¿Amigos?

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Narra Hallen

Recorría el camino de regreso a casa, aquel camino el cual cada paso que daba me causa escalofríos. Después de unos pocos minutos llegué a mi hogar, si es que le podía decir así. Con temor giré la manilla de la puerta para poder entrar. Mis padres se encontraban viendo la televisión y se encontraban de espalda a la puerta. Tratando de no hacer sonido alguno me dirige a mi habitación donde me encerré, necesitaba estar solo.
El tiempo paso y la noche llegó. Desperté en medio de la oscuridad, oscuridad que siempre me acompañaba. Bajé a el comedor y encontré a mi familia comiendo pacíficamente. Me acerque a la mesa y tomé asiento al lado de mi hermano Allan quien comía a la vez que revisaba su celular.

–¿Oh estabas aquí Hallen?– dijo mi madre tratando de sonar sorprendida– Como pensamos que no te encontramos nos comimos todo. Creo que queda algo, pero no es mucho– dijo terminando de comer

Me levante y fui a por un plato para servirme algo de comida. No quedaba mucho, la verdad no quedaba nada. Suspire de decepción y traté de no sentirme agobiado

–Oh lo siento cariño – trató de sonar a dolorida, pero en verdad se estaba burlando de mí – Creo que Allan se comió lo poco que quedaba–

–Sin hubieras llegado antes tal vez hubiera algo para ti– esta vez habló mi padre quien se encontraba leyendo un período

–Ya que estás aquí friega los plato– dijo mi madre poniéndome su plato en mis manos

Mi estómago gruñó exigiendo comida a pesar de que sus esfuerzos serían en vano.
Terminé de fregar los platos y cubiertos y mi estómago aún insistía con que lo alimentara. Ignorando cada sonido de mis tripas fui a mi habitación para poder dormir e ignorar a mi estómago. Daba vueltas en la cama intentando consiliario el sueño,  pero me era imposible. No podía, mi estómago gruñía con mucha frecuencia. Fui hasta la cocina y abrí la nevera. Esta estaba llena, repleta de cosas sabrosas. Mi mente no podía dejar de pensar en comer, pero mi cerebro me advertía que si cogía tan sólo una migaja del pan que se encontraba ahí una a tener problemas más graves que tener que soportar mi estómago gruñir. Sabiendo las consecuencias tomé una barra de pan y me marché a mi habitación con la esperanza de poder tan siquiera ingerir algo de alimento.

–¿Adónde crees que vas con ese pan?– se escuchó la voz de mi padre desde atrás de mí

Me tense al escuchar su voz.

–¡Estoy hablando contigo imbécil!– me giró bruscamente para que quedara de frente a el– ¿¡Acaso no vas a responder!?–

Yo solo miraba esos ojos llenos de odio y furia. Estaba tensado, paralizado. Tenía miedo a contestar por el temor a enfadarlo más

–Y-yo s-solo t-tomé un tr-trozo de pan p-para c-comer– temblaba del miedo

–No hay comida para ti. Sino hubieras llegado tarde hubieras comido–

–Pero yo tuve un problema al regresar–

–Eso no es justificación– golpeó mi rostro haciéndome girar mi rostro

–Yo solo quería un trozo de pan– dije con lágrimas en mis ojos

–Esa comida no te pertenece. Prácticamente le estas robando a tu familia – volvió a golpearme, peto esta vez hizo que chocará contra la pared al empujarme

–¿Qué es todo ese escándalo?– dijo mi madre llegando y viendo todo

–Esta alimaña estaba robando comida – dijo mi padre molesto

–¡Hallen!–

–Yo sólo quería  un trozo de pan.– dije en el suelo llorando

–Por eso eres una deshonra. Como le vas a robar a tu familia. Eres un desagradecido – dijo mi madre golpeándome con sus píes

Mi chico SuicidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora