La ducha fría le había despejado la cabeza. Lo hecho, hecho estaba y no tenía objeto lamentarse. Lo que debía hacer ahora era concentrarse en cómo escapar.
Sabía que no iba a ser fácil. Bogum le había escrito en alguna ocasión que el tren sólo llegaba hasta Pepel, en la orilla norte del río Sierra Leona, que dista un buen tramo de Freetown. Y además, sería muy difícil encontrar un lugar donde esconderse en los vagones del tren. Sólo le quedaba la carretera y no tenía idea de qué tipo de transportes la recorrían y con qué frecuencia. Lo mejor sería aprovechar algún transporte exterior. Seguro que llegarían abastos de carne fresca y verduras varias veces a la semana. Pero quizá hoy no, y puede que tampoco mañana. Si todo fallaba, sobornaría a alguien para que lo sacara de allí. Si se presentaba ante Bogum solo y desvalido, quizá éste se viera más dispuesto a ayudarlo. Y era todo lo que deseaba de él. Lo demás que sintiera por él había muerto el día anterior, en aquel pasillo oscuro.La mesa estaba ya lista cuando Tae entró de nuevo en la sala. Patrick trajo de la cocina jugos de frutas, tostadas recién hechas y regresó de nuevo a por el café. Ante la pregunta de Tae, respondió que vivía en el pueblecito al otro lado del cerro y había trabajado en la mina desde que era un niño. Todos los hombres del pueblo trabajaban en la mina, aceptándolo como algo inevitable al igual que lo hacen los mineros en el norte de Inglaterra, ya que es el único trabajo que había en la región.
A Patrick se le veía bastante contento al respecto. Tenía esposa e hijos y podía mantenerlos con comodidad con lo que ganaba allí. Tae pensó qué significaría con comodidad para Patrick, pero no quiso ahondar en el tema. También sintió curiosidad por saber cómo había recibido un nombre irlandés, pero decidió que la respuesta era demasiado obvia. El tono de su piel era mucho más claro que el del resto de los africanos que había visto hasta entonces en la mina.Tratando de no parecer demasiado curioso, preguntó acerca de las entregas de provisiones y alimentos a la mina. La respuesta fue que eran pocas y espaciadas entre sí y que la última había sido un día antes de llegar él.
El correo y otros artículos menores eran entregados una vez por semana por medio de un helicóptero, el cual debería llegar aquel día. Tae se animó al oír aquello. Esconderse en un helicóptero resultaría difícil, pero quizá pudiera convencer al piloto de que lo llevara, lo que resolvería la mitad de sus problemas de un solo golpe.Se encontraba bebiendo su segunda taza de café cuando Nam atravesó el porche. Se detuvo ante la puerta abierta y recorrió la habitación con la vista antes de fijarse en Tae.
–Hola –saludó.– ¿No está Kook?
–Duerme –respondió él.– Dijo que no le despertara hasta después de las diez. ¿Es algo urgente, Nam?
–No se ganaría nada con despertarlo ahora. Acabo de enterarme de que uno de los muchachos que sacó ayer de debajo de un tractor acaba de morir hace media hora. Heridas internas, dijo el doctor. No había nada que hacer.
–Lo siento –dijo Tae, mostrando un poco de compasión.– ¿Tenía familia?
–Sí. Pero la Compañía se encargará de ellos. Era uno de los mejores chóferes. Kook lo va a sentir mucho.
–¿Perder a un chófer?
–Algo más que eso. ¿Queda un poco de café para mí?
–Ya está frío – respondió él.– Pediré a Patrick que prepare un poco más.
–Yo se lo diré –se acercó a la puerta trasera y dio un formidable grito en dirección a la cocina.
–¡Pat café!
Viendo la expresión de asombro de Tae, Nam sonrió:
–No se preocupe. Se necesita mucho más que eso para despertarle. En este trabajo se aprende a dormir a pesar de todo, excepto de la sirena de alarma –hizo una pausa.– Oí decir que va a trabajar en la oficina como contable.
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Corazón de piedra • kv
RomansaJeon Jungkook y Kim Taehyung estaban a punto de descubrir la fina línea que separaba el odio del amor.