5. Primavera en los Alpes

2.4K 187 68
                                    

Por fin llegó la primavera a los Alpes. Ya apenas quedaba nieve, solo en las altas cumbres de las montañas. Los prados y praderas alpinas se vestían de un verde intenso y estaban adornados con hermosas flores de muchísimos colores. Los animales que habían estado hibernando durante el invierno ya estaban despiertos y activos. Se podía escuchar el canto de los pájaros en todo momento y en cualquier lugar. La primavera había vuelto a traer alegría y vida a la montaña.

Heidi y su abuelo ya habían vuelto a vivir en la cabaña otra vez. La muchacha terminó su trabajo como maestra de apoyo cuando terminaron las clases en la escuela de Dörfli, justo antes del inicio de la primavera. Aquella había sido una de las experiencias más bonitas de su vida, la cual volvería a repetir el siguiente invierno. Como muestra de agradecimiento, los niños le regalaron un precioso ramo de flores a la muchacha y el Señor maestro la felicitó por el buen trabajo que había hecho durante esos meses. Heidi se sentía realizada y muy feliz. Además, en breve cumpliría ya sus 17 años.

Aquella mañana de inicios de primavera, la joven se levantó temprano. Se vistió, se lavó la cara y después se puso a desayunar rápidamente. Ese día, Pedro volvía de nuevo a los pastos con las cabras, ya que comenzaba a hacer buen tiempo. Heidi quería acompañarlo, tenía muchas ganas de volver a las praderas y a los pastos.

Mientras la muchacha terminaba de desayunar junto a su abuelo, escuchó el silbido de Pedro. Su amigo venía a lo lejos con el rebaño. Como de costumbre, Niebla se levantó del suelo y empezó a ladrar.

-Abuelito, ya está aquí Pedro. Voy a guardar mi comida y a sacar a las cabras del corral. -dijo la joven levantándose rápidamente de su taburete.

El abuelito asintió con la cabeza. Heidi agarró su mochila y en ella metió su tazón, en el cual bebía la leche, y unos buenos trozos de queso y de pan. Entre las cosas que la joven llevaba dentro de su mochila se encontraba algún libro porque a veces se ponía a leer mientras Pedro se echaba la siesta en los pastos. Un bastidor de madera y algunas telas para hacer bordados, los cuales Heidi había aprendido a hacer tiempo atrás. Y, como mujer, también llevaba alguna que otra toallita o paño de tela por si en cualquier momento bajara de nuevo su periodo mensual, el cual ya lo tenía desde hacía poco más de tres años. Aunque ella ya había aprendido a calcular los días, ya lo tenía con más regularidad y sabía cuando le tocaba venir. Pocas veces le bajaba de sorpresa o con retraso, pero le gustaba ser precavida en cuanto a eso.

Después de preparar su mochila, Heidi se la colocó en su espalda, salió de la cabaña y se dirigió al corral para sacar a las cabras y esperar a que Pedro se acercara con las demás.

Como cada inicio de la primavera, Pedro, quién recientemente había cumplido los 23 años, regresaba a su trabajo como cabrero. El joven pudo terminar a tiempo todos los encargos de carpintería que le pidieron los aldeanos. Incluso le sobró tiempo para descansar y, entre otras cosas, para pasar los últimos días del invierno en compañía de Heidi, algo que adoraba hacer.

La joven salió del corral con Bonita, Campanilla y Canela.

-¡Buenos días Pedro! -exclamó Heidi nada más verle.

-Buenos días Heidi. -dijo el joven mientras se acercaba hacia ella. -¿Ya estás lista para irnos?

-Sí, ya guardé mi comida y todo lo que necesito en mi mochila. -dijo la muchacha con una amplia sonrisa.

-¡Estupendo!

En ese momento, el abuelito salió de la cabaña y se acercó a Pedro para saludarle.

-Buenos días, General.

-Buenos días, Viejo de los Alpes.

-¿Ya vuelves con tus soldados a los pastos? 

Heidi está creciendo (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora