8. Un rival para Pedro

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Heidi se sentía muy feliz, cada día que pasaba hacía cosas nuevas junto a Clara, Hans y Bruno. A veces subían a la cabaña, pasaban el día allí y por las noches veían el precioso cielo estrellado de los Alpes. 

Otras veces iban a casa de Pedro para hacerles compañía a Brígida y a la abuelita y para que Clara también pudiera leerle los Salmos a la anciana. Mientras tanto, Pedro aprovechaba los momentos en los que Heidi y Clara estaban con su madre y su abuela para mostrarle a Hans y a Bruno el pequeño taller que él se había construido en su casa y les enseñaba cómo trabajaba la madera delante de ellos. Los dos hermanos halagaban a Pedro por su gran trabajo, en especial Hans, le encantaba ver cómo el joven trabajaba la madera y admiraba todas las cosas que había llegado a hacer él solo. Pedro sonreía feliz y orgulloso. 

También había días en los que todos acompañaban a Pedro y a las cabras a los pastos y se lo pasaban muy bien. Pero cuando no iban, Pedro se sentía solo y el día se le hacía largo y aburrido. Pasaba el tiempo tumbado sobre la hierba, observando las nubes, vigilando a las cabras... Cada cosa que veía le recordaba a Heidi y se ponía a pensar en qué estaría haciendo ella en esos momentos, ya que seguramente se lo estaría pasando mejor que él. De una forma u otra, la muchacha siempre estaba presente en sus pensamientos.

Mientras tanto, Heidi y Bruno habían empezado a entablar una amistad más estrecha y, últimamente, la joven casi pasaba más tiempo con él que con Pedro, su amigo de toda la vida. Cuando iban a los pastos todos juntos o Pedro bajaba al pueblo con las cabras y cenaba en casa de Heidi, veía como ella y Bruno se llevaban muy bien, daba la impresión de que se conocían de toda la vida por la confianza que ahora había entre ellos. Otra cosa que también había fomentado esa amistad fue que Heidi era una muchacha muy simpática, agradable y sobre todo habladora, por lo que en seguida era capaz de hacer amigos nuevos y por lo que Bruno se sentía muy bien a su lado. Pero esa confianza y esos acercamientos que ese joven tenía con ella le molestaban mucho a Pedro. Sin embargo, él nunca le decía nada a Heidi porque sabía que su amiga era libre de hacer lo que quisiera. Ella podía perfectamente hacerse amiga de Bruno también, aunque Pedro sintiera celos de ese muchacho.

Y entonces, un buen día, ocurrió lo que nadie se esperaba: Bruno empezó a enamorarse de Heidi y este quería aprovechar cada momento para estar con ella, hasta el punto de querer empezar a cortejarla. Muchas veces le decía palabras bonitas cómo: "Que guapa estás hoy" o incluso, un día, le regaló una caja de bombones. Heidi también empezó a sentirse atraída por él, era un muchacho muy guapo, con unos hermosos ojos verdes y muy atento con ella. ¿Qué mujer no se sentiría atraída por alguien así? Se sentía como en una nube cuando estaba cerca de Bruno. ¿Se enfrió aquello que empezó a sentir por Pedro en las praderas? Parecía que ahora solo Bruno ocupaba todos los pensamientos de Heidi.

La primavera acabó y llegaron los días de verano. Un día, Clara y Hans decidieron dar un breve paseo en pareja por el pueblo y sus alrededores. Apenas podían pasar momentos a solas, ya que casi siempre había alguien presente. Heidi y Bruno se quedarían con el abuelito en casa. Sin embargo, esa idea no le entusiasmaba mucho a Bruno, así que el muchacho pensó en algo para poder estar un rato a solas con Heidi y disfrutar de su dulce y agradable compañía.

-Heidi, ¿te apetecería que diéramos un paseo nosotros también? Así podrías enseñarme más cosas de tus montañas.

-Está bien Bruno, pero espera un momento, iré a decirle a mi abuelo que nos vamos.

-De acuerdo.

Heidi fue a buscar al abuelito, el cual estaba en su taller trabajando la madera.

-Abuelito, me voy a dar un paseo con Bruno, quiere que le enseñe más cosas sobre nuestras montañas.

Heidi está creciendo (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora