FOREVER YOUNG ♡ BLARIO

14. Una semana en Ibiza

Amo la vida
Amo la magia
Yo quiero rayos de sol
y mucho beso en la playa.
Arriba en las estrellas 
under the moonlight
Ya que vinimos pa vivir la life 
Vamo' a vivir la life.

Ibiza nos recibe por sus carreteras al son de Amo la vida en la radio a tope de volumen y nosotros cantándola todavía más alto, para que toda la isla nos oiga desde el descapotable que hemos alquilado en el aeropuerto el cual nos acompañará durante toda la semana, y que ahora mismo Mario está conduciendo de camino a la casa que hemos alquilado. Que se note que por fin estamos de vacaciones.

Todo el aire que provoca la velocidad del coche, viene de frente chocando con mi cara echando todo mi pelo hacia atrás y haciendo que se mueva al son del viento mientras yo lo doy todo cantando a pleno pulmón. Sí, todo el mundo se ha pensado en algún momento de su vida que estaba en un videoclip musical, y para mí, este es uno de esos momentos.

- Pues ya hemos llegado. - Mario para el coche y echa el freno de mano. - Aquí es.

Tras 10 minutos de carretera cuesta arriba sin parar, llegamos al que será nuestro hogar durante la próxima semana: un chalet de dos plantas situado en lo alto de un acantilado aislado de la civilización.

- Madre mía, es aún más impresionante que en las fotos. - digo sorprendida.

Con tan solo una llamada, el dueño de la casa nos abre la puerta a distancia y entramos, quedándonos aún más impresionados si cabe.

Lo primero que se ve al entrar es una pequeña entrada ajardinada que conduce a la puerta de la casa. Pero antes de entrar, nos dirigimos ligeramente a la izquierda, por donde continua el jardín de la casa y donde nos encontramos con el paraiso absoluto. Subiendo un par de escalones nos encontramos de frente con una gran tumbona del tamaño de una cama de matrimonio con una cortina blanca que cubre sus cuatro costados y con hamacas individuales a su alrededor. Los bordes exteriores de la piscina que está tan solo a un metro son de cristal, y por lo tanto, permiten que desde fuera de la impresión de que la piscina es infinita, juntándose su agua con la del mar.

Las vistas son preciosas. El mar es infinito, no se acaba nunca, y bajo el acantilado se ve una pequeña cala escondida y tranquila, aunque ahora mismo hay 4 personas en ella tomando el sol.

Después de media hora embobados con esta terraza tan bonita, pasamos dentro de la casa: un chalet blanco de dos plantas y completamente nuevo. En la planta baja hay un amplio salón conectado con una gran cocina y un baño. Todo ello en color blanco y con un estilo muy minimalista. Subimos a la planta de arriba y nos encontramos un pequeño dormitorio de dos camas individuales junto al gran dormitorio principal, totalmente equipado, con un baño con jacuzzi, un balcón grande con dos hamacas y unas vistas espectaculares al acantilado y por supuesto, una gran cama de matrimonio, que por cierto, me recuerda mucho a la cama que Ulises le prepara a Ainhoa en la bodega de El Barco, aunque esta tiene somier en vez de cajas, claro.

- Venga, a estrenar la cama. - me dejo caer boca abajo y siento lo cómoda que es.

- ¿Eso va con doble sentido? - pregunta Mario.

Me giro para mirarle a la cara y compruebo que me está mirando con cara de travieso.

- Eso va con el sentido de que no he dormido en toda la noche y tengo un sueño que me muero.