataqué de nuevo creyendo que haría algo, pero no fue así, salí volando por uno de los golpes que dio contra mi cuerpo, mis alas se apagaron y caí al suelo de caída libre, giré mi cuerpo viendo la trayectoria que hacía, me preocupé.

-Mierda...-Susurré para así bajar en picada-¡ABRE!

El suelo se abrió de golpe creando un pequeño espejo, entré por ese sintiendo como me consumían lentamente, suspiré agotada, por lo menos por un momento me quedé tranquila; dentro de espejismos me podía retomar un poco de la energía perdida, un espacio distinto a la realidad, me calmé un poco y solo tomé aire negando; abrí los ojos y mis sentidos los agudicé para así volver a tocar el material líquido con cuidado.

-Abre-Susurré con ojos cerrados y entonces dejé caer mi cuerpo de nuevo para tocar el suelo algo más tranquila.

Vi el cielo, esos dos habían escapado, los fuegos habían regresado al suelo, negué para tomarlos con cariño y dejarlos dentro de mis dedos, suspiré relajada y cerré el espejismo para caminar por este sitio, viendo hacia los lados en busca de algún enemigo.

Me encontraba vagamente sola, sin peligro alguno aún, mis oídos retumbaban con los repiqueteos y zumbidos de un espectro sonoro de las espadas y escudos, del acero contra el oro; hace mucho nos hicieron ver que éramos oro, el más fino e inquebrantable, de tantos quilates que podríamos ser tan resistentes, uniformes, brillantes y demandantes que jamás lograrían hacernos el menor de los rasguños, nuestras armas reflejaban aquel sentimiento, ellas eran nuestra estela, una extensión misma de nuestro ser convertida en una extremidad extra, lista para contratacar o herir a quienes sean posibles; pero ahora, ese oro lo escuchaba, roto, siendo corroído ante cada pisotón o golpe, viendo como este caía de las manos sin vida de mis compañeros alados.

Mis pasos empezaron a recorrer lentamente el camino que hace mucho alguna vez seguí con mi familia, de la mano de mi madre, la única protectora de la realidad tan macabra que vivía; con miedo observé todo, era como estar dentro de una pesadilla, solo que esta era tan real que podías sentir hasta el más mínimo toque de calor contra los poros de la piel; seguí moviéndome sin dudar, debía regresar al Capitolio, averiguar si habían Arcángeles vivos o si la gente que habíamos resguardado allí se encontraba a salvo.

Acorté camino tratando de evitar las construcciones destruidas, aquellos puestos de comida, mercados de piedras preciosas, locales de venta de libros y las zonas para la venta de zapatos me dejó completamente atónita el verlos destruidos, con varas de sus cosas tiradas o quemadas; todo este sitio había sido consumido por desgracia, con fuego y explosiones, la destrucción se ceñía entre todos ellos.

Observé perpleja y con incertidumbre los primeros cadáveres que inundaban el mercado, suspiré, la muerte era algo que inundaba este sitio y parecía mostrar un aura nuevo hacia esta ciudad; agotada me dejé llevar por una leve sensación de paz, parecida a la de los invasores.

Cerré los ojos, por un momento sentí que mi cuerpo apenas respondía, sentía hilos tomar mis manos, dedos, brazos, piernas y pies, perdía el control total de mi cuerpo; negué luego de unos momentos para así ver de lejos varias sombras, comencé a espantarme luego de sentir como mis dedos se movían de manera incoherente.

-Vaya, vaya, me acabo de encontrar un pequeño pájaro muerto...

Esa voz...

Aquella presencia.

Tensé todos los músculos de mi cuerpo.

-Un gusto en conocerte...Hija de Danaer

La ProclamaciónWhere stories live. Discover now