× La sangre me da sed ×

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De camino a la cabaña mi mente no dejaba de imaginar al conejo del chaleco constantemente, incluso creí que era real.

Llegó un punto en el que me frustré —¡No puede ser que no lo hayas visto!— Grité una vez más.

—Te digo que no, que estás loca— Dijo indiferente.

—¡Mira allí! —Señalé jalando de su chaqueta.

—Me cago en la puta, ¿que es eso? Pensé que los conejos no llevaban chaleco.

-¿¡Lo has visto!?- Grité impactada.

—No, te tomaba el pelo- Sonrió.

—Eres insoportable.... Una pregunta.

—Dime.

—¿Cuanta gente somos en la cabaña?

Jeff río —¿Somos?— aún eres una inmigrante sin papeles en mi vida, no te des por aceptada aún.

—Me ganaré el respeto, Jeff, no lo dudes. La manipulación es siempre un arma feroz.

—Suenas agresiva, pero eres demasiado mona para dar miedo, mejora eso.

—Responde de una condenada vez.

Se puso a calcular —Veamos, estamos yo, el pringado de la máscara, la enana, el del hacha, si, ese de los tics, como era... Ticci Toby, ese. Y tú aún estás por ver. A claro, también está mi perro y podría considerar a Jack como mascota.

—Tú vas al final— corregí.

—¿Como voy a ir al final? Soy el dueño de esa cabaña.

—Me refería a que era gramaticalmente incorrecto.

—Calla, somos seis contigo.

—Menos mal que la casa es grande, incluso el término cabaña es erróneo.

—Tú si que eres errónea— Se quejó— Y el idiota rojo y Slenderman solo me traen más monstruitos como tú.

—Realmente no sientes respeto por nada.

—Respeto a Dargon y... Y a mi mismo.

—¿Quién es Dargon? —Pregunté curiosa.

—Pareces un niño pequeño con tanta pregunta, disfruta más de la vida y déjate de tonterías. Cuando lo conozcas pregúntale a él quien es.

A partir de ahí nuestro camino se hizo en silencio. A veces demostraba no ser tan insoportable como quería aparentar.

—¡No lo soporto! —Chillé descontrolada.

Jeff pegó un salto —¡No grites así! ¿¡Que demonios te pasa ahora!?

Sin responder a la pregunta, salí corriendo a perseguir al conejo. No es que fuera aficionada a meterme en madrigueras. Pero sentía un impulso más fuerte que yo de entrar en ese hueco.

Me metí sin dudarlo y caí... Caí... Y seguí cayendo...

Era todo tal y como lo recordaba. Los relojes, los muebles, los objetos extraños; seguían flotando allí sin otra utilidad que decorar y ... Y golpearme en todo el cuerpo según caía.

Aquel hueco me depositó sobre el cielo azul del país de las maravillas. Mi vestido flotaba según caía con suavidad. Caí elegantemente sobre el suelo acolchado de césped.

Todo era tan familiar, el valle de lágrimas, el río, las setas gigantes... Me traía recuerdos, a veces un poco amargos.

—Veo que has vuelto, Alice— Cheshire me miraba con aquella sonrisa.

Me crucé de brazos —¿Por qué he vuelto?

—Siempre vuelves cuando tu mente es un desastre. El país de las maravillas está cambiando, un paraíso sangriento.

—Me estás asustando— Tragué saliva.

—Bien, el miedo en tí es bastante útil, utilízalo con razón.

Desapareció sin decir más.

Bueno, tendré que descubrir que está sucediendo.

Nada parecía fuera de lo normal, excepto los ya conocidos residuos, esas cosas negras no paraban de atacarme y ya me sentía cansada. No era como ese asesino, Jeff, yo no tenía sed de sangre. Sólo quería estar tranquila.

Me derrumbé, he de admitir que no podía con tal presión.

Pero no podía dejar que esas cosas me asesinaran... Pero era débil. Mi mente era débil y esas cosas me derrumbaron.

Desperté de golpe con un grito ahogado —¡Aaahhhhh!

—Deja de asustarme, niñata— Era él de nuevo. Jeff.

—Que desagradable es despertar y que seas lo primero que veo— Dije, aún con el corazón a mil por hora.

Rió un poco, pero enseguida se volvió irritante —Tampoco es que me guste estar cargando contigo.

Me senté y me apoyé en el tronco de un árbol —A mi tampoco me agradas, Jeffrey Woods.

—Deja de llamarme asi o...

—¿O qué? — Me fijé en qué tenía manchas de sangre en su ropa, recientes. —¿A quién has matado ahora?

— Más bien a quién he salvado, pequeña inútil.

Tardé unos segundos en percatarme de que aquella sangre me pertenecía.

—El olor de la sangre me hace querer asesinar, pero no sería justo asesinarte estando inconsciente.

Mi abdomen estaba lleno de sangre y vendado, mi vestido roto en dos piezas. También tenía sangre en la cabeza y la cara.

—Debo agradecertelo... Pensé que sólo eras un despiadado asesino.

—Si mueres en mis manos, a Slender no le hará mucha gracias, tengo demasiados problemas ya.

—Yo...

—Ya me lo agradecerás más tarde— Se agachó frente a mí, apoyando uno de sus brazos en el tronco y puso su rostro a centímetros del mío con una amplia sonrisa— Y créeme que te encantará.




El diario de Alice Liddell [ Jeff The Killer X Alice Madness ] COMPLETADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora