Segunda Calma - Los Hijos De La Serpiente

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El vapor perfumado del agua de la bañera ascendía desde la superficie de ésta, cubierta de algunos pétalos de rosa, hasta el techo, donde se acababa perdiendo con el humo de las lámparas de aceite que iluminaban la estancia tímidamente.

Bajo el agua estaba tumbada Adashino, algunos de sus cabellos negros también flotaban como los pétalos.

Tenía los ojos cerrados, respirando con lentitud.

Sus manos estaban entrelazadas en una postura de meditación Yeonsiana para favorecer el descanso de la mente.

"Unidad... Paz interior... Entereza... Fuer..."

De pronto, tres golpecitos en la puerta rompieron la concentración de la Inquisidora.

-¿Qué? - Respondió ella inmediatamente con irritación.

Una voz, amortiguada por la puerta de madera del baño, le respondió.

"¿Cómo está yendo el baño, Adashino? "

-Imushi...-Ella frunció el ceño. -Bueno, no son aguas termales, pero es disfrutable... Iba bien hasta que me han interrumpido... ¿No tienes nada más que decirme?

"Tengo, ya está aquí el mensajero, os trae un..."

-¿Mensaje? - Preguntó Adashino con sorna.

La voz no respondió, tan solo deslizó una carta por debajo de la puerta.

-Pero bueno. - Acusó ella. - ¿Es que no puedo relajarme ni cinco minutos?

"Le ruego a la ilustre Inquisidora que me perdone.- Dijo también con sorna.- "Pero, como sabrás, la situación es crítica. "

Ella resopló, aún dentro de la bañera.

-Sí, tienes razón.

"¿Le digo al mensajero que se marche?"

-No... Que espere frente a mi escritorio. - Ordenó ella. - No tardaré.

"Recibido. "

-Ah... Otra cosa.

" ¿Sí? "

-Quiero que me traigas una botella de espumoso... Y cuando le hagas entrar... Sal y cierra la puerta tras de ti.

"¿Cómo?"

-¿Entendido, secretario? - Insistió Adashino.

"Vale... Lo que tú digas."

La inquisidora suspiró largamente mientras se acurrucaba unos últimos segundos en el agua.

-Venga. - Se dijo a ella misma. - De vuelta al trabajo.

Con mucho cuidado se incorporó sobre la bañera y salió de la misma, una pierna tras la otra.

Agarró una toalla con su brazo izquierdo y se dispuso a anudarla a su alrededor, no sin antes detenerse un momento al mirar al espejo.

Unos feos moretones envolvían las articulaciones de su brazo derecho.

Adashino maldijo por lo bajo.

Cada día que pasaba odiaba más a esa bruja del agua.

A continuación se agachó para coger el sobre y lo abrió para leer con sorpresa un documento firmado por la mismísima emperatriz.

-Vaya.- Observó no sin cierta sorpresa. - Que amable su majestad, ya me ha asignado un nuevo ayudante.

Dobló la carta de nuevo en su sobre y la dejó encima de un banquito de madera.

LAS BODAS DE MILANNA DERVALEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora