Vértigo a la inmensidad - El guardián de quien nos protege.

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Orianna escuchó las hojas de la hiedra cerrarse tras ella.

Ya estaba hecho, lo había conseguido.

Toda la ayuda que ella podía prestarle a la princesa ya había sido concedida.

"He salvado una vida... Su destino ahora no es único, porque ella ha podido elegir... Y por eso he vencido. "

La sirvienta que custodiaba la puerta no la saludó cuando salió, se quedó concentrada, vigilando la zona.

Orianna miró al cielo.

"He vencido."

Estaba precioso, despejado y sin una nube.

"Entonces... ¿Por qué me siento tan mal?"

Decidió dar un paseo por los jardines para despejarse y pensar un rato.

El día estaba apenas empezado y de pronto se había quedado sin nada que hacer.

A su lado, un par de nobles discutían mientras paseaban dados de la mano.

-¿Te has enterado, querido?- Murmuró la dama. - El rey ha anunciado que ha capturado al hechicero de hielo que causó aquel desastre.

-¿De veras? - Preguntó animado. - Alabado sea Mithras, ese imbécil... ¿Cómo se le ocurre atentar de esa manera contra nosotros? ¡Y en la noche de la boda de la princesa nada menos! ¿En qué estaría pensando?

-De nada sirve pensar en ello querido.- Contestó ella indignada. - Esa gente tiene la mente putrefacta y corrompida por tales artes oscuras.

-Sí, supongo que tienes razón.

-Con esto, el rey finalmente le ha dado caza al sujeto que tantos dolores de cabeza ha dado al reino.

-Espera.-Dudó él. - ¿Pero a quien el rey buscaba no era a una mujer?

-¿Una mujer?

-Si, ya sabes, porque la llamaban la "Salvadora" de Hamel.

-Hmmm, ¿En serio?

Orianna se alejó con todo el disimulo que pudo de aquellas sabandijas que caminaban tan despacio, adelantándolas por un lado lo más rápido que su vestido le permitía.

"Maldita sea."

Pensó angustiada.

"Iuarrax está encerrado, Avalak de reunión con el rey, ¿Loric? No gracias..."

Así que, con una ingente y repentina cantidad de tiempo libre, nuestra amiga se puso a vagar sin rumbo específico.

En el jardín principal, Orianna reconoció el rostro de alguien que paseaba como ella.

Era Mortensio.

Se lo había encontrado de frente y estaba segura de que la había visto, pues él se dirigía sonriente hacia ella, con una cesta de mimbre en la mano.

Un escalofrío recorrió la espalda de Orianna y decidió mirar para otro lado, con la esperanza de que no le prestara atención y pasara de largo.

Y eso fue justamente lo que ocurrió.

Mortensio vestía un elegante jubón largo azul marino con pantalón gris claro, un atuendo típico en la nobleza joven del reino.

Se arrodilló con delicadeza apoyando una rodilla en el suelo y besó con cuidado la mano que sostenía.

Una doncella vestida de amarillo sonrió complacida, agarrando la mano de él y tirando de ella para levantarlo del suelo.

Los dos se marcharon cogidos de la mano, tranquilamente, charlando y riéndose todo el rato.

LAS BODAS DE MILANNA DERVALEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora