3. La nueva maestra de Dörfli

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El invierno por fin llegó a los Alpes y con él la nieve. Heidi y su abuelo recogieron todas sus cosas y cerraron la cabaña. Como hacían cada invierno desde que Heidi había regresado de Frankfurt, vivirían de nuevo en la casa del pueblo para que la joven estuviera más cerca de la escuela. Hasta la primavera, no volverían a la cabaña. Heidi comenzaría su trabajo como maestra de apoyo en la escuela al siguiente día.

Cuando llegaron a su casa de Dörfli, Heidi y su abuelo la ventilaron un poco e hicieron limpieza. La dejaron lista para poder vivir en ella durante los meses de invierno.

Durante toda la tarde de aquel día, Heidi estuvo repasando todos los libros con los que ella misma había aprendido a leer, mientras tomaba un poco de leche caliente. También escribía en una hoja de papel algunas ideas de ejercicios de lectura para sus futuros alumnos. Quería enseñar a leer a los niños de la mejor manera posible y que sus clases fueran tanto didácticas como divertidas. Su abuelo estaba cerca de ella, trabajando la madera. A veces, Heidi no podía quedarse quieta en su silla al pensar en lo que le esperaba al día siguiente. Se levantaba y se ponía a caminar de un lado para otro mientras leía en voz alta, era una joven muy nerviosa e inquieta. El abuelito, quien estaba cepillando la madera, notó los nervios de su querida nieta.

-Heidi, estate tranquila.

-No puedo evitar ponerme nerviosa, abuelito. Llevo tiempo esperando este momento. -dijo Heidi acercándose hacia él. -Estoy que no me lo creo. ¡Mañana por fin empiezo a dar clases en la escuela del pueblo! 

-Y lo harás estupendamente, Heidi. Ya lo verás. –dijo el abuelito mientras ponía su mano en el hombro de la joven.

-¡Estoy muy contenta, quiero que ya sea mañana! -exclamó la muchacha con mucha alegría.

El abuelito se rio tiernamente.

-Ya veo. Bueno será mejor que cenemos ya, hoy tendrás que acostarte pronto para levantarte mañana con energía.

-Sí, tienes razón abuelito.

Heidi y su abuelo cenaron juntos. Después, la muchacha se acostó en su cama y se quedó durmiendo mientras leía uno de sus libros.

Llegó el día siguiente y Heidi se levantó bastante temprano para poder llegar antes que nadie a la escuela. Desayunó rápidamente y salió de casa con su mochila en la espalda. 

Mientras caminaba por las calles del pueblo se encontró con algunas aldeanas que le desearon lo mejor en su primer día como maestra de apoyo. Pero de camino a la escuela también se encontró con dos muchachos del pueblo de apenas un par de años mayores que ella, quienes nada más verla se acercaron para saludarla.

-Buenos días Heidi, ¿a dónde vas? -preguntó uno de ellos.

-Buenos días chicos. Voy a la escuela, hoy comienzo a trabajar como maestra de apoyo.

-Ah es verdad, el otro día escuché a mi madre decir que darías clases junto al señor maestro.

-Así es y ya tengo muchas ganas de empezar a enseñar a los niños. -dijo la muchacha sonriendo.

-Pues ten cuidado con ellos, algunos son bastante traviesos. -dijo el otro joven riéndose.

Su amigo también se rio.

-Aunque con una chica así de bonita seguro que están atentos en todo momento. -añadió el primero acercándose más a Heidi.

-¿Y quién no? Si yo fuera niño de nuevo y tuviera de maestra a Heidi siempre estaría atento. -dijo el segundo joven mientras le guiñaba el ojo a esta.

Heidi se sonrojó y mostró una sonrisa algo forzada, se sentía incómoda cuando los chicos le solían decir cosas así.

-Sois muy amables chicos, pero tengo que irme ya. 

Heidi está creciendo (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora