El jardín de hierro - Búsqueda de un corazón amable

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Iuarrax se despertó con un terrible dolor de cabeza, muy mareado, desorientado y con los labios hinchados.

Estaba tirado sobre un suelo empedrado cubierto de musgo que olía mucho a humedad.

"Au... Que dolor... ¿Dónde estoy? ¿ Una celda?"

El albino observó a su alrededor, tratando de ubicarse.

Sin tener en cuenta las setas y musgos que crecían entre los ladrillos de piedra, su prisión estaba bastante limpia, un indicativo de que seguramente aquellas celdas no habían sido usadas en mucho tiempo o incluso puede que nunca.

Iuarrax observó su traje beige, todo cubierto de manchas verdes y negras.

"Ay... Luna va a matarme."

A continuación intentó ponerse en pie, pero se arrepintió de inmediato, pues cuando se levantó un profundo malestar inundó su cuerpo.

"Mierda... Demasiados... Postres. "

Arqueando el cuerpo, Iuarrax vomitó sobre el empedrado toda su cena y acto seguido se desplomó sobre el suelo.

El soldado que montaba guardia fuera de la celda lo miró con profundo desagrado.

-Joder... Que asco.

"Casi que mejor me quedo tumbado." Pensó él, sin fuerzas.

Ya en el suelo, Iuarrax se dedicó a observar lo que había sido su cena momentos antes con cierta curiosidad.

"¿Eso es una semilla de clavo?" Se preguntó.

"No recuerdo haber tomado ningún postre con clavo. "

Iuarrax respiró hondo varias veces, lentamente y con cuidado.

Su celda no olía especialmente bien, sobre todo después de haber vomitado, pero la respiración le ayudaba a reducir su fatiga.

Decidió tumbarse boca arriba en lugar de boca abajo, eso haría sufrir menos a su pobre barriga.

Cerró los ojos... Todo le daba vueltas.

" Ori... ¿Estás bien? ¿Dónde estás? "

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Observando por una ventana se podía ver un atisbo de la belleza de los jardines del Palacio de la Aurora.

Como árbol predominante de aquel bucólico lugar, se alzaba el equiantro, con sus flores de campana blanca de matices rosados, aunque también se podían ver algunos raros cornejos de hoja sangrienta y frutos como perlas.

El jardín en sí era recorrido por un camino de baldosas de un blanco mármol que contrastaba con los arbustos de mariposas violetas que adornaban los lados del sendero.

Además, de forma esporádica, se podía ver un racimos de astilbe, algunos blancos, otros rosas, incluso rojos.

Orianna entró al jardín asombrada ante semejante espectáculo de color y al hacerlo también vió algunas budelias tanto blancas como rosas, colgando con delicadeza en sus macetas empotradas a las paredes de los edificios de alrededor.

Había mucha gente de paseo aquella mañana.

La mayoría eran parejas de nobles que se deleitaban con la naturaleza tras la ajetreada velada de la noche anterior.

Esto no sorprendía a la Salvadora, pues Avalak le había dicho que casi todos los comensales del salón habían sido invitados a pasar la noche en las habitaciones del palacio, además de ser invitados también a desayunar como disculpa por el escándalo ocurrido.

LAS BODAS DE MILANNA DERVALEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora