Capítulo 8

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A las doce en punto de la noche, recibo la llamada de Mariano, que me canta el feliz cumpleaños.

-Quería ser el primero en desearte felices 18.

Le digo que lo amo, colgamos.

Me despierto con Sol prácticamente encima mío, me da un beso en la mejilla, con toda la ternura del mundo. Giro la cabeza para el lado de mi mesa de luz, todavía no son las siete, aún es temprano. Mi primita se ve demasiado despabilada como para que vuelva a dormirse, así que me levanto, la cargo a upa, y la llevo a la cocina para prepararle algo a ella, y hacerme un desayuno. Apenas entro a la cocina, saltan mis tíos y primos, al grito de "felices dieciocho". Mi tía carga un bizcochuelo con una velita, mientras todos me cantan el feliz cumpleaños.

Desayunamos el bizcochuelo (que sinceramente estaba algo asqueroso, pero sabemos que Tía Anna lo hizo con la mejor voluntad y mucho amor, así que todos le decimos lo delicioso que (no) estaba). Tía Anna me dice que suba a mi cuarto y vea en mi laptop, que había una sorpresa.

Y vaya sorpresa, mis padres enviando una solicitud de skype, para hacer una videoconferencia.

Los tres derramamos algunas lágrimas.

Luego del típico discurso que era de esperarse por parte de ellos, me recuerdan que no me quedan ni dos semanas en Buenos Aires (es más, hasta podrían tardarse menos que eso en venir). Entonces sé que debo actuar rápido.

Me despido de mis padres, me arreglo, y me preparo para seguir lo que será un largo, pero buen día. Cuando estoy por salir de mi cuarto, escucho algunos golpes contra el vidrio de la ventana. Salgo al balcón, y ahí está él.

-Oh romeo -bromeo, mientras él esboza una sonrisa- ¿Dónde estás, que no te veo? -ambos reímos como estúpidos-Ah cierto, una piedra voladora me sacó un ojo.

No puedo creer que tenga un ramo de flores.

Bajo casi corriendo las escaleras, y salgo a la vereda. Apenas lo alcanzo, me besa de una forma tan hermosa, que no sabría explicar.

-Ahora ya no soy un pedófilo -bromea- estás hermosa.

Si yo estoy hermosa... ¿Entonces él qué?

Entramos a casa tomados de las manos. Hago la presentación formal a mi familia, aunque ya todos sabían algo en mayor o menor lujo de detalles. Mis tíos le ofrecen que se quede para el almuerzo.

Subimos con Mariano a pasar un rato en mi cuarto. El me entrega una cadenita de plata, con un dije con forma de corazón, que tiene grabada una M. Me ayuda a ponérmela.

-Gracias, es hermosa -digo- Me hace acordar al que usábamos cuando niños.

Sonríe (no sé si porque me gusta su regalo, por el recuerdo, o porque le gusta cuando uso palabras no muy propias de la argentina).

Un verano, habíamos ido a una de las ferias que suele haber en la costa, y compramos uno de esos dijes con forma de corazón, que dividías por la mitad, y te quedabas con la mitad que tenia grabado el nombre o la inicial de la otra persona. Después del accidente no encontré el mío.

Por la tarde vienen Martin, Matias y Dani. Ellos, Mariano y mis primas, me organizaron una fiesta de dieciocho. Me habían dicho que como no tenía demasiados amigos aquí, iban a invitar amigos suyos que pudieran congeniar conmigo, no me pareció mala idea, así que accedí. La fiesta va a ser en el sótano (ya que es enorme), y ahí van a aprovechar (por sugerencia mía) para grabar una parte del nuevo videoclip de Freak Out.

A medida que va anocheciendo, empiezan a llegar los amigos más cercanos (los invitaron con cierto margen de diferencia horaria que a los demás). Ya estamos en el sótano, y todo está listo. Ver en la mesa tanto alcohol ya me da dolor de cabeza, pero no porque esté embarazada voy a privarles a los demás un poco de diversión.

Cuando mis primas (incluyendo a Micol, que la dejamos participar en esto) se dispersan, y quedo sola, aparece Martin. Me pregunta si todo está bien, y ese tipo de cosas. Alguien lo llama, y se va.

A los cinco minutos, me encuentro a Mati, que lleva un vaso en la mano (cabe destacar que lo que fuera que esté tomando, tiene un olor muy fuerte).Extiende el vaso, ofreciéndomelo.

-No, gracias Mati

-Vamos -dice él- Tenés 18, hay que festejarlo.

-No puedo -le replico, esperando que entienda.

-¿Qué podría salir mal?

Justo a mí me dice eso.

-Créeme-objeto- ya estoy aprendiendo la respuesta.

-Vamos -bufa.

-Matias!-me quejo, susurrando- si tomo, puede pasarle algo al bebé -alzo las cejas a modo de "¿entendés?".

Se queda callado y no sabe que decir.

-Pero por favor, no digas nada-le suplico- Mariano todavía no sabe que va a ser papá.

Me doy vuelta, y ahí está él. Mariano escuchó todo.

-¿Qué yo qué?

Sophia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora