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-Dejame ver si entendí. -repitió su hermano dando vueltas por el living. Era la quinta vez que repasaba lo que Shoto le había dicho y el joven comenzaba a cabecear del sueño. -¿Papá te golpeó? ¿Nuestro viejo?

Asintió, abrazando sus rodillas en aquel cálido sillón. Para sorpresa de Shoto, el departamento de Touya estaba en perfectas condiciones y muy limpio, pese a como se mostraba el edificio por fuera. Bueno, excepto las paredes sin pintar. El chico pálido que le abrió la puerta le ofreció una taza de café caliente que no dudó en aceptar. Shoto lo miró, el tipo se encontraba en una esquina, sin opinar nada al respecto pero tampoco entendiendo lo que sucedía.

Touya insultó.

-Jamás creí que algo así pasaría. -su hermano se le acercó otra vez a chequear su rostro. El más chico hizo una mueca adolorida ante el agarre. -No volverás allí, al menos no sin mi. Esto está mal, muy mal.

Shoto abrió los ojos como platos, su hermano no podía volver a casa. Shoto y su padre no se llevaban muy bien, pero Touya y Enji era una guerra perpetua. Sería un caos cuando su padre le vea, más ahora que tenía el pelo negro y andaba con gente extraña. De inmediato miró al peliblanco...cielos, Shoto tenía escalofríos cuando cruzaba miradas con él. Encima le sonreía con esos labios quebradizos, como si supiera que cuasa incomodidad en la gente y disfruta hacerlo. Volvió a Touya y negó, él no podía volver. Levantó la receta de los medicamentos de su padre, con la intención de leerle cuán psicótico lo ponían, pero Touya las rompió en su cara. Un mensaje claro de que le importaba una mierda.

No es un mal hombre.

-Te golpeó. -dijo Touya. -No me importa si estaba viendo un fantasma, una alucinación o algo. No puedes compartir casa con alguien así.

Solo fue una vez.

-Shoto. -el nombre salió con dureza y el más bajo se encogió un poco. Touya se refregó el rostro. -¿Fuyumi lo sabe?

Shoto negó.

Le dije que fue una pelea en la escuela.

Los ojos de Touya parecían gritar pero sus labios estaban quietos mientras lo miraba. Shoto sintió culpa por mentirle a su hermana, pero creyó que era la mejor en ese momento. Shoto suspiró, buscando entre su mojada mochila algo más, oyendo la advertencia de Touya acerca de mostrarle más efectos secundarios del abuso de ansiolíticos y antidepresivos. Su ropa ya no estorbaba en la mochila, ese peliceleste la había tendido prolija en el balcón a que se secara. Para su suerte el agua ya había parado y un viento frío que cortaba la humedad entraba por aquella abertura. Sacó un papel algo arrugado pero que se había salvado de quedar arruinado y estropeado por el agua. Se lo extendió a su hermano y lo tomó leyendo rápido mientras se masajeaba el cuello. Era un papel que le había dado su profesor Aizawa que notificaba a "sus padres y/o tutores" que se había retirado del colegio bajo órdenes de dirección esa mañana.

Cuando Touya bajó el papel se encontró con el bicolor que le extendía una lapicera y una carita tan seria que le decía firma esto y no preguntes más. Shoto volteó a ver al peliceleste cuando sintió su mirada en él, mientras su hermano se ponía a firmar los papeles. El tipo alzó una ceja, contrario a lo que Shoto pensó que haría tras descubrirle viéndolo. Shoto guardó su hostilidad y dio un golpecito al pelinegro en el brazo, llamando su atención.

¿Quién es él?

Touya desvió la mirada hasta el nombrado un segundo y le sonrió al volver. Hizo una seña más que indicaba que deje de ignorarle, sin embargo el pelinegro solo le sonreía.

-Te explico luego.

Revolvió su cabello. Shoto suspiró volviendo al sillón, sin obtener la respuesta que quería. Llevó una mano hasta el costado de su cabeza, su cabello ya estaba seco y limpio, las ropas que tenía le mantenían cálido pese a ser dos talles más grandes que él. Sin duda había extrañado el cuidado de su hermano mayor, muchísimo. Se tomó la libertad de echar un vistazo por el lugar, descubriendo que Touya aún conservaba un par de fotografías de ellos, cuando las cosas estaban bien y su madre aún le contenía en sus confortables brazos. La miró unos segundos, acariciando el vidrio y recuadro de madera, antigua y algo gastada. Sonrió nostálgico y la devolvió a su sitio mientras bostezaba con falsa tranquilidad. A sus espaldas, notaba como aquel sujeto le seguía con la mirada a todas partes. Una mueca se formó en su cara de forma inevitable, la hostilidad volvió en una voz que le preguntaba quién demonios era ese y qué tanto le miraba. No es como si fuera a robarse algo. Se dio la libertad de devolverle la mirada con un poco de seriedad, demostrando esa hostilidad que luchó por esconder. Ambos mantuvieron un cruce de segundos hasta que el pelinegro lo llamó para devolverle todos los papeles. Firmados y leídos.

GRITO SILENCIOSO [𝔹𝔸𝕂𝕌𝕋𝕆𝔻𝕆]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora