Capítulo 11

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Fue una tarde larga y sofocante. Tae se alegró de poder pasar la mayor parte de ella tendido sobre una de las camas con un mínimo de ropa. Se preguntó qué habría pensado Patrick sobre la cerradura forzada.
Tal vez aceptara todo lo que ocurría en casa del hombre blanco como inevitable, tal como había aceptado su presencia allí aquella mañana sin ni siquiera pestañear.
En todo caso, pensó que a él le convenía adoptar la misma actitud durante el resto de su estancia allí.
No había forma de escapar de Jungkook. Lo tenía cubierto por todos los flancos. Y aquella noche no podría evitar que él reclamara los derechos a los que se consideraba acreedor por su matrimonio. Lucharía contra él, pero, ¿por cuánto tiempo? ¿Y para qué, si sabía que al final iba a perder?
Sería más digna una total falta de respuesta y supondría mucha menos satisfacción para un hombre como Jungkook. Hasta era posible que a la larga perdiera el interés.

A las seis tomó otra ducha y se puso ropa cómoda. Cuando salió a la sala, Patrick se encontraba colocando vasos limpios y una botella sobre una bandeja. Por primera vez en su vida Taehyung se sintió más que deseoso de beber un trago. Combinó ginebra con limón y se sentó frente a la puerta para aprovechar la leve brisa que empezó a soplar al anochecer.

Era la tercera noche que pasaba allí; sin embargo, sentía como si hiciera un siglo que había dejado Freetown para ir en busca de Bogum. Se percató de que el recuerdo de su ex prometido ya no le provocaba sentimientos de ninguna clase. Pensaba utilizarlo si le era posible, pero sólo porque ya no sentía nada por él.

Aún no había terminado su bebida cuando el coche se acercó por el camino y se detuvo frente a la casa. Permaneció sentado y, con intencionada indiferencia, se llevó el vaso a la boca en el momento en que Jungkook entraba.

–No has tardado en acostumbrarte –fue el comentario de él. Se dejó caer en una silla, se descalzó una bota, luego la otra y se relajó con expresión de alivio.– ¿Qué tal si me preparas algo a mí?

Tae se puso de pie y sin decir palabra se dirigió al mueble de las bebidas.

–¿Qué vas a tomar?

–Whisky solo –Tae sirvió una porción bastante generosa en un vaso y se lo entregó antes de volver a su lugar. Sintió cómo él lo miraba mientras tomaba su vaso y se esforzó por mantener una expresión de desinterés. Nada que él dijera o hiciera iba a minar su recién ganado control. De allí en adelante, sería el esposo más dócil que jamás tuvo un hombre y a ver si al otro le gustaba aquello.

Si sus deducciones eran correctas, Jungkook se aburriría antes de veinticuatro horas. Los hombres de su tipo, pensaba, nunca quieren lo que pueden conseguir con facilidad.
El silencio se prolongó, interrumpido sólo por el canto de los grillos y el desafinado silbar de Patrick en la cocina, mientras preparaba la cena.
Cuando por fin Taehyung se atrevió a mirar a Jungkook, éste jugueteaba con el líquido restante en su vaso y tenía una sonrisa enigmática en los labios. De pronto alzó la vista, sorprendiéndolo. Levantó el vaso y lo vació de un golpe.

–Debo ponerme presentable. No bebas mucho de eso, si no eres buen bebedor. Puede tener efectos inesperados.

Cenaron a las ocho; una cena abundante aunque bastante sosa. Carne enlatada, cocida con hierbas y guisantes, arroz hervido y al final frutas en compota. Jungkook comió lo que le presentaron sin comentario, pero Tae decidió que hablaría con Patrick a la mañana siguiente.
La comida en conserva podía prepararse de forma más apetecible.
Fue Jungkook quién sugirió tomar café en el porche. La noche estaba oscura y la brisa se había convertido en un viento constante. Algunos truenos se oían en la distancia. Había luz en otra de las casas y el sonido de voces y risas masculinas llegaban hasta ellos.

–La partida de cartas –dijo Jungkook. Tenía los pies sobre el barandal y la silla inclinada hacia atrás.– Ese es Kim Seokjin. El mejor jugador de póker que he conocido.

–¿Sueles jugar con ellos? –preguntó Taehyung.

–Por lo general, sí. Para pasar el tiempo.

–Pues no te abstengas por mí.

La sonrisa de él era de burla.

–¿Dejarte solo? Pensarían que me he vuelto loco. No hay uno de ellos que no diera el sueldo de un mes por estar en mi lugar. Eres lo bastante atractivo como para llamar la atención en cualquier parte, pero aquí eres una sensación. Vas a formar parte de muchos más sueños de los que te puedes imaginar.

–¡No sigas! –su voz sonó más grave.– No quiero saber el efecto de mi presencia
sobre los demás aquí. ¡No me interesa!

–Pues no serías normal si no te diera placer saberte tan deseado. Sobre todo cuando también te sabes a salvo de cualquier soñador que decidiera tratar de convertir en realidad sus sueños.

–¡Depravado!

–No hay nada depravado en que un hombre desee a la persona con la cual está casado.

–Sí, lo hay cuando eso es todo lo que hay. En principio no eres mejor que cualquier persona que obliga por la fuerza a otra a satisfacer sus deseos.

–Lo que quieres decir es violación –respondió él suavemente.– Pero yo no te he forzado a nada. Al menos aún no. Y tampoco creo que vaya a ser necesario. Es un pobre tonto quien no pueda excitar a su pareja.

Taehyung sentía que su pulso se aceleraba por segundos.

–¿Aunque ésta lo aborrezca?

–Mejor aún. El odio es una emoción positiva. Puede provocar una reacción tan excitante como su contrapartida.

–¿Y cómo lo sabes?

–Una vez me enamoré –su tono era sarcástico.– Eso me puso en una posición de desventaja y me enseñó una lección que nunca he olvidado: En la vida sólo hay un lugar para una pareja y es la cama.

Estaba demasiado oscuro para poder ver sus facciones, pero Tae notó cómo todo su cuerpo se había puesto en tensión.

–Esa persona debió tratarle muy mal.

–Me hizo un favor. Casi le estoy agradecido. Todo se acaba, así que hay que aprovechar el momento mientras se pueda.

–¿Incluyéndome a mí?

–Incluyéndote a ti.

Sin alterarse, Tae respondió:

–Pero conmigo has cometido un pequeño error. Has puesto nuestra relación en un nivel diferente a los demás. ¿Qué tal si yo decido sacar también el mayor provecho posible de todo esto? Imagina que al llegar a Inglaterra me niego a seguir tus planes. Estarías atado a mí y yo podría reclamar legalmente que me mantuvieras.

–¿Me estás amenazando? –preguntó él, tranquilo.

–No –las manos le sudaban, pero se negó a dar marcha atrás.– Sólo señalaba que no todas las ventajas están de tu parte. Aquí estoy indefenso, lo sé. Yo solo me he metido en este lío y yo solo tengo que salir de él. No esperes que desaparezca de tu vida cuando tú lo digas, sin algún tipo de compensación.

–¿Y qué precio pones a tus favores?

Nada en el mundo lo haría permanecer atado a Jungkook, en cuanto tuviera la oportunidad se libraría de él, pensó Tae. Pero no había por qué hacerle creer que iba a ser tan fácil.

–Un precio muy alto –respondió.

–¡Muy bien! –se levantó de su silla y lo tomó en brazos levantándolo con brusquedad.– ¡Vamos a ver si lo vales!

Corazón de piedra • kvDonde viven las historias. Descúbrelo ahora