capítulo 15

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Maratón 2/7

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Maratón 2/7

En el capítulo anterior


— Ya no me volveré a alejar Amalia.— Sabes…pienso empezar a buscar trabajo, creo que es tiempo de comenzar de cero.

— Me alegro mucho por ti, aunque no será igual pero podremos vernos.

— Ya no me volveré a alejar Amalia.

Actualidad

— Creo que ya es hora de irme —digo al ver hora en mi teléfono.

Jayson quien se burlaba de mi al ver el video que nos hicieron en el karaoke hace un mohín similar al de un bebe cosa que le hace ver tierno.

— ¿tan rápido? —asiento— vamos —desechamos la basura y empezamos a caminar a la empresa.

— ¿Cuándo volverás a donde Martha?

— La próxima semana —respondo— normalmente voy todos los domingos sin falta debido al trabajo.

— Entonces no te volvería a ver hasta el domingo —concluye.

— Puedes quedarte conmigo cuando quieras, no me molestaría compartir mi cama.

Los ojos de Jayson adquieren un brillo peculiar que ya conozco— ¿llevo condones?

— No —alargo la o— eres un pervertido.

— ¡¿tú empezaste?! —chilla ofendido
— no me digas que no extrañas esto —se señala.

Rio— el día que quiera tener sexo contigo, te llamo. —me despido dándole un beso en la mejilla para luego entrar a las instalaciones de la empresa encontrándome con Adriana y Luis en el camino.

— Hola Amalia —Luis me saluda sonriente mientras que Adriana busca una excusa para irse.

— Hola Luis —le sonrió— Adriana —le llamo antes de que piense en darse la vuelta— lo siento, no debí descargar mi frustración contigo.

Ella se encoje de hombros— no te preocupes, estoy acostumbrada a tus delirios —se da la vuelta pero se detiene de forma abrupta— por cierto lo de James se acabo.

Quedo algo choqueada ante su confesión— ¿Qué? ¿Por qué?

— Tenias razón mi obsesión se acabo después del sexo o será porque descubrí que es un completo idiota.

— Pero ¿Qué hizo?

— Luis le escucho hablando con sus amigos especulando que yo era virgen.

— ¿en serio? —mi expresión debe ser un poema.

— Nos detenemos un momento para concentrarnos mejor —lo peor es que fanfarroneaba de darme el polvo de mi vida cuando él no sabía trabajar con las manos ni para si mismo.

Por culpa de unos zapatosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora