Al día siguiente, muy de mañana, una señora le despertó y le pidió que le acompañara, ella le hablaba, el no prestaba atención, a Marco que no le importaba a donde le estuvieran llevando, o que fueran a hacer con él, solo pedía que no le regresaran, no quería saber absolutamente nada del hospital, ni de su mamá. La señora dejo de soltar palabras al darse cuenta de que le estaba hablando al aire.
Hicieron un pequeño viaje en carro a través de la ciudad, de lo poco que le escuchó a la mujer sabía que le estaban llevando a un lugar donde habían más niños, donde la iba a pasar bien. Marco no estaba muy seguro de eso.
Se estacionaron en frente de una especie de quinta la cual parecía tener muchos años y muchas remodelaciones. Había un letreo que decía "Casa de Acogida Dalia", a Marco no le gustaba para nada. No era el lugar, si no el hecho de que iba a tener que vivir otro montón de personas, a lo cual él no está acostumbrado, siempre pasaba a solas en su casa, las sirvientas le echaban el ojo de vez en cuando, en el hospital lo tenían encerrado en un cuarto. Nunca había tenido que lidiar con otras personas metiéndose en su espacio.
Los recibió otra señora, las mujeres se saludaron muy alegremente.
– ¿Cómo te llamas, pequeño? – Ella se agacho a su altura, su rostro desprendía amabilidad, generosidad, confianza, dulzura,... maternidad; en se entonces marco ya sabía que hasta el rostro más noble engaña. No contestó.
– Marco – La señora en frente de él alzó la mirada para ver a la mujer de su lado mientras se volvía a erguir en toda la estatura de su corto cuerpo. – Marco Everard. – El niño solo asintió.
Las mujeres siguieron su conversación guiándolo adentro de la quinta en la cual en definitiva no quería estar. Entraron, el lugar muy al estilo mediados del siglo XX, todo iluminado por luz amarilla, confirmó su sospecha de la antigüedad de esa construcción. Todos los muebles y estantes que se encontraban eran de madera con cojines encima, atravesaron un pequeño salón que tiene contenía un juego de sala bastante ostentoso, cada sillón y sofá parecía inflado hasta casi explotar, a pesar de su aspecto grotesco sabía que si se tiraba en uno de aquellos seria extremadamente cómodo. El final de su recorrido fue un estudio donde sus acompañantes se dispusieron a llenar papeles y a seguir hablando mientras él esperaba en una silla pegada a la pared.
La chica que le había traído se despidió y se fue, la señora que le recibió comenzó a hablar nuevamente, a Marco le costaba disimular su fastidio ante el incesante ruido de la voz femenina. Caminaba siguiéndola sin prestarle atención, pronto ella también se daría cuenta de que le estaba hablando al aire. Recorriendo el lugar se dio cuenta de lo grande que era la casa, aunque cada sección era muy pequeña, era notable también que la quinta habida sufrido múltiples arreglos y expansiones añadiendo cámaras que antes no habían, cerrando y encogiendo otros ambientes hasta terminarla convirtiendo en esa laberíntica casa.
Como era de esperarse la señora se dio cuenta de que el niño no le prestaba atención alguna así que dejo de hablar. Pronto ruidos que estaban siendo opacados por las múltiples paredes comenzaron a aparecer, voces infantiles, se gritaban, se reían, jugaban.
Llegaron a un nuevo ambiente bastante amplio a diferencia de las pequeñas salas por las que habían estado zigzagueando, ahí pudo ver a los niños de los cuales provenían las voces, niños de su misma edad, mas no como él, ellos eran felices en su ignorancia, Marco sabia más verdades de las que debería.
Con un llamado la señora hizo que todos los niños dejaran la actividad que estuviera haciendo y se acercaran a ella, de igual forma de algunas puertas comenzaron a salir más personas, chicos y chicas más grandes que los niños que correteaban, adolescentes. Después de que todos aparecieran la señora le dijo al nuevo integrante que se presentara al grupo, este no dijo palabra, ella lo hizo por él, después cada niño fue presentándose uno a uno diciendo su nombre y edad, seguido los chicos más grandes, y al final quien más le interesaba a Marco.
Había sentido su presencia apenas entró a la estancia a pesar de que no lo veía, después apareció por una de las puertas seguido por una chica que se presentó como Adara y tenía catorce años de edad, ese chico que la acompañaba tenia cabello negro igual que sus ojos, tan negro que sus pupilas se perdían en sus iris, y la energía que irradiaba, Marco sentía una extraña conexión, pronto la respuesta vino a él cuándo llego su turno de presentarse.
– Everette O'Callaghan, quince.
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O'Callaghan
Fiksi RemajaLos O'Callaghan son la típica familia adinerada de apariencia perfecta pero que en realidad guardan secretos y un lado oscuro. Te preguntarás: "¿Por qué deberia interesarme en un cliché más?" La respuesta es qué ni siquiera los O'Callaghan saben l...