Capítulo 4

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¿Qué voy a hacer? No tengo la más puta idea.

Tengo a mis dos primas sentadas en mi cama, mirándome. Ninguna de nosotras tres sabe que decir.

-¿Tenés planes? -Dice milagros, con voz suave- Digo, alguna idea de que vas a hacer con... con esto.

-Lo único que tengo ahora, es miedo.

¿Y cómo no tenerlo? Llevo dentro de mí algo que va a desarrollarse hasta ser un bebé. Y como si fuera poco, hijo o hija de Mariano. En nueve meses voy a ser mamá; no, una es madre desde el momento que acepta que está esperando a su hijo. Pase lo que pase, cuando esa personita llegue al mundo, va a verse rodeado o rodeada por gente que lo/la quiere, alegría, amor, tal y como cualquiera lo merece. Sola o acompañada, me voy a encargar de que no le falte nada, y de que tenga un buen ambiente. Tengo miedo, claro, pero la cagada ya me la mandé; y nada puedo hacer, que no sea aceptar lo que me espera, y hacer las cosas de la mejor manera posible.

¿Qué van a pensar mis papás? ¿Mis tíos? ¿Mis primos? ¿Todos?... ¿Mariano?

¿Cómo voy a decirle a Mariano? Lo último que quiere un chico de dieciocho años, es tener que hacerse cargo de un hijo, un hijo de una chica que no ve hace siglos. Confío en que sigue manteniendo sus principios y que va a apoyarme, pero... ¿Y si no? El no buscaba esto cuando se generó; claro, yo tampoco. No tiene por qué creerme que es suyo. No debería joderlo. Ya lo molesté por varios años. Pero no, la personita que llevo dentro merece un padre.

No sé ni cómo, pero, tengo que hablar con Mariano.

Luego de que se lo pido, Macarena habla con su amiga Dani para ver si podía contactar a Mariano, porque yo tenía que hablar con él y qué sé yo. Mi prima cuelga el teléfono.

-¿Te sentís lo suficientemente bien como para que vayamos a dormir a lo de Dani?

No respondo, simplemente me levanto, armo una mochila, me cambio. Alzo las cejas a modo de "¿listas?". Nos vamos. Macarena nos lleva en el auto (la familia se maneja con el auto de Tía Anna, el de Tío Lucas, y el que usamos mis primos y yo) hasta lo de Dani. Ella dijo que podíamos ir a su casa, hablábamos (tal vez, le dio la sensación de que necesito amigas por fuera de la familia, probablemente esté en lo cierto), podíamos hablar con mariano (por facebook, skype, teléfono, lo que fuere), y que al día siguiente, el iba a ir a la casa de Dani.

Una vez en casa de Dani, soy parte de una "charla de chicas". Ni hace falta hablar sobre el embarazo, porque nuestra anfitriona me hace la pregunta (más bien, la formula como afirmación), cuarenta minutos después de que lleguemos a su casa. No hay caso, de alguna forma intuyó todo, y lo que no, tuve que contárselo. No llamamos a Mariano. Pasamos la noche hablando y haciendo estupideces. Yo me dormí bastante antes que ellas, así que me perdí parte de la velada.

Me despierto a eso de las doce y media del mediodía, las demás duermen desparramadas en el piso (mientras yo tuve el privilegio de dormir en el sofá). Luego de varios intentos, consigo despertarlas. Comemos lo que quedó de la pizza que pedimos anoche, no sé si a modo de desayuno, almuerzo, o las dos cosas. Nos cambiamos. Ellas se dedican a que yo me termine viendo relativamente bien; justo cuando terminan de arreglarme, suena el timbre.

Dani vuelve hasta el living, trayendo a Mariano. Se genera un silencio, ella da un paso hacia atrás. Me levanto, corro hasta él y lo abrazo. El me toma por la cintura. Nos quedamos así.

Empiezo a sollozar repentinamente, y Mariano, aun con sus manos en mi cintura, se separa un poco de mi, para mirarme a los ojos y confirmar que estoy llorando. Me corre las lagrimas, se queda mirándome.

-¿Qué?

-Haría lo que fuera -dice- para no volver a verte llorar.

-Si querés puedo darme vuelta -digo, soltando una risita, mientras amago a voltear- y así no me ves cuando lloro.

Cuando volteo, noto que las chicas salieron de la habitación, cerrando la puerta (deben estar detrás de ella, escuchando o espiando por la rendija donde iría la llave). Le sonrío a Mariano, en el mismo momento en el que rodeo su cuello con mis brazos, y el vuelve a sujetarme de la cintura. Nos besamos.

-Estando sobria te ves más linda -bromea, y sonríe-y aunque te hayas tomado la vida, la otra noche, fue la mejor de mi vida

-Basta, sabés que yo no... -objeto, sin saber que decir- no soy así. Me conocés...

-Conozco a la chica que veía cada verano, la que fue mi novia, mi mejor amiga, mi todo -replica- pero me doy cuenta que esa chica, y la que despertó del coma, no son la misma.

-Mariano...

-Como quieras -resopla-¿De qué querías que hablemos? -Al decir esto, separa una de las sillas de la mesa para que yo me siente, y luego de que yo lo haga, se sienta en la que está en frente- Dani me dijo que era algo importante.

Me mira a los ojos.

-No, no es nada... -miento, siento que no puedo decirle lo que realmente pasa, no tan rápido- en realidad, necesitaba verte, eso.

Sonríe.

Nos vamos los dos, a caminar, y poder pasar tiempo juntos. Terminamos en una placita, sentados debajo de un árbol. Como cuando éramos chicos.

Empieza a lloviznar, y luego llueve, con más fuerza.

Se nos hace inevitable darnos el típico beso bajo la lluvia, como cuando éramos niños.

Por un momento sentí como si nada hubiera cambiado.

Sophia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora