Llegaron a Freetown cerca de las cuatro de la tarde del sábado y se dirigieron al hotel en el cual Jungkook solía hospedarse cuando pasaba los fines de semana en la ciudad. La habitación resultó limpia y ordenada, pero sin pretensiones y el baño uno de los más pequeños que Tae había visto jamás.
Jungkook depositó la maleta sobre una de las camas y sonriendo vio cómo Tae se asomaba a la ventana.–Demasiado alto para pensar en saltar, o no lo suficiente depende de lo que tengas en la mente.
Tae no le hizo caso y miró hacia el mar. Había varios barcos en la bahía. Quizá algún barco inglés, de nada le serviría. Aunque tuviera el dinero necesario, jamás lograría alejarse de Jungkook el tiempo necesario para poder hacer uso de éste. Tres semanas más, pensó. Tres semanas más de ser el señor
Jeon y después podría irse a casa y no volver a verle. Pero jamás le olvidaría.–¿A qué hora es la cena? –preguntó.
–A la hora que tú lo desees. ¿Tienes hambre?
–No. Sólo curiosidad –abrió la maleta y extrajo sus cosas, acomodando la ropa que había traído para la noche junto con la que usaría para la mañana. Colocó sus artículos de tocador sobre la mesa, regresó la maleta y dudó un momento antes de preguntar.– ¿Te ayudo o prefieres deshacer la maleta tú mismo? –Se encogió de hombros.
–Adelante. Voy por un trago. El bar se encuentra a la izquierda según se baja, por si quieres reunirte conmigo cuando hayas terminado.
–Preferiría permanecer aquí, gracias –respondió fríamente.
–De acuerdo –dijo él con indiferencia.– Te veré dentro de un par de horas.
A solas Taehyung, terminó de sacar las ropas, colgando algunas en el armario. La partida de Jungkook debió ser un alivio; sin embargo, sin su presencia, la habitación parecía vacía. Casi se arrepintió de haber rechazado su invitación para reunírsele en el bar. Había sido un gesto fútil de todas maneras.
Cuando terminó, las siguientes dos horas se le hicieron interminables. Pensó salir a dar un paseo por los alrededores del hotel, pero la idea no lo convenció. Allí la humedad era aún mayor que en la mina, pero un ventilador que colgaba del techo hacía tolerable la habitación.
Miraba de nuevo por la ventana cuando oyó un toque en la puerta. La abrió y permaneció como hipnotizado mirando al hombre parado frente a él en el corredor, cuando por fin pudo hablar.
–¡Bogum!
–Hola Tae –su voz sonaba alterada y las miradas que lanzaba al corredor tras de sí indicaban su nerviosismo.– ¿Puedo entrar?
–Yo –la voz se le quebró.– ¿Qué deseas?
–Hablar contigo –había desesperación en sus ojos.– Por favor Tae, estoy metido en problemas. ¡Serios problemas!
Él se hizo para atrás y le permitió pasar, cerró la puerta y se colocó de espaldas a ésta.
–¿Cómo sabías que estaba aquí?
–Te vi llegar con Jeon Jungkook –una vez dentro de la habitación parecía más tranquilo y el nerviosismo dio paso a la especulación.– Esperé a que él bajara y entrara en el bar y conseguí que la recepcionista me diera el número de tu habitación. Tengo que reconocer que conquistar a Jeon Jungkook fue todo un triunfo. ¿Cómo lo hiciste?
–Puedes decir que tuve suerte –replicó mordazmente.– ¿Pero qué quieres decir, Bogum? ¿En qué clase de problemas te has metido?
El mencionado cruzó la habitación hacia la ventana, miró hacia fuera, colocó la persiana en su lugar y se giró para mirarlo con las manos en los bolsillos en un gesto de desaliento.
El esposo de Irene me anda buscando él y el hermano de ella.
–¿Buscándote?
–Para matarme. Vinieron a la casa esta mañana y se llevaron a Irene cuando yo no estaba. Luego me esperaron un buen rato. Yo hubiera caído en la trampa si no es por uno de los chiquillos del barrio, que me avisó.
Taehyung le miró confundido.
–¿Cómo puedo ayudarte? –preguntó por fin.
–Pues –dudó un momento.– ¿Tienes algo de dinero?
–¿Dinero? –sintió deseos de reír.– Bogum, hace muy poco me dijiste que tenías todo el dinero que necesitabas.
–Eso pensé –su tono era agrio.– Pero todo lo que tenía estaba en la casa. Y conociendo a Irene, sé que es en lo primero que ha de haber pensado cuando se la llevaron. Íbamos a salir de viaje, así que yo había sacado todo cuanto tenía en el Banco para llevarlo conmigo. Ni siquiera puedo regresar a la casa para cambiarme de ropa hasta que los ánimos se enfríen un poco. Y eso contando con que hayan dejado algo. Tengo alrededor de veinte libras conmigo, y es todo –miró a Tae con curiosidad.– ¿Decías algo?
Este sacudió la cabeza.
–No tiene importancia. Pero me temo que yo tampoco tengo dinero. Al menos no la cantidad que tú necesitas.
–Podrías conseguirlo –lo dijo con voz suave e insinuante.– Una persona que logró hacer que Jeon Jungkook se casara con ella, puede lograr lo que quiera de cualquiera claro, suponiendo que lo del matrimonio no sea sólo una historia para cubrir las apariencias en el registro del hotel.
–No lo es –Tae se preguntó a sí mismo cómo podía parecer tan calmado cuando en realidad su mente era un torbellino.– Pero te equivocas sobre Jungkook. Él no me dará ningún dinero y si se entera de que estás aquí, probablemente le ahorre el trabajo al esposo de Irene. Lo siento, Bogum.
–¡Pero tú eres mi única esperanza! –la desesperación volvió a aparecer en sus ojos y en su voz. Se acercó a él y lo cogió por los hombros, mirándolo a los ojos.– ¡Tae, tienes que ayudarme! Esta gente no vacilaría en tullir a un hombre de por vida por un asunto así. Sé que fui un tonto, pero trata de comprender. No pude apartarme de Irene, aunque Dios sabe que traté de alejarme de ella. Me hechizó, hasta el punto de que no podía razonar. ¡Tenía que poseerla; tenía que ser mía!
–No sigas –estaba temblando.– No quiero saber nada de ella. La escogiste para sustituirme. No sé por qué crees que debo ayudarte.
–Por lo que una vez fuimos el uno para el otro. Porque te conozco y sé que no vas a quedarte parado viendo cómo me despedazan.
Hubo una larga pausa hasta que por fin le preguntó con voz seca:
–¿Cuánto necesitas?
–Lo suficiente para subir a un barco, largarme de aquí y sobrevivir por unos días hasta que encuentre algo que hacer. Unas doscientas libras –vio el cambio en la expresión del contrario y añadió con rapidez.– Al menos, cien. No puedo largarme con menos de eso.
–Puede que tengas que hacerlo –Tae se apartó de él, consciente sólo de la necesidad de sacarle de la habitación. Sin saber cómo iba a hacer para conseguir el dinero, añadió:– ¿Dónde puedo encontrarte?
–Tendré que permanecer aquí. No me atrevo a salir a la calle de nuevo. Tomé una habitación para esta noche, pero tengo que irme mañana.
Tae pensó que el elemento tiempo no era muy importante en aquel caso. Ninguna historia que inventara iba a ser lo suficiente para convencer a Jungkook y que le diera el dinero. Lo mejor sería decirle la verdad y ya podía imaginarse su reacción. Pero Bogum había tenido razón al decir que sabía que él no le abandonaría en tan agudo problema. Tenía que convencer a Jungkook.
–Está bien. Será mejor que te vayas ahora.
–Gracias. Sabía que podía contar contigo –con una mano sobre la cerradura se detuvo mirándolo a la cara.– Te he de parecer una verdadera rata.
–No –dijo sin ninguna clase de expresión.– Pero vete, por favor, antes de que Jungkook regrese y te encuentre aquí. No creo que espere a que le des explicaciones.
Se fue sin más tardanza, dejándolo allí mirando la puerta como hipnotizado por un buen rato. Después se sentó en el borde de la cama. Sólo había una manera de atacar el problema y no estaba seguro de tener éxito. Pero tenía que probarlo, no había otro camino.
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Corazón de piedra • kv
RomanceJeon Jungkook y Kim Taehyung estaban a punto de descubrir la fina línea que separaba el odio del amor.