Jungkook insistió en ver a Bogum a solas a la mañana siguiente y se dirigió a su habitación tan pronto como se hubo vestido. Transcurrieron más de dos horas antes de su regreso, tiempo durante el cual Taehyung permaneció en tensión, sentado junto a la ventana, observando la calle por la cual ambos hombres habían desaparecido.
No tenía idea de dónde iba Jungkook a encontrar dinero un domingo por la mañana, pero no se atrevió a preguntárselo. Sólo sintió un enorme alivio cuando vio que regresaba solo. Se encontraba doblando las prendas que había llevado la noche anterior cuando el otro entró en la habitación. Lo miró por un momento y volvió a apartar la vista, sin atreverse a hacer la pregunta que temblaba en sus labios.
–Está a bordo de un barco que navega con rumbo a Dakar –explicó Jungkook brevemente.– Y si tenemos suerte no lo volveremos a ver. ¿Ya desayunaste?
–Te estaba esperando.
–Muy amable por tu parte. Después nos iremos a la playa. Si llevamos comida, podremos pasar el día allí y regresar para cenar antes de volver al hogar –observó la expresión irónica de Tae y agregó:– Puede que para ti no lo sea, pero es el único hogar que yo he conocido durante los últimos tres años. Vamos a desayunar.
Lo hicieron en un ambiente tenso y Jungkook no procuró en lo más mínimo disolver la atmósfera incómoda entre ambos. Afuera todos parecían dirigirse a la iglesia, algunos vistiendo de negro y con expresiones sombrías, pero la mayoría llevaba ropas de alegres colores, hablando y riendo.
Se percibía calma, el ambiente sereno y sin prisas de los pueblos tropicales. La hierba crecía en la calle principal, sombreada por frondosos árboles y a veces, iguanas de brillantes colores saltaban entre las ramas. A ambos lados de la calle corrían enormes zanjas de casi un metro de ancho, las cuales se convertían en verdaderos ríos cuando llovía.
Llegaron hasta la misma playa donde habían estado la noche anterior, ahora llena de gente de diversas nacionalidades. Taehyung sacudió la cabeza cuando Jungkook le sugirió nadar, alegando que lo haría un poco más tarde. Vio como él se acercaba a la orilla notando cómo la gente le miraba al pasar.
Aún entre tantos, Jungkook resaltaba, llamando la atención de las mujeres, sin hacer nada por conseguirlo. Parecía más tranquilo y relajado cuando regresó, tendiéndose en la arena junto a él y tomando un cigarrillo.
–Debiste haberte metido. Está fabulosa –le lanzó una mirada inquisitiva.– ¿Sabes nadar?
Tae respondió que sí, aunque no muy bien, y pensó lo poco que ambos sabían el uno del otro. Estaban casados y vivían juntos como esposos, pero en realidad eran dos extraños. Pensó que quizá era mejor así. Cuando llegara la hora de separarse, habría mucho menos que olvidar, si es que algún día lograba olvidar.
–¿Te has acordado de la promesa que me hiciste de proporcionarme un coche cuando regresemos a la mina? –preguntó tras un momento.
–No lo he olvidado –sus ojos permanecían cerrados y su tono fue indiferente.– La práctica te será útil para más adelante.
–¿Más adelante?
–Cuando termine el trabajo. He pensado hacer un pequeño viaje antes de regresar a Inglaterra. Quizá ir hacia el sur y tomar un barco en Lagos.
Tae permaneció inmóvil.
–¿Pensabas llevarme contigo?
–Por supuesto – dijo sin énfasis.– ¿Qué otra cosa iba a hacer?
–Podrías ponerme en un barco de regreso a casa, a mí solo –dijo Tae, incisivo.
Los grandes ojos grises se abrieron para analizar.
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Corazón de piedra • kv
RomansaJeon Jungkook y Kim Taehyung estaban a punto de descubrir la fina línea que separaba el odio del amor.