Capítulo 21

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La vida en la mina continuó igual durante las siguientes dos semanas. Trabajaban, comían, dormían y despertaban al día siguiente para caer en la misma rutina. Para Tae, sin embargo, el coche que le facilitó Jungkook le proporcionó nuevas posibilidades. Lo primero que hizo al recibirlo fue dar un paseo por todo el campamento, a pesar de los barrizales que dejara la lluvia del día anterior.

Con la ayuda de algunas recetas que conocía de memoria y un poco de iniciativa, logró mejorar bastante la cocina de Patrick, que se sintió feliz cuando el joven se hizo cargo de la preparación de la cena mientras él ponía la mesa, pero estuvo de acuerdo con Tae en aparentar que era él quien cocinaba.

El viernes por la noche, Tae sugirió la posibilidad de invitar a Nam y a otros dos ingenieros a cenar al día siguiente.

–Sería un cambio en la rutina del club –señaló.– Nam me dijo hace días que otro pudín de chocolate más del club y reventaría.

–Ha estado diciendo eso desde que llegó aquí –Jungkook lo examinó con atención mientras él permanecía reclinado sobre el barandal del porche.– Tu idea es demasiado civilizada para el tipo de vida que llevamos aquí. ¿O no te importa ser el único joven tan lindo entre tres nombres que no habían visto nada mas deseable?

–Ya ha sido así varias veces en el club –le recordó, determinado a no dejarse convencer.– Y no veo por qué no podemos ser civilizados, sólo porque haya escasez de parejas. Si quieres un pretexto para justificar la invitación, puedes decir que la cena es un preludio para una partida de póker. Ya había pensado en Park Jihoon como un posible invitado.

–Parece que has pensado en todo –dijo él con tono seco.– ¿Y si todos ellos han planeado pasar el fin de semana en la ciudad?

–No piensan hacerlo. Ya lo averigüé –habiendo llegado a aquel punto, Tae no estaba dispuesto a retroceder.– ¿Y bien, los invitamos?

Jungkook cogió una revista y la abrió al azar pretendiendo interesarse en ella.

–Haz como te parezca.

En lo que se refiere a elogios por su comida, la reunión resultó un éxito, pero era natural que los cuatro hombres encontraran incómodo lo formal de la ocasión. Sentados alrededor de la mesa en la pequeña sala y vestidos con sus trajes adecuados al trópico, los cuatro se veían tan fuera de lugar como hippies en el Ritz. Taehyung pensó que debió especificar que llevaran ropa informal, pero, seguramente, no le habrían hecho caso.

Después de algunas copas de brandy empezaron los visitantes a relajarse un poco y cuando Jungkook sugirió jugar una partida de póker, la propuesta fue aceptada con entusiasmo. A los pocos minutos, ya todos se encontraban a gusto, en mangas de camisa, las corbatas sueltas y las mangas remangadas, olvidado, Tae trataba de leer un libro acurrucado en una silla junto a la puerta, pero el murmullo de las voces, el calor y el humo hacían imposible la concentración. Pensó que nadie se daba cuenta de que salía al porche a tomar un poco de aire.

Por la tarde había llovido. Aparecían charcos y fango por todas partes y el aire estaba cargado con el olor de la vegetación húmeda. En una esquina del porche, el viento levantaba constantemente la lámina del techo, que se había soltado. Si no se arreglaba pronto, se vendría abajo. Tae supuso, sin embargo, que a Jungkook le importaría poco lo que le ocurriera a la casa una vez que él la dejara. Le tocaría al próximo ocupante hacer las reparaciones.

Llevaba allí unos cinco minutos, cuando sintió el ruido de un vehículo que se aproximaba. Apareció con las luces encendidas y se detuvo frente a la casa.

–Traigo unas visitas para usted –anunció el chófer, mientras descendía del vehículo. Tomó por la cintura al joven que venía sentado junto a él y lo ayudo a salir con facilidad, ubicándolo sobre los escalones.– Ahora ya estará bien joven.

Kim permaneció inmóvil mientras otra figura saltaba del auto, acercándose al porche.

–Hola, Mingyu – dijo, sin ningún entusiasmo.– Es verdaderamente una sorpresa.

–Me imagino que sí –Mingyu examinó sus arrugados pantalones a la luz de la lámpara antes de alzar la vista y mirar a Taehyung. Una sonrisa de malicia apareció en sus labios.– ¿Está Jungkook ahí dentro?

–A medias –Jeon Jungkook había salido a la puerta atraído por las voces. Como de costumbre, resultaba difícil adivinar lo que estaba pensando. Permaneció allí observando a los recién llegados con las cejas levantadas, pero sin demostrar asombro.– Una hora un poco rara para venir de visita, ¿no os parece?

–Hubiéramos llegado mucho antes de no haber sido por la tormenta –dijo el acompañante de Mingyu.– Salimos justo después del almuerzo.

–Hubo un deslizamiento de tierra en el camino –añadió el chófer, esforzándose en apartar la vista del cuerpo de Mingyu.– Los encontré al principio del barranco, donde se les había ido el coche.

–Gracias a la pericia de Wonwoo – dijo Mingyu en tono de burla, y haciendo que éste se ruborizase.– Se suponía que íbamos a retroceder, cuando nos dimos cuenta de que el camino había desaparecido.

–Caímos en un agujero y las ruedas se atascaron – dijo Wonwoo, a la defensiva.– Con el agua que caía no podía ver nada.

–Hubiera sido mejor permanecer parados hasta que la lluvia amainara –fue el comentario seco de Jeon Jungkook.– Más vale que entréis en la casa. Dile a Pat que vamos a necesitar agua caliente, Taehyung.

–¿No crees que es mejor que se lavaran en el club? –sugirió el mencionado, dubitativo.– Es difícil bañarse allí atrás cuando no se está acostumbrado.

–Ya se las arreglarán –contestó Jungkook.– Más vale que busques alguna ropa para Mingyu mientras yo busco también algo para el otro huésped.

–No os he presentado, es cierto. Jeon Wonwoo. Wonwoo, te presento a Jeon Jungkook ¡oh! Y éste es Taehyung –rio Mingyu.

Los otros tres jugadores de póker estaban ya de pie cuando los demás entraron en la sala. Con siete personas dentro, la estancia parecía aún más pequeña y los muebles resultaban totalmente inadecuados. Mingyu echó un vistazo al grupo y luego se dirigió a Jungkook.

–Parece que interrumpimos una fiesta.

–Ya nos íbamos –se apresuró a decir Nam.– Vas a necesitar arreglar algunas camas, Jungkook. ¿Quieres que vaya a ver en el club?

–Si me haces el favor

Todos se despidieron y Jungkook acompañó a los tres ingenieros hasta la escalera de la entrada. Tae dijo algo sobre el agua caliente y ropa limpia y se dirigió a la cocina para comunicar a Patrick que su trabajo por aquella noche aún no había terminado. En el dormitorio escogió una camisa y unos pantalones limpios y permaneció con ello en la mano, tratando de aclarar sus propios sentimientos.

El que Mingyu hubiese venido a la mina no quería decir que Jungkook lo hubiese invitado. Por el contrario, estaba claro que su visita lo había sorprendido. Pero eso tampoco quería decir que él no se hubiera alegrado de verlo. Durante las últimas dos semanas actuaba como si tuviera algo, o a alguien, en la mente. Quizá volver a ver a Mingyu la semana anterior le había hecho darse cuenta de lo atraído que se sentía hacia el mencionado. Y era muy característico por parte de él fingir indiferencia dada las circunstancias. Pero de ser así, era difícil que estuviera haciendo planes para llevárselo a él, a Tae, en su viaje hacia el sur.






Corazón de piedra • kvDonde viven las historias. Descúbrelo ahora