#6 - Suficiente

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     Bajo el criterio de la vida y el destino no fue suficiente que Marco viera horrores a través de sus sueños y su mente corrompida, sino que también hizo que los viviera.

     Dos años duro encerrado en ese nefasto lugar donde su madre le había abandonado, los dos años más histéricos de su vida, dos años que cada vez que regresa a verlos parecen dos siglos. Dos años que finalmente se han acabado.

     Él, la cosa, que le seguía a todos lados y se apoderaba de su cuerpo humano, finalmente había servido para algo, le dolían los huesos de solo pensar la manera en la que se había abalanzado sobre él, regresaba la desesperación que sintió cuando perdió el control de sus extremidades, pero también regresaba el alivio al sentir el sereno viento de la noche sobre su piel.

     Una chica lo había encontrado sentado en la acera pasado el mediodía, no tardo mucho tiempo en darse cuenta en que no tenía donde ir, la pista más obvia fue el gran rugido que libero su estómago debido a la falta de alimento. El niño se dejó llevar por la compasible chica, entraron a la primera tienda de ropa que se cruzaron, Marco no dijo ni una sola palabra por lo que la mujer compro la ropa a su antojo y le dijo al chico que se cambiara. Un atuendo bastante simple, una chemise azul índigo y un jean, Marco se sintió más libre que antes al ver su cuerpo con esas telas que se sentían y veían tan diferentes al maldito uniforme blanco. Caminaron dos cuadras, entraron a una cafetería.

     – ¿Qué quieres? – Marco miraba con admiración y deseo todos los productos dentro del mostrador, pan, galletas, tortas, empanadas. Colocó su dedo sobre el vidrio señalando una empanada de hojaldre, el letrero en frente de la bandeja decía que estaba rellena de pollo. – Esta bien, anda a agarrar un jugo.

     El chico asintió, miró hacia donde ella le había señalado encontrándose con las grandes neveras, se acercó, caminó paseándose enfrente de ellas viendo su reflejo y las múltiples bebidas que ofrecían, se decidió por un jugo de parchita que estaba contenido en una simple botella de vidrio de doscientos mililitros y regresó donde la mujer sosteniendo el envase con sus dos manos.

     Comía en silencio, disfrutaba del simple plato de cafetería, cualquier cosa era mejor que la desagradable comida que servían dentro del hospital. Ella solo estaba enviando mensajes en su celular y de vez en cuando le veía, en un momento sus ojos y los de Marco se encontraron, ella le sonrió, una sonrisa llena de pena y compasión, fue la primera sonrisa sincera que Marco vio en sus escasos once años de vida.

    Una media hora después se encontraban los dos en la estación de policía, los mensajes que la chica había estado enviando mientras Marco comía eran para un conocido de la policía, "Encontré un niño en la calle" ese fue el primer mensaje.

     Estaban los dos sentados en un escritorio, al frente de un hombre de uniforme.

     – ¿Cómo te llamas? – El hombre que solo había estado escribiendo en su computadora durante un rato al fin se dirigió a él.

     Los dos adultos tenían sus ojos en él, más temprano la chica le había preguntado lo mismo pero no respondió, mas bien ni si quiere la ha dirigido una sola palabra. El silencio se movía por la pequeña oficina mientras Marco jugaba nervioso con sus dedos.

     – Marco. – Bajo su mirada centrando sus ojos en sus manos.

     – ¿Sabes tú apellido? – Claro que lo sabía, pero no lo iba a decir, no le van a regresar a ese lugar, tampoco quería regresar con su madre ¿tendría sentido si decía que no tenía apellido? En ese momento recordó su código, el número cereal que le habían dado dentro del hospital, el que estaba en un cartel en su puerta y bordado en un brazalete que siempre le obligaban a utilizar

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     – Everard, Marco Everard – El hombre asintió comenzando a tipiar otras cosas.

     Estuvieron así otro rato, el hombre hablaba sobre como es el procedimiento en estos casos, Marco no prestaba mucha atención, se entretenía viendo sus pies balancearse, escuchó algo sobre orfanatos, casas de acogidas, reubicación, y varias otras cosas que no entendía.

     Esa noche durmió en una cama dentro de una gran habitación donde había otras veinte camas más, todas vacías.

O'CallaghanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora