capítulo 3

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Hale Muller firma los documentos Sellando un trato que tarde o temprano traerá consecuencias pero ¿Serán buenas o malas?

Nuestras miradas se cruzan por unos segundos "Bienvenido jefe".

Actualidad

— ¡El jefecito guaperas es el amor de tu vida!

Le fulmino con la mirada de mal humor— no empieces con tus estupideces ¡El imbécil ese no me gusta joder!

— ¿Ah no? ¿Y porqué te le quedaste mirando como una estúpida cuando chocaste con él? —se cruza de brazos — ahora negarás que es guapo...

Ruedo los ojos— ¡No me molestes Adriana! El tipo es un imbécil así que ¡ya déjame en paz!

Camino junto a ella dirigiéndonos a la parada de bus ¿Porqué le gusta tanto molestar con lo de Hale?

—Está bien, está bien... —Alza las manos como símbolo de paz— ya dejaremos el tema del "jefecito" para después.

— Gracias —suelto sarcástica.
Nos detenemos en la parada del bus— ¿Qué tarea te encargó Bárbara que saliste de tan mal humor?

— ¿Por qué tienes que acordármelo? Hubiera preferido ser una sugar baby antes que trabajar para el señor Muller.

—La mirada lujuriosa de Adriana me hace rodar los ojos— él puede ser tu sugar daddy pero tu no aprovechas las oportunidades que te da la vida.

— A veces ni te soporto, cuando te pones en plan obstinada nadie te supera.

El bus llega y ambas nos subimos notando que no hay asiento libre y nos toca quedarnos paradas.

—No puedo seguir viviendo así, un día de estos me compró un auto —comenta Adriana de mal humor. Decido acomodar mi bolso de tal forma que quede frente a mí— ¿Y Amber? Me habías dicho que la enfermera renunció y estaban contratando a otra.

Suelto un suspiro inconscientemente, al acordarme de mi hermana y madre— ella dijo que encontró otra que cumple con todos los requisitos pero... nunca encontraremos una como Martha.

Adriana asiente. Ella más que nadie presenció como la anterior enfermera cuidaba de mi madre como si de su propia progenitora se tratase, pero la enfermedad repentina de su esposo le había obligado a abandonar el empleo. Dejándonos a mi hermana y a mi desesperadas y triste, dudamos poder encontrar otra como ella pero al menos lo intentamos.

— ¿Cómo lo llevas? —se de antemano que esa pregunta vendría tarde o temprano. Y a pesar de tener la respuesta, sigue siendo doloroso pronunciar las palabras.

— He estado en peores situaciones así que... bien dentro de lo que cabe —le doy una corta sonrisa para que no note lo difícil que me resulta hablar del como me siento acerca de ese tema.— Es difícil ver como tu madre te olvida poco a poco, pero al menos no se acordará de los desaires que le hice pasar —bromeó para aligerar el ambiente.

— Sabes que cuentas conmigo, no estás sola en esto Amalia. Además nunca he conocido ha alguien tan fuerte y luchadora como tú. Sabes que... por más oscuro que se encuentre el camino, es porque pronto saldrá el sol —. Lágrimas inundan mis ojos pero evito que algunas de ellas salgan.

— Gracias —susurro torpemente.

Ella me abraza en medio del gentío en el que estamos metidas— no hay nada que agradecer.

Una parada más de bus y Adriana se baja prometiendo ir a visitar a mi madre la siguiente semana. Ambas nos conocemos desde la secundaria, siempre hemos tenido una amistad bastante estrecha de tal modo que mi madre siempre le ha querido como si de una hija más se tratase.

Se que a ella le duele que mi madre por momentos se acuerde de ella pero eso no evita sus constantes visitas. Por eso a pesar de lo insoportable que puede llegar a ser, le quiero mucho y es de las pocas personas que considero como una verdadera amiga.

Salgo de mis pensamientos al notar que he llegado a mi parada, le pago al chofer y bajo del vehículo.

Hogar dulce hogar.


El ser independiente tiene sus ventajas como desventajas pero al final resulta una experiencia bastante interesante, más cuando se vive solo.

El vecindario donde resido es bastante satisfactorio en el sentido de: las pocas personas que molestan, los niños siempre están en sus casas, no son chismosos y hasta ahora se han demostrado amables.

Abro la puerta de mi humilde hogar que no es más que una pequeña casa de una habitación, un baño, una cocina, una sala, tiene una pequeña terraza y enorme patio trasero. Cada habitación tiene un buen tamaño y es suficiente para mi.
La casa está pintada de un color beige en la parte delantera pero por dentro está de verde manzana y azul.

Llevo dos años viviendo sola y orgullosa puedo decir que mi casa ha sido amueblada y decorada con mucha dedicación.
Dejo las llaves en la cocina y sigo de largo hacia la habitación. Cuando estoy apunto de quitarme la ropa escucho como el teléfono suena.

— Tiene que ser Amber —digo para mi.

Al tomar el teléfono no puedo evitar sonreír al ver que en su efecto es ella
¿Cuándo dejará de ser tan impertinente?

— ¿Acaso me has puesto un rastreador? ¡No me das tiempo ni de respirar! —escucho como chasquea la lengua.


— Te di tiempo para que llegaras a casa... Al menos —la intensidad de Amber no tiene limites decido ignorar lo acosadora que se escucha.

— ¿Cómo está mamá? —mientras hablo me voy despojando de la ropa.

— Está bien —me siento porque se que este informe va ha ser largo.— La nueva enfermera es muy amable y creo que pertenece a alguna religión o algo así, le ha estado leyendo la biblia y algunos libros a mamá desde que llegó. Lo bueno es que se acuerda de algunas cosas que leen ¿Sabes lo que significa? ¡El Alzheimer no ha estado avanzando!

— No debes alegrarte tanto esa enfermedad no tiene cura. Tienes que tener presente que un día de estos no se acordará de nosotras —por más dolorosa que resulten esas palabras, es la verdad.

— Lo sé... ¡y no sabes cuantas veces lo recuerdo en el día! Por eso cada minuto que podemos pasar con ella estando lúcida tenemos que aprovecharlo.

— A veces creo que hubiera sido mejor que estuviera muerta —Amber jadea— no me mal intérpretes... Tienes que entender que saber que perdiste a tu madre muerta es una cosa  pero perderla... Ella aún estando viva es otra.

— Al menos la tenemos con nosotras Amalia, no puedes pensar así.

Suelto una risa sarcástica— tenemos a nuestra madre tres horas por día después es una total desconocida ¡Ni siquiera nos conoce! Y no pienses que no la quiero o que me comportó como una perra fría —trato de controlar el nudo de emociones.

— Es que... duele verla así.

— ¿Crees que a la única que le afecta es a ti? No todo gira a tu alrededor Amalia.

— No lo digo solo por mi... El hecho de la cantidad de alcohol que ingieres cada vez que tienes la oportunidad es una de las razones ¡No quiero que te hundas en el alcoholismo! Eres mi hermana mayor, la que debería de dar el ejemplo, la que debe de ser fuerte, pero lo único que haces es destruirte —. Su respiración acelerada es lo único que escucho a través del auricular.

— ¿Cómo lo sabes? —su voz se escucha rota.

— No debería de preocuparte que lo sepa sino ocuparte de erradicar el problema ¿Por qué no me lo dijiste?¿Por qué tuviste que esperar a que lo descubra? —la impotencia corre por mis venas— ¿es que no confías en mi? Soy tu hermana Amber siempre voy a estar para ti sin importar que, aunque sea para escucharte hablar tonterías todo el día —ella suelta algunas carcajadas. Le conozco lo suficiente como para darme cuenta de que está llorando— recuerda que está carga es compartida, que no estás sola —. Que irónico Adriana me había dicho esas mismas palabras hace unas horas,— ya tengo suficiente con la pérdida de nuestra madre... no quiero perderte a ti también.

— Y no lo harás hermanita... no lo harás.


 

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Por culpa de unos zapatosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora