13. La fiesta

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Llegó el día de la fiesta. Por la mañana, los aldeanos lo dejaron todo preparado en la plaza del pueblo. Montaron un pequeño escenario y colocaron sillas y mesas en las cuales se pondría la comida. Heidi, Clara y sus respectivas parejas fueron a echar una mano. Las chicas colocaron algunas flores en el centro de cada mesa para que quedaran más bonitas.

Cuando llegó el mediodía, los muchachos regresaron a casa de Heidi para comer junto al abuelito. Y, cuando acabaron, Hans y Bruno decidieron descansar un rato mientras que Heidi y Clara se pusieron a preparar las tartas de queso que iban a llevar a la fiesta. 

Después de eso, las dos amigas quisieron subir hasta las praderas. Ambas querían hacerse coronas de flores para ponérselas por la tarde en la fiesta. Cada una cogió flores de los colores de sus vestidos, los cuales resultaron ser también sus colores favoritos. Heidi cogió flores rojas, y Clara flores azules.

Una vez que tuvieron hechas las coronas, las dos amigas bajaron de nuevo al pueblo y se fueron a casa para cambiarse de ropa. Mientras tanto, el abuelito estaba trabajando la madera en el taller. Él no iba a la fiesta, prefería quedarse en casa con la compañía de Niebla, como siempre hacía.

Heidi entró en su habitación y se puso el vestido tan bonito que Clara le había regalado. También se puso unos zapatos en color negro, a pesar de que a ella siempre le gustaba andar descalza. Después cogió la corona de flores rojas y se la puso en la cabeza. No necesitaba nada más, así se veía preciosa.

Una vez que Heidi terminó de vestirse, salió de su habitación y se dirigió hacia la puerta de su casa en dónde estaban Clara y los chicos, ya listos para salir.

Clara llevaba un precioso vestido de tirantes anchos. Era de rayas en color azul y blanco, cuya cintura estaba adornada con un bonito lazo. También se puso unos zapatos de color blanco y, en su cabeza, la corona de flores azules. 

Hans llevaba una camisa blanca, un pantalón azul oscuro y unos zapatos marrones. Bruno iba con una camisa de color crema y un pantalón y unos zapatos en color negro.

-¡Heidi, estás guapísima! -exclamó Clara al verla.

-Eres toda una belleza, querida. -dijo Bruno.

-Muchas gracias. -dijo Heidi sonriendo y después miró a Hans y a Bruno. -Vosotros también estáis muy guapos.

-Gracias, pero vosotras lo estáis más. -dijo Hans mientras se reía.

Heidi también se rio.

-Y tú, Clara, ¡estás espectacular!

-Gracias Heidi.

-¿Nos vamos ya? –preguntó Bruno.

-Sí, tenemos que coger las tartas que hemos preparado. -dijo Heidi.

-No os preocupéis, Bruno y yo nos encargamos. -dijo Hans.

Los dos hermanos fueron a la cocina y se encargaron de llevar las deliciosas tartas de queso que las chicas habían preparado. También cogieron las golosinas que Heidi compró para los niños. Después fueron con las muchachas hasta la plaza del pueblo. 

Cuando llegaron, dejaron las tartas sobre las mesas. Mientras tanto, aprovecharon para hablar con los aldeanos. Al ver a Heidi, los mozos del pueblo que a veces solían acercarse a ella la miraban y comentaban entre ellos lo guapa que iba. Sin duda que Heidi era una muchacha muy bonita, desde siempre lo había sido, pero ahora lo era aún más. Algunos la consideraban la chica más bonita de Dörfli. 

Pero Heidi no iba a ser la única que impresionaría a todos. En ese momento, un apuesto joven apareció frente a todos los aldeanos y se robó las miradas de todas las mozas del pueblo. Cuando Heidi se fijó en aquel muchacho se llevó una gran sorpresa, era Pedro y estaba guapísimo. Llevaba un chaleco rojo sin abrochar y una camisa blanca remangada hasta los codos, haciendo relucir el tono bronceado de su piel debido al sol de las montañas. En la parte de abajo llevaba unos pantalones negros y unos zapatos del mismo color. Esta vez no llevaba su típico sombrero, y su cabello castaño estaba algo despeinado, lo cual le daba un aspecto pícaro. Ese día llevaba un poco de barba, algo raro en él ya que casi siempre se la quitaba, pero esta vez se la había dejado crecer unos días y le hacía ver muy atractivo junto a la ropa que llevaba. Heidi se quedó maravillada al verlo mientras sentía cómo su corazón se aceleraba. En ese preciso instante, Pedro encontró con la mirada a las dos chicas con sus respectivas parejas. Pero al fijarse mejor en Heidi se sorprendió al ver que estaba más guapa que nunca. Ambos se acercaron el uno al otro.

Heidi está creciendo (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora